Situación ...limite.
Así no podemos seguir
Alfonso Prieto es miembro de Economistas Frente a la Crisis
Así no podemos seguir: no todos pensábamos que no había alternativa a la política de falsa austeridad
El empleo iba a crecer por el mero hecho de que ellos llegaban al gobierno. Afirmaciones de esta naturaleza, sin ningún tipo de base ni fundamento, trufaron la campaña electoral del PP en noviembre de 2011. Luego, cuando formaron Gobierno, resultaba que todos sus miembros eran lo mejor en cada campo, verdaderos especialistas bregados en la gestión y conocedores del diagnóstico del problema y en posesión de las claves para sacar al país de la grave situación en que se encuentra. Economistas y Abogados del Estado, que servían para todo y sabían de todo, proclamaron ufanos.
Ver las caras de los tres Ministros que participaron en la conferencia de prensa posterior al Consejo de Ministros del 26 de abril de 2013 no dejaba lugar a dudas. Gestos que iban de la representación de la ineptitud al desencanto por causa de que la realidad no se plegaba a la concepción que de ella se había hecho el Partido de la derecha española que, además, seguía sin saber cómo deshacerse de sus fantasmas más negros, pero familiares, que le sitúan en el centro de atención diaria de las informaciones sobre corrupción que emponzoña la trayectoria de los llamados populares a lo largo de las últimas décadas; es decir, a lo largo de toda su existencia como organización política.
Ese día se hace pública la superación de la cifra de seis millones de parados (6.202.700), que representa que el 27,16% de la población activa está desempleada: el mayor despilfarro de la crisis que la política de falsa austeridad no ha podido corregir, sino, al contrario, profundizar. Las caras y actitudes de los Ministros eran muy elocuentes. Había quien seguía con sus semanales monsergas, reveladoras de su falta de comprensión del alcance de una tragedia como la que vive el país, otro mostraba su enfado con gesto adusto, porque las políticas que benefician a los bancos, y al mundo financiero en general, no parecen servir para contentar a los ciudadanos normales, esos que padecen en sus carnes la crisis y, el tercero, con su vocezuela (Marías dixit) y sus risitas, encantado del juguete que le han dejado para jugar con la vida y hacienda de la ciudadanía, mientras dedica su atención a cómo mejor favorecer a los amigos a quienes no gusta esa ordinariez de pagar algo de sus muchas ganancias para “que vivan del cuento” los más desfavorecidos: ¡Que se jodan!, como dice Andreita con tanto salero.
Pero la cosa es más seria y ha llegado a un punto en el que ya se puede poner en riesgo el entramado social e institucional y el bienestar de los poderosos puede empezar a verse cuestionado; y eso no puede ser. Resulta verdaderamente llamativo que los autores de este desastre que ha sido la ¿gestión? del Partido de la derecha española se vean sorprendidos por algo que era inevitable, dadas las políticas que vienen aplicándose desde su llegada al poder. A estas alturas ya deberían avergonzar a más de uno los intentos de explicación basados en la falta de margen para la actuación del Gobierno a partir de la postura de Alemania, verdadera adalid de la austeridad a ultranza y todopoderosa a la hora de imponer su voluntad. Esto mismo vale para criticar la actitud del gobierno francés, hasta ahora pusilánime, así como la de algún Presidente español que también se sometió al mandato de los que parece que todo lo pueden.
Las políticas aplicadas por el PP desde el primer día representan lo que la derecha en España ha querido hacer siempre. La crisis ha sido su coartada. Hasta en una materia tan alejada de la aridez de los asuntos económicos, como es el aborto, el Gobierno trata por todos los medios de retrotraer la situación a la vigente en el tardofranquismo, época tan querida para el Ministro de ¿Justicia? Y lo hacen aprovechando la coyuntura, con un doble juego, como casi siempre: por un lado, la iniciativa legislativa del PP trata de distraer la atención de la ciudadanía de otros frentes que suponen un mayor riesgo para ellos y, por otro lado, también lo hacen aprovechando que la crisis ha debilitado la resistencia de la gente, aunque haya amplias minorías que sí se enfrenten al poder deslegitimado del Gobierno del PP. El mejor ejemplo de este doble juego, y de cómo el PP está consiguiendo sus propósitos, es lo que está haciendo en Madrid con la sanidad y la educación. Una amplia contestación no ha detenido la privatización, por la falta de fuerza de la oposición y el aparente desinterés de una parte de la población que también se verá afectada por esta nefasta política.
