Hace dos décadas, uno de los principales críticos sociales de México proclamó a Los Ángeles como "el corazón del sueño mexicano". Pedro P. estuvo de acuerdo, y dejó atrás su Oaxaca natal para trabajar como jardinero en el Valle de San Fernando de esa ciudad. Sin embargo, tras 14 años como inmigrante indocumentado, Pedro, de 44 años, regresará a casa a fines de abril, atraído por un resurgimiento económico al sur de la frontera que ha llevado a algunos observadores a calificar a México como el "tigre azteca".
Pedro no es el único. Según el Proyecto de Migración Mexicana, la tasa de emigración indocumentada a Estados Unidos es cercana a cero. En 1999 alcanzó un máximo de alrededor de 55 cada 1.000 mexicanos; en 2010 la cifra había disminuido a 9 de cada 1.000, una tasa que no se observaba desde la década de los sesenta.
Cuando el presidente Barack Obama visite la próxima semana al nuevo presidente de México, encontrará un país muy diferente al de la imagen habitual en EE.UU. Incluso con su sangrienta guerra contra las drogas, la economía de México creció 4% en 2012, y se espera que alcance tasas de hasta 7% anual en los próximos años. En 2012, los inversionistas extranjeros inyectaron US$57.000 millones los en bonos y las acciones mexicanas, cinco veces lo que invirtieron en Brasil. Grandes fabricantes como Bombardier y General Electric GE +1.18% están expandiendo sus instalaciones en México y creando empleos altamente remunerados, para aprovechar la gran cantidad de talentos profesionales y de ingeniería que tiene el país.
Incluso la actividad fabril está regresando desde China, hacia donde comenzó a emigrar en la década de los noventa, alrededor del mismo tiempo que aumentaba la inmigración a EE.UU. El salario anual por hora en México es ahora de US$2,10, comparado con US$1,63 en China. Si se agregan los menores costos del transporte hacia el gran mercado del norte y el creciente mercado interno de México, el atractivo económico es claro.
Lo que es más sorprendente, la creciente percepción de un repunte en México se basa no solo en las perspectivas económicas sino que en una mayor confianza en el gobierno mexicano, especialmente en momentos en que los líderes electos en países más desarrollados parecen no saber cómo lidiar con los problemas a largo plazo.
Como la mayoría de los mexicanos en el país, los que trabajan en el extranjero han sido por mucho tiempo recelosos de los políticos en México, especialmente de aquellos pertenecientes al Partido Revolucionario Institucional, el tristemente corrupto partido autocrático que gobernó el país durante 71 años antes de su transición democrática hace 12 años. Ahora el PRI está de vuelta, esta vez a través de elecciones justas, y su carismático nuevo líder, el presidente Enrique Peña Nieto, ha prometido llevar a México a una nueva etapa como una sociedad de clase media plenamente globalizada.
En la ceremonia de asunción del mando que se celebró en diciembre pasado en Ciudad de México, Peña Nieto se enfrentó a los monopolistas más poderosos del país, Carlos Slim Helú y Emilio Azcárraga Jean, y prometió disolver sus imperios de televisión y telecomunicaciones. Ante un fuerte aplauso, el presidente prometió reformar el sindicato de profesores que, increíblemente, por mucho tiempo ha tenido el poder de contratar maestros e incluso traspasar plazas hereditarias. Y se comprometió a "abrir" Pemex, el monopolio estatal de petróleo que ha sido el centro de la ideología nacionalista de México desde los años treinta.
La audiencia en su discurso inaugural fue sorprendida por el alcance y lo específico del programa del nuevo presidente, y el hecho de que apuntaba abiertamente a los pilares históricos de poder del PRI. El día después de la asunción del mando, rompió con el rencor partidista de la campaña presidencial, en la cual el PRI venció con solo 38% de los votos, al anunciar un pacto con otros de los principales partidos que acordaron apoyar su lista de reformas.
Con seis meses en el gobierno, Peña Nieto ha comenzado a cumplir. La presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo -conocida por su vestuario y accesorios lujosos- fue arrestada por malversación de fondos. Se han promulgado nuevas leyes para facultar al gobierno a dividir los monopolios de las telecomunicaciones y la televisión. Los planes de abrir Pemex están progresando y una legislación es inminente.
El éxito de Peña Nieto no está asegurado. Erradicar la corrupción y establecer un sistema legal completamente funcional serán desafíos enormes. Pero, a diferencia de muchos otros líderes nacionales, Peña Nieto está abordando en la práctica la crisis central de nuestros tiempos: cómo gobernar eficazmente democracias modernas que por su naturaleza generan discordia y desacuerdos.
La fortaleza de las autocracias unipartidistas como el viejo PRI -o el mandarinato moderno de China- es su unidad de propósito y su capacidad para implementar cambios estructurales en el largo plazo. En contraste, las democracias occidentales están paralizadas, incapaces de generar un consenso en la cacofonía de voces y múltiples intereses.
El truco para México, y para otros países, será equilibrar esta impresionante capacidad institucional con transparencia y supervisión pública.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa una vez llamó a México bajo el viejo PRI "la dictadura perfecta". Tenía las características externas de una democracia -elecciones regulares y transferencia de poder cada seis años- pero era gobernado con mano de hierro. Bajo Peña Nieto, México ahora tiene la oportunidad de perfeccionar su democracia y de servir como modelo para el mundo.
-Nicolas Berggruen y Nathan Gardels son coautores de "Gobernanza Inteligente para el siglo XXI".
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