De acuerdo con Mauro Guillén...
Las noticias que me llegan desde España y desde Europa me tranquilizan a corto pero me inquietan a largo. Observo que el Banco Central Europeo sigue firme en su posición de hacer todo lo posible por evitar el final de la moneda única. También se ha conocido recientemente que la banca española ha reducido su dependencia de la línea de crédito europea. Eso sí, la noticia de que El Corte Inglés ya no tiene acceso a financiación bancaria me ha causado estupor. En España tenemos dos instituciones culturales que, como decía Ortega, vertebran al país: la liga de fútbol y El Corte Inglés...
Soy optimista a corto plazo sobre el futuro de la economía española porque la solución a nuestros apuros presentes no está en nuestras manos sino en las manos de Europa, y de Alemania en particular. No creo que se vaya a poner en marcha ningún tipo de rescate a la chipriota. Creo que el apoyo del BCE será suficiente, aunque la salida de la crisis será muy lenta y muy dolorosa para demasiada gente. Las elecciones alemanas de septiembre son cruciales. Allí se decidirá si salimos de la crisis pronto o tarde. Salir, saldremos. Lo que no se sabe es cuándo. Dependiendo del resultado electoral en los comicios de septiembre y de los equilibrios para formar gobierno, Alemania podría adoptar distintas posturas ante la situación en la periferia europea. Esperemos que el nuevo gobierno alemán se sume a Mario Benedetti y recite "El Sur también existe."
Pero no nos engañemos. A largo plazo nos enfrentamos a retos tan insoslayables como el envejecimiento de la población. En pocos años vamos a tener más abuelos que nietos. La aritmética demográfica es contundente y deprimente. No estamos teniendo suficientes hijos y lo vamos a pagar bien caro.
Tenemos también la administración pública más disfuncional y seguramente más cara de Europa. Creo que es fundamental disponer de una maquinaria estatal capaz y bien dotada de recursos. Pero observo una cacofonía de intenciones y de partidas presupuestarias, y una falta de sentido del futuro generalizada, sobre todo entre quienes ejercen cargos electos.
Además, las economías emergentes se vuelven cada vez más competitivas y las economías más avanzadas que la nuestra son también cada vez más competitivas. Nos encontramos atenazados entre los unos y los otros. Es cierto que nuestras exportaciones suben (y nuestras importaciones caen), signo de que las empresas están reaccionando ante la crisis. Pero la austeridad presupuestaria es cortoplacista. Hemos recortado educación e I+D, mientras que las economías más ricas que nosotros y las economías emergentes hacen justo lo contrario. Seguimos pensando, como Unamuno, que no pasa nada si son otros los que inventan nuevas tecnologías. Y para hacernos todavía más daño, somos uno de los países con mayor índice de piratería de la propiedad intelectual. Conozco a varios responsables de I+D de las mayores empresas del mundo que no invierten en España por falta de garantías sobre la propiedad intelectual.
Pero ante todo soy pesimista sobre el largo plazo porque nos enfrentamos a una de las peores crisis de nuestra historia con unas instituciones desgastadas y carentes de creatividad e imaginación. Los partidos políticos, los sindicatos, la banca y las administraciones públicas han perdido mucha credibilidad, o no tienen ya prácticamente ninguna. Así es muy difícil sentar las bases de un relanzamiento económico a largo plazo. No quiero invocar el término regeneración porque me causa escalofríos históricos. Me gusta más reinvención.
Soy optimista a corto plazo sobre el futuro de la economía española porque la solución a nuestros apuros presentes no está en nuestras manos sino en las manos de Europa, y de Alemania en particular. No creo que se vaya a poner en marcha ningún tipo de rescate a la chipriota. Creo que el apoyo del BCE será suficiente, aunque la salida de la crisis será muy lenta y muy dolorosa para demasiada gente. Las elecciones alemanas de septiembre son cruciales. Allí se decidirá si salimos de la crisis pronto o tarde. Salir, saldremos. Lo que no se sabe es cuándo. Dependiendo del resultado electoral en los comicios de septiembre y de los equilibrios para formar gobierno, Alemania podría adoptar distintas posturas ante la situación en la periferia europea. Esperemos que el nuevo gobierno alemán se sume a Mario Benedetti y recite "El Sur también existe."
Pero no nos engañemos. A largo plazo nos enfrentamos a retos tan insoslayables como el envejecimiento de la población. En pocos años vamos a tener más abuelos que nietos. La aritmética demográfica es contundente y deprimente. No estamos teniendo suficientes hijos y lo vamos a pagar bien caro.
Tenemos también la administración pública más disfuncional y seguramente más cara de Europa. Creo que es fundamental disponer de una maquinaria estatal capaz y bien dotada de recursos. Pero observo una cacofonía de intenciones y de partidas presupuestarias, y una falta de sentido del futuro generalizada, sobre todo entre quienes ejercen cargos electos.
Además, las economías emergentes se vuelven cada vez más competitivas y las economías más avanzadas que la nuestra son también cada vez más competitivas. Nos encontramos atenazados entre los unos y los otros. Es cierto que nuestras exportaciones suben (y nuestras importaciones caen), signo de que las empresas están reaccionando ante la crisis. Pero la austeridad presupuestaria es cortoplacista. Hemos recortado educación e I+D, mientras que las economías más ricas que nosotros y las economías emergentes hacen justo lo contrario. Seguimos pensando, como Unamuno, que no pasa nada si son otros los que inventan nuevas tecnologías. Y para hacernos todavía más daño, somos uno de los países con mayor índice de piratería de la propiedad intelectual. Conozco a varios responsables de I+D de las mayores empresas del mundo que no invierten en España por falta de garantías sobre la propiedad intelectual.
Pero ante todo soy pesimista sobre el largo plazo porque nos enfrentamos a una de las peores crisis de nuestra historia con unas instituciones desgastadas y carentes de creatividad e imaginación. Los partidos políticos, los sindicatos, la banca y las administraciones públicas han perdido mucha credibilidad, o no tienen ya prácticamente ninguna. Así es muy difícil sentar las bases de un relanzamiento económico a largo plazo. No quiero invocar el término regeneración porque me causa escalofríos históricos. Me gusta más reinvención.
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