Bayern de Munchen...
Champions League - Bayern-Barça: Colorín colorado (4-0)
Una incontestable goleada del Bayern en territorio alemán deja al Barcelona casi borrado de la Champions salvo milagro que a todas luces parece imposible. Müller, en dos ocasiones, Robben y Mario Gómez marcaron los goles que desdibujaron al Barça de Tito Vilanova, tan desconocido como un Messi desaparecido en esta ida de semifinales.
Por José David MARCO
En el día en el que se celebra la festividad del libro, el Barcelona de Tito Vilanova escribió su propia novela de terror con un final que aunque todavía es una incógnita bien apunta a ser fatídico para los azulgrana.
Quizás por la desconocida circunstancia de enfrentarse a un rival que llegaba convencido de poder plantar cara con armas del mismo calibre a un Barcelona que esta vez no era favorito, los de Tito Vilanova abrieron su semifinal con ciertos rasgos desfigurados en el Fussball Arena. El Barça, que tuvo que encomendarse a Víctor Valdés desde el primer minuto –salvó un intento de Robben en el área-, imprimió presión y velocidad a su juego, pero esta vez no iba a ser suficiente ante un Bayern que, crecido por las circunstancias que han rodeado las últimas eliminatorias de Champions, presionaba y basculaba midiendo todo tipo de detalles sin perder en ningún momento la compostura.
Si algo confirmó el Bayern de Múnich desde el inicio fue que no solo con un césped adverso se puede frenar al Barcelona, si bien hasta los jardineros se pasaron en su ímpetu de dejar un tapete perfecto, quedando el terreno de juego encharcado en los primeros compases para desgracia de los dos equipos, que evitaron por todos los medios las transiciones por el centro del campo, la zona en la que peor circulaba el esférico. Mientras, el juego subía de revoluciones de forma exponencial. Llegaba a parecer una final juvenil en la que todos buscan el esférico guiándose por impulsos, si bien solo una caricia al balón de cualquiera de los 22 jugadores que había sobre el campo se encargaba de recordar que se estaba viviendo una final de la máxima competición europea.
Mientras el conjunto de Jupp Heynckes anulaba un baile azulgrana carente de la magia de Messi, el Barça trataba de buscar las incorporaciones de Alves por la derecha. Allí, el brasileño, como había prometido, obligaba a Ribery a echar el resto, aunque la estrategia azulgrana no parecía estar del todo clara y menos cuando el propio Alves se encargaba de negar con la cabeza tras ver cómo sus desmarques no tenían ni siquiera el premio de un pase acertado.
Pagar la inocencia
Si la defensa alemana no mostró ni una fisura, el Barcelona se encargó de mostrar más de una carencia en esta faceta. Cediendo córners sin deparar en que ahí estaba uno de los mayores peligros del Bayern, los de Tito Vilanova fueron perdiendo la concentración con el paso de los minutos, hasta que un fallo en la cobertura de Piqué en el segundo palo permitió a Müller rematar a gol sin que Víctor Valdés pudiera hacer absolutamente nada.
Tan solo una acción, tímida y aislada a centro-chut de Pedro que no remató Messi en el segundo palo, sirvió de reacción del Barça antes de un tiempo de descanso que confirmaba la falta de chispa en un conjunto azulgrana que ni por banda, al principio, ni por el centro, durante la segunda mitad de la primera parte, lograba encontrarse a sí mismo mientras veía en el espejo a un Bayern que bien es un reflejo del mejor Barcelona de los últimos años.
Lejos de suponer un pequeño bálsamo, el tiempo de descanso hizo todavía más daño a un Barça que se encontró con el segundo tanto en contra cuando Mario Gómez, nada más comenzar el segundo tiempo, aprovechó otro córner para hurgar en una herida azulgrana que todavía se iba a abrir más a medida que los de Tito se veían obligados a abrir su juego a la desesperada.
Con Messi todavía perdido era el Bayern el que mantenía el peso y los tiempos del encuentro. Mientras a Robben se le permitía hasta su jugada más característica –recorte hacia dentro para disparar o amagar y pasar al otro costado-, la falta de potencia de La Pulga se hacía cada vez más evidente. Después de varias semanas fuera, Messi acusó la falta de competición especialmente en cambios de ritmo que brillaron por su ausencia.
A pesar del hándicap evidente, el Barça despertó por momentos insistiendo de forma inocua por el centro. Cuando no era por ahí, Robben y Ribery se ponían el mono de trabajo en defensa y el Barça terminada por desquiciarse. Precisamente en uno de esos ataques llegó un golpe casi definitivo, cuando el propio Robben, aprovechando una contra, puso un tercer gol que tenía claro significado de correctivo para el Barça.
Final terrorífico
Ni siquiera la más clara oportunidad, en botas de un Bartra que pagó la inocencia de verse solo con todo a su favor en área contraria, dio ningún tipo de resultado para los azulgrana, que todavía sufrieron otro fatídico capítulo con un gol de Müller que ahogaba todo tipo de oportunidades de reacción.
Y fin de la historia. El resultado de la ida deja al Barça sin casi capacidad de reacción de cara a un partido de vuelta que, por lo visto en el terreno de juego, tiene más pinta de condena que de oportunidad de curar los pecados. Este cuento está, salvo milagro utópico, acabado.
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