El Tata Martino no confía en el estado físico de sus jugadores
El Eco
Martino, con gestio serio, durante un entrenamiento del Barça | EFE
El discurso de Gerardo, el Tata, Martino se viene repitiendo hasta la saciedad. Apenas cambia. Apenas varía. Los términos autocríticos se volatizan con facilidad. Apenas existen.
Sí, cierto es que después de caer contra el Ajax, el entrenador se mostró duro. Dijo que no le había gustado lo que había visto sobre el césped del Amsterdam Arena, pero apenas ni una palabra se escuchó sobre cuál era su responsabilidad en la derrota o la falta de intensidad de sus jugadores.
Algo parecido sucedió tras caer (otra vez) frente al Athletic de Bilbao. La sala de prensa del nuevo San Mamés escuchó al argentino hablar de unos grandes primeros 70 minutos.
Nadie entre los presentes le creía. Era imposible. El Barça no había jugado bien e incluso en la segunda parte no había tirado a puerta. Pero Martino no lo reflejó así. De nuevo cero autocrítica. Ni con él, ni con sus jugadores.
Sin embargo, en el lenguaje no verbal, ése que se demuestra con las acciones y los gestos sobre un terreno de juego, Martino sí que habló. Y lo hizo señalando a pesos pesados del vestuario blaugrana.
Dos en concreto. Xavi Hernández y Andrés Iniesta. Los dos fueron sustituidos como ocurrió en Amsterdam. Los dos salieron con cara de pocos amigos del campo e incluso el manchego tuvo que soportar algún improperio al que contestó desde el banquillo.
No. Martino no confía en ellos o mejor dicho, no confía en su físico. Y no es el primer jugador con el que el argentino se encuentra en fase de avanzado desgaste físico para su sorpresa. Sucede algo parecido con Cesc, Pedro, Busquets, Piqué o Puyol, en quien confiaba para reforzar la defensa sin necesidad de tener que realizar ningún fichaje.
Ocurrió en un mes de agosto en el que Martino apenas pudo hacer pretemporada (la gira asiática ya estaba planeada) y en la que sus conocimientos sobre el nivel de gasolina de sus jugadores eran escasos. Ahora sabe mejor de qué pasta está hecha su plantilla. Sabe que los suyos no pueden, por momentos, ni con las botas.
Un cansancio que le hace andar con pies de plomos en muchas alineaciones. Que le hizo rotar hasta la saciedad en el inicio del curso y que incluso le ha llevado al pecado de sustituir a Messi en dos partidos, algo que a 'La Pulga' no le gustó demasiado, pero que Martino creía necesario, como el tiempo luego demostró. Quizá incluso Leo tuvo que haberse sentado antes en el banco, pero eso son palabras mayores en un Camp Nou donde la palabra de su crack es palabra cuasi divina.
Mezcla de factores que hacen que Martino, por ahora, no atisbe demasiado autocrítica. Primero, porque cree que parte de las críticas que le caen suceden, como dijo en su día, por ser un paracaídista en medio del Camp Nou. Un entrenador que no es de la casa u holandés, usando su irónica reflexión. Además, entiende que en verdad el juego culé no es tan desastroso como hablan los titulares.
Y aunque es cierto que el Barça no juega bien, también entiende que parte de esa responsabilidad nace de las botas de sus jugadores y, sobre todo, de sus pulmones, incapaces ya de hacer los mismos recorridos de antaño por una suma de factores (edad, acumulación de partidos, falta de pretemporada) de los que no se siente del todo responsable.
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