O acabamos con la corrupción o acaba con nosotros
¿Se han fijado que si cogen una lista de los países más pobres del mundo y ponen a su lado otra de los más corruptos la relación es muy proporcional? ¿Y que también ocurre lo mismo con los más ricos y los menos corruptos? Dinamarca es el país menos corrupto del mundo y el sexto en renta per cápita, mientras que Corea del Norte y Sudán son los más corruptos y su renta per cápita pueden hacerse una idea de cuál es. Claro que hay excepciones, pero de las que confirman la regla.
También es cierto que el proceso que lleva de más corrupción a menos renta per cápita no es rápido ni automático. España no ha caído tanto en su renta per cápita como ha aumentado su nivel de corrupción. Obviamente, no vamos a bajar del puesto número 25 que tenemos actualmente en renta per cápita al 59 que tenemos por corrupción, pero la tendencia de los últimos años es clara. Y mucho me temo que si no hacemos algo muy serio al respecto la tendencia va a seguir ese desgraciado e inmerecido camino. Aunque nos vaya la picaresca, no nos merecemos estar al nivel de corrupción de Turquía o Eslovenia, que es donde estamos “clasificados”.
No suelo hablar de política. Me gusta, pero no me pagan para eso. Mi trabajo es la estrategia financiera, no la política. Pero estamos ante una situación excepcional. Estamos llegando a un punto en el que el factor político, en concreto la corrupción, empieza a tomar un peso muy importante -y muy preocupante- en todo lo que afecta al bolsillo, desde el diseño de una cartera de inversión a largo plazo, el plantearse abrir un negocio, hacer previsiones económicas o simplemente el cada día mayor nivel de impuestos que pagamos para cubrir lo que se va por esa alcantarilla. Insisto: no a corto plazo, pero sí a medio y largo plazo
¿Les parece exagerado? Pues piensen en algo que yo no creo –espero– que se vaya a producir, pero que tampoco es tan descabellado: imagínense que, gracias al hartazgo ciudadano y a que quien sabe aprovecharlo es la izquierda –especialmente la ultraizquierda- en las próximas elecciones la suma de votos de Podemos y del PSOE permitiera formar un gobierno de coalición entre ambos (y si hace falta Izquierda Unida, seguro que no ponen muchos reparos). Por supuesto que durante la campaña es lo último que admitirán, pero seamos realistas: un político, como vea que puede tocar, no ya poder, sino gobierno, ya verán que rápido y en aras al progreso, la regeneración y bla, bla, bla se pone de acuerdo hasta con el diablo para gobernar.
Estamos llegando a un punto en el que el factor político, en concreto la corrupción, empieza a tomar un peso muy importante -y muy preocupante- en todo lo que afecta al bolsilloLos de Podemos dirán que su sacrificio es necesario para cambiar el sistema desde dentro y siempre será mejor que un gobierno de derechas –aunque yo ya no sé muy bien que es eso en España- y a los del PSOE no parece preocuparles que les vean como un partido de izquierdas, más bien al contrario, así que desgraciadamente no es un escenario imposible. Yo creo que al final reinará la cordura y que no es lo mismo el pataleo de la votación al Parlamento Europeo –que como los ciudadanos no entienden para qué sirve lo usan como forma de voto de queja– que poner de ministro de economía a Pablo Iglesias, pero si ocurriera, tengan la seguridad de que afectaría a nuestro bolsillo. Y mucho. Y si no hacemos nada, si no es ahora, será más adelante.