Con todo ello se está transformando el país, de manera que el poder eclesial ha vuelto a ocupar los espacios que tenía perdidos durante decenios, a la vez que las organizaciones sindicales pierden fuerza de convocatoria, con mucha gente asustada por lo que le pueda pasar si muestra su protesta. Es el triunfo de la desigualdad, creciente en el último año, y verdadero leitmotiv de la acción política de la derecha española. Los privilegios y los privilegiados no se han dejado sentir nunca tanto como ahora. En muchos casos amparados por una judicatura que ha dejado de cumplir con su teórica misión y parece sentirse cómoda con su papel de guardián de la rapiña y tranquilidad de los poderosos, con loables y escasas excepciones.
Ahora parecen descubrir que sí hay otras políticas para combatir la crisis, cuando el riesgo de implosión social empieza a atemorizarles. También parece convertirse a las nuevas ideas el Presidente de la Comisión Europea, vergonzante tapado de la foto del trío de las Azores, y otros adalides hasta ayer mismo de la austeridad a ultranza. Pero ni son nuevas las ideas que ahora descubren ni ya están a tiempo de arreglar los destrozos causados. El sufrimiento inútil de tanta gente, el hambre en las sociedades que se dicen desarrolladas, el hambre de los niños que acuden a los colegios españoles en los que se han eliminado las ayudas de comedor, en muestra de su infamia y su desprecio por los ciudadanos que requieren la ayuda del Estado para la que han estado cotizando hasta que perdieron su empleo, quizá ya para siempre.
No han sido pocos los que denunciaban el error de la insistencia en la austeridad a toda costa, en una política que todavía los menos avisados de entre ellos califican como la única posible. Porque la responsabilidad de lo que estaba pasando era de otros, la herencia recibida todavía. Hasta cuándo. Tanto fuera como aquí se alzaban voces pidiendo un cambio de las políticas que solo generaban pobreza, destrucción de tejido empresarial y social y que alejaban la superación de tanta desgracia. Podían haber escuchado otras voces y no tener que reconocer que se han equivocado, como la Ministra de ¿Empleo?, esa calamidad que lo mismo dice una tontería que otra más gorda, avergonzando a cualquier ciudadano medianamente informado. Porque algunos premios Nobel de economía ya lo advertían y otros economistas en España, que se enfrentan a la crisis, ya lo venían diciendo desde que se aprobó la nefasta reforma laboral del Gobierno del PP en febrero de 2012. Solo una política que se dirija a la promoción de la actividad y del empleo podría sacar a nuestro país, y a otros del Sur de Europa, de la terrible situación que se hace crónica con la insistencia exclusiva en la austeridad.
Ahora se relaja esa insistencia y parece que el descubrimiento de que los cálculos de dos prestigiosos economistas de Harvard, que concluyeron que los países con una deuda pública superior al 90% del PIB no podían crecer, e incluso presentaban decrecimientos de la economía, eran erróneos ha servido para desmontar todo el entramado que había sido usado para apoyar “científicamente” la exclusividad de la austeridad. Pero ni siquiera Rogoff y Reinhart hacían esa afirmación de forma taxativa, pero eso era lo de menos. La conclusión les servía a quienes les interesaba contar con esas opiniones, aunque no fueran muy firmes.
Ahora parece desmontarse todo el castillo de naipes, tan falso como una moneda falsa, y veremos a dónde nos conduce la nueva visión de la realidad, si es que se confirma el cambio. Porque el sustrato de la forma de pensar de los que han venido defendiendo los errores anteriores no va a cambiar. Lo más probable es que traten de vestir una nueva política que siga beneficiando a los poderosos, causando un poco menos de dolor a los que se sigue queriendo que paguen los platos rotos por otros. Por ellos, claro.
El Presidente del Gobierno que no ha aprobado una sola medida para impulsar el empleo, ahora tiene la desfachatez de pedir paciencia.
La paciencia con los destructores del país, si alguna vez la tuvimos, hace tiempo que se nos acabó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario