Regreso al barranco de la muerte
El primer investigador del fusilamiento de Federico García Lorca, el francés Claude Couffon, reconstruye la historia en el mismo lugar de los hechos
FERNANDO VALVERDE - Granada - 15/06/2011
Unos seis hombres formaban el pelotón. Todavía no había amanecido cuando los focos de un coche alumbraban el barranco de Víznar. Junto a ellos, un cura daba la extremaunción a quienes iban a morir fusilados. De ese modo, se obtenían sus últimas confesiones. Fue así como murió Federico García Lorca, junto a sus tres compañeros de ejecución, tras pasar la noche en Las Colonias.
Claude Couffon (Caen, Francia, 1926), el gran investigador lorquiano, el primero que tras la Guerra Civil tuvo el valor o la osadía de viajar a España para preguntar qué había sucedido con Lorca, no puede olvidar aquel relato que escuchó en ocasiones distintas y de personajes diversos. "A mis 22 años era bastante atrevido. Nadie quería hablar en Granada de lo que había sucedido. Era peligroso hacer preguntas y era imposible entrar en Víznar", recuerda de su visita en 1948 a la ciudad, solo 12 años después del asesinato del poeta.
Sin embargo, Couffon regresó en 1949 y decidió no marcharse hasta tener una respuesta. "Entonces coincidí con las personas adecuadas. Hice amigos en la ciudad y uno de ellos era de Víznar, así que pude entrar en el pueblo", explica a las puertas de la localidad. "Está muy cambiada. Aquí había un control policial. Controlaban todos los movimientos en esta zona. Solo entraban los habitantes del pueblo".
Couffon tiene 86 años. Le duelen las piernas y camina con dificultad, pero su mente es ágil como aquel joven que recorrió los caminos de la historia de Federico García Lorca y de España. Orgulloso, recuerda que fue el primero en dar la fecha exacta de nacimiento del poeta. "Él había dicho en alguna entrevista que nació en 1899, puede que por quitarse un año, pero yo creo que fue por no parecer de la generación del 98".
Desde hace décadas, Couffon vive en una apacible casa de Normandía y no ha vuelto a trabajar sobre Lorca por un motivo. "Tuve acceso a las personas adecuadas. Para mí la investigación quedó cerrada. Una vez publiqué mis primeras conclusiones, empezaron a hacerse centenares de especulaciones. Todo el mundo escribió una versión distinta. Hubo muchos mitos y muchas mentiras".
En la que posiblemente sea su "última visita" a Granada, el francés ha decidido regresar al paraje acompañado por EL PAÍS, para dar su visión de todo lo que sucedió esa noche de agosto de 1936 y de todo lo que se ha dicho y escrito después. "Claro que supe de la búsqueda de la fosa, pero nadie me preguntó dónde cavar. Siempre supe que no iban a encontrarlo allí. Aquello no tenía ningún sentido. Estaban muy lejos", dice el investigador, que cree que Gibson se equivocó por creer "a un muchacho que no podía haber enterrado a García Lorca, porque de haberlo hecho no lo habría reconocido". ¿Cómo un joven, Manolillo el Comunista, que nunca había salido de Alfacar recordaba haber enterrado de noche a Lorca? "Es imposible por muchos motivos, pero esencialmente porque nadie en Víznar y Alfacar había visto nunca ni había oído hablar del poeta", aseguró. ¿Y por qué mintió el joven? "Eso solo lo puede saber él", sentencia.
"Al principio las fosas eran poco profundas. Yo pude verlas, e incluso tocarlas. Había unas 20. Federico no estaba en la fosa central. Estaba en una más pequeña, posiblemente en aquella zona (dice señalando la entrada actual al barranco, tras la señal de piedra). Era fácil reconocerlas. Era un lugar escarpado, todo roca, sin un árbol. Hoy está lleno de pinos ¿Nadie ha pensado en eso?".
El investigador atesoró mucha información que no volvió a publicar. De ella, lo más valioso son los nombres de quienes formaron el pelotón de fusilamiento. "Uno de tantos", se apoya en su garganta con cierto desprecio antes de mencionar al sargento Mariano, al cabo Ayllón, a un voluntario de Víznar conocido como Manuel el Castizo y a un miembro de la escuadra negra de Granada que se apellidaba Benavides. "Esta información me la confió Juan Sánchez Espigares, un buen hombre de Víznar que salió de allí el 18 de abril de 1939 buscando la frontera a pie. Ya estará muerto, por lo que puedo decir su nombre".
Al anciano Cloude Couffon se le hace muy duro subir hasta el barranco. Las piernas no le responden y teme caerse, además la respiración se le entrecorta y le impide hablar con soltura su español extraño. Por si fuera poco, una lluvia más molesta que melancólica convierte la grava en un peligro. "Entonces este camino era de tierra y daba a una finca que tampoco existe ya. Lo recuerdo perfectamente. Fue aquí. En este lugar no había ni un árbol, ni una flor. Estaban los pozos y el osario. Las tumbas eran pequeños montículos de tierra rojiza allí, y allí, y allí... En una de ellas fue enterrado García Lorca junto al maestro y los banderilleros".
Sobre esas fosas que aún reconoce se levanta un bosque de pinos. Pocos meses después de la aparición de las fotos del paraje realizadas por Couffon, el régimen franquista ordenó sembrar aquellos árboles. Al contrario que los muertos, los pinos crecen muy rápido. "En el fondo de los pozos los cadáveres terminaron de pudrirse y se hundieron bajo tierra", escribió en su libro. El anciano Couffon se despide del barranco sin dolor ni melancolía. "Es fácil desprenderse de esto, representa toda la maldad del hombre".
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