Para empezar, volveríamos a primas de riesgo de la época de Zapatero. Por su parte, las subidas de impuestos que vendrían de inmediato serían la lluvia sobre el mojado del “palo” que les ha metido el gobierno actual a las clases medias y medias altas. Y aquí un gobierno “de derechas” considera rica a una unidad familiar cuyos contribuyentes ganen 'conjuntamente' más de 60.000 euros al año. Así que, si ahora se consume poco y por eso crecemos de forma anémica, imagínense una España no ya extorsionada, sino directamente expoliada. No quiero seguir por ese camino porque no quiero amargarles el fin de semana y porque lo que pretendo es aportar desde “este mi blog” ideas y esperanza. Porque, en el fondo, no es tan complicado renovar esta clase política y hacerlo desde dentro, como dice Luis Torras (@TorrasLuis). Cambiar el sistema entero sería mucho más traumático y caro que lo que yo les voy a proponer y que, en cierta medida, ya apuntaba hace tiempo en “Doble Paga, Doble Pena”.
Un buen ejemplo del problema que supone pagar mal a los políticos lo tenemos en lo que me comentó precisamente un político. Recién ganadas las elecciones le propusieron un alto cargo a un alto ejecutivo. El ejecutivo, con un buen historial -un tipo brillante- inicialmente dijo que sí. No hablamos de un cargo cualquiera y supongo que, en un principio, se vio tentado por el prestigio, el oropel, los contactos para el futuro, etc. Pero esa misma noche llamó al político y le dijo que lo había hablado con su mujer, a la que le había explicado lo maravilloso que era que le ofrecieran algo así, pero que, eso sí: iba a cobrar la mitad. La mujer le dijo literalmente si era tonto –dijo algo peor, pero no lo puedo poner aquí– y que si había pensado en cómo iban a pagar los gastos corrientes de casa, los colegios privados, al servicio, etc., con la mitad del sueldo. El ejecutivo le dijo al político que gracias, pero no gracias.
Lo más interesante es que pagar mejor a los –nuevos- políticos no nos costaría un duro a los contribuyentes: sobran tantos y hay tantos cargos duplicados en la Administración, y tanto pesebre –empezando por el Senado- que si redujéramos a la mitad el número de políticos no pasaría nada. Hasta sería bueno: habría menos corrupción, por pura matemática. Y con el dinero sobrante pagaríamos estupendamente a los que quedaran que, gracias a la ley de la selva y la selección natural, serían mucho mejores que los actuales. Y más listos, con lo que se tomarían en serio que pendería sobre ellos la espada de Damocles de la Doble Pena Automática por delitos económicos.
Si te gusta la política, ganas más o menos lo mismo que ganarías en la empresa privada y encima tienes un cargo de cierto prestigio y puedes establecer contactos –legítimos- para el futuro, y sabes que si te pillan con la mano en la caja o traficando influencias te cae un buen “puro” sí o sí, hay que ser o muy ladrón o muy tonto para hacerlo. Claro que habrá excepciones, pero serían eso, excepciones, no la regla, como ahora.
Finalmente, si están indignados pero tienen más de cuarenta años, eso no significa que no puedan patalear. El pataleo en los medios y las redes sociales ha llevado a Podemos a donde está. Yo tengo más de cuarenta –bastante más- y estoy en Twitter (@AlvargonzalezV). Cualquiera puede patalear en las redes sociales y decir algo tipo “mi voto a cambio de lucha sin trucos ni paliativos contra la corrupción”. Digo yo que algún líder político listo se percataría de la base de votos que puede suponer eso. En serio: cualquiera se puede abrir una cuenta en Twitter y patalear o “seguir” a los que patalean. Hacerse seguidor de quien pide medidas drásticas, realistas y sin hipocresía convierte una idea así en una idea muy poderosa. Es lo bueno de Internet. Y los políticos son duros de oído, pero no sordos.
Lo más interesante es que pagar mejor a los –nuevos- políticos no nos costaría un duro a los contribuyentes: sobran tantos y hay tantos cargos duplicados en la Administración, y tanto pesebre –empezando por el Senado- que si redujéramos a la mitad el número de políticos no pasaría nadaEl Gobierno sí que “podía” -“Yes, they could” (have done it)-. Podría haber regenerado el sistema con medidas drásticas de este tipo. Con una mayoría absoluta a todos los niveles, podría haber tomado todas las medidas que yo propongo u otras mejores, que seguro que las hay. No lo ha hecho. Pero está a tiempo de hacerlo. Mucha gente de centro y centro derecha estaría dispuesta a perdonar que nos haya hecho trabajar más de la mitad del año para su estado gordo y glotón, al que no ha querido poner a régimen, o su tibieza –por decirlo amablemente– con la corrupción, en general y en su partido.
Nadie en su sano juicio quiere un gobierno en el que Podemos tenga la mitad de las carteras –imaginen: economía, educación,... Miedo da-, pero tampoco pueden votar a su partido “natural” porque no les ha devuelto lo que les ha quitado, se jacta en el Parlamento de que sus votantes casi no van a notar la reforma fiscal y en un proceso alucinógeno cree que va a sacar votos del centro izquierda y que los de centro derecha están garantizados. Eso ocurrió en Madrid, pero la labor, los resultados y la popularidad de los que lo consiguieron (Aguirre y Gallardón) no tiene nada que ver con la del gobierno actual. Y estos dos últimos supieron ganarse votos de centro izquierda sin machacar a su base de centro y centro derecha.
Finalmente, los nuevos: ciudadanos, UPyD, etc. Tienen un enorme activo a favor: no representan radicalidad y no han tenido tiempo de corromperse. Que hagan un programa que impida la tentación de hacerlo en el futuro. Tienen gente valida, pero me temo que se equivocan cuando alguno de ellos predica que un político tiene que vivir del aire y del amor al país. Eso no va a funcionar y no ha funcionado, y el resultado es lo que estamos viendo. Yo modestamente les sugiero que propongan realismo y evitar la hipocresía, y que vayan a medidas del estilo de las que propongo más arriba. Mucha gente –yo el primero– queremos votar a gente capaz y honesta. Y no tenemos ningún problema en que se les pague acorde a su nivel. A mí me da más miedo uno que viene diciendo que lo hace por espíritu de servicio que uno que con dos narices que dice que lo hace porque le gusta la política y encima le pagan bien.
Pues si el segundo nos va a evitar la incompetencia o la mediocridad o directamente el latrocinio a que estamos acostumbrados, adelante con los faroles. Cuando yo era empresario prefería mil veces un empleado bueno y comprometido, aunque fuera un poco más caro, que uno mediocre pero barato. Pues lo mismo para llevar mi país. Ya no tengo edad para tonterías. Pero lo peor es que el país tiene mucho por delante y como no vayamos a por ella, la corrupción irá a por nosotros. Y a estas alturas no valen medias tintas. Esto ya es de órdago. En el sentido literal de la palabra. Órdago a la corrupción con realismo y dejando la hipocresía a un lado, que si no seguiremos teniendo dirigiendo nuestro destino a lo peor de cada casa porque lo mejor quiere ser ejecutivo, arquitecto, abogado, etc., etc. Pero nunca político, Y hace tiempo que dejar en manos de esta gente la res publica nos está costando una pasta. Miren su IRPF, el IVA, los impuestos que meten en el recibo de la luz, en la gasolina, ¿no creen que ha llegado la hora de encarar esto sin prejuicios?
¡¡Buen “finde”!!
También es cierto que el proceso que lleva de más corrupción a menos renta per cápita no es rápido ni automático. España no ha caído tanto en su renta per cápita como ha aumentado su nivel de corrupción. Obviamente, no vamos a bajar del puesto número 25 que tenemos actualmente en renta per cápita al 59 que tenemos por corrupción, pero la tendencia de los últimos años es clara. Y mucho me temo que si no hacemos algo muy serio al respecto la tendencia va a seguir ese desgraciado e inmerecido camino. Aunque nos vaya la picaresca, no nos merecemos estar al nivel de corrupción de Turquía o Eslovenia, que es donde estamos “clasificados”.
No suelo hablar de política. Me gusta, pero no me pagan para eso. Mi trabajo es la estrategia financiera, no la política. Pero estamos ante una situación excepcional. Estamos llegando a un punto en el que el factor político, en concreto la corrupción, empieza a tomar un peso muy importante -y muy preocupante- en todo lo que afecta al bolsillo, desde el diseño de una cartera de inversión a largo plazo, el plantearse abrir un negocio, hacer previsiones económicas o simplemente el cada día mayor nivel de impuestos que pagamos para cubrir lo que se va por esa alcantarilla. Insisto: no a corto plazo, pero sí a medio y largo plazo
¿Les parece exagerado? Pues piensen en algo que yo no creo –espero– que se vaya a producir, pero que tampoco es tan descabellado: imagínense que, gracias al hartazgo ciudadano y a que quien sabe aprovecharlo es la izquierda –especialmente la ultraizquierda- en las próximas elecciones la suma de votos de Podemos y del PSOE permitiera formar un gobierno de coalición entre ambos (y si hace falta Izquierda Unida, seguro que no ponen muchos reparos). Por supuesto que durante la campaña es lo último que admitirán, pero seamos realistas: un político, como vea que puede tocar, no ya poder, sino gobierno, ya verán que rápido y en aras al progreso, la regeneración y bla, bla, bla se pone de acuerdo hasta con el diablo para gobernar.
Estamos llegando a un punto en el que el factor político, en concreto la corrupción, empieza a tomar un peso muy importante -y muy preocupante- en todo lo que afecta al bolsilloLos de Podemos dirán que su sacrificio es necesario para cambiar el sistema desde dentro y siempre será mejor que un gobierno de derechas –aunque yo ya no sé muy bien que es eso en España- y a los del PSOE no parece preocuparles que les vean como un partido de izquierdas, más bien al contrario, así que desgraciadamente no es un escenario imposible. Yo creo que al final reinará la cordura y que no es lo mismo el pataleo de la votación al Parlamento Europeo –que como los ciudadanos no entienden para qué sirve lo usan como forma de voto de queja– que poner de ministro de economía a Pablo Iglesias, pero si ocurriera, tengan la seguridad de que afectaría a nuestro bolsillo. Y mucho. Y si no hacemos nada, si no es ahora, será más adelante.
Para empezar, volveríamos a primas de riesgo de la época de Zapatero. Por su parte, las subidas de impuestos que vendrían de inmediato serían la lluvia sobre el mojado del “palo” que les ha metido el gobierno actual a las clases medias y medias altas. Y aquí un gobierno “de derechas” considera rica a una unidad familiar cuyos contribuyentes ganen 'conjuntamente' más de 60.000 euros al año. Así que, si ahora se consume poco y por eso crecemos de forma anémica, imagínense una España no ya extorsionada, sino directamente expoliada. No quiero seguir por ese camino porque no quiero amargarles el fin de semana y porque lo que pretendo es aportar desde “este mi blog” ideas y esperanza. Porque, en el fondo, no es tan complicado renovar esta clase política y hacerlo desde dentro, como dice Luis Torras (@TorrasLuis). Cambiar el sistema entero sería mucho más traumático y caro que lo que yo les voy a proponer y que, en cierta medida, ya apuntaba hace tiempo en “Doble Paga, Doble Pena”.
- Tenemos un arma: el voto. Lo más probable es que, con la que está cayendo, haya partidos que incluyan en su programa acciones drásticas contra la corrupción. Por poco que piensen, saben que podrían reportarles muchos votos. Hasta ahora sólo se ha percatado la ultraizquierda, pero hay que acabar con la idea de que un partido de derechas o de centro no debe ser agresivo contra la corrupción. La corrupción no tiene color político. Es un cáncer que se debe extirpar, no una cuestión ideológica.
- Cuando hablo de acciones drásticas no hablo de cosas como “leyes de transparencia” etc. El dinero procedente de la corrupción no está en las declaraciones de bienes de los políticos corruptos. Hay que ser inocente para pensar que ese dinero va a aparecer en el IRPF o en esas declaraciones. El dinero del “corruto” está a nombre de testaferros