Bob Dylan: la gira eterna del músico atemporal
PABLO MARTÍNEZ PITA @ABC_CULTURAL
Desde finales de los años 80, B
ob Dylan vive en la carretera, inmerso en lo que se ha denominado como «Never Ending Tour», a la búsqueda constante de nuevos públicos
Se dice que Buda tuvo una revelación debajo de un árbol. Bob Dylan la experimentó en la Piazza Grande de Locarno, en Suiza, en 1987. Se encontraba de gira con Tom Petty, y durante esos conciertos, él era consciente de que algo fallaba. Lo cuenta de manera bastante ilustrativa en su autobiografía incompleta, «Crónicas. Volumen 1»: «Mis interpretaciones se habían vuelto rutinarias, y la liturgia me aburría. Incluso en mis bolos con Petty, divisaba personas entre la multitud que parecían peleles de una barraca de tiro; no había conexión con ellos». En su cabeza ya empezaba a tomar forma la idea de buscarse una retirada digna. «Navegaba por inercia», explica.
Lo que ocurrió aquel 5 de octubre en la ciudad Suiza fue que se quedó sin habla. Mejor dicho, sin voz. Ningún sonido asomaba de su garganta. En lugar de sucumbir al pánico, que hubiera sido lo lógico, sacó fuerzas de sus entrañas y descubrió que allí dormía la bestia. Que no había desaparecido. «Inmediatamente, despegué a las alturas». Y ahí sigue.
«Pensé que pronto vería a Elvis», comentó Dylan tras su enfermedad
Diez años después de la experiencia suiza, comentaba lo siguiente en una entrevista en The New York Times: «A mucha gente no le gusta salir de gira, pero para mí es tan natural como respirar. Lo hago porque estoy hecho para ello. O lo odio o lo amo. Me mortifica estar en el escenario, pero también resulta que es el único sitio donde soy feliz. Es el único lugar donde puedes ser quien quieres ser. En la vida ordinaria no puedes. No me importa quién seas. La vida diaria te va a decepcionar».
«¡Judas!»
El año en que menos conciertos ofreció fue 2003, con un total de 98, más alguna aparición estelar; entre ellas, junto a Bruce Springsteen. Con él viajan, además de una banda con la que se siente seguro, sus viejas canciones, esas melodías que todo el mundo conoce, pero él disfraza de tal forma que al oyente le cuesta reconocer el estribillo. A su eterno viaje se han subido ocasionalmente otros artistas, como los Grateful Dead o Paul Simon. Solo paró la maquinaria en una ocasión, cuando en 1997, un día después de su 56 cumpleaños, tuvo que ser ingresado en un hospital por «histoplasmosis», una infección provocada por la inhalación de unas esporas llamadas «microconidios». La enfer-medad podía haber sido mortal. «Pensé que pronto vería a Elvis», comentó Dylan, que tuvo que permanecer de baja dos meses.
No es extraño que, en plenos años 80, Bob Dylan se aburriera
No es extraño que, en plenos años 80, el hombre que había provocadolas iras de sus propios seguidores, que había renegado de su condición de líder social o político, que había escrito canciones que movieron conciencias y cambiaron el mundo... se aburriera. Por aquel entonces, sus discos no eran precisamente grandes joyas.
Pero gracias a esa iluminación, Dylan recuperó la forma, no solo en lo que se refiere a sus conciertos. Porque sus últimos álbumes, desde «Time Out of Mind» (1997) hasta «Tempest» (2012), sí están a la altura de su leyenda.
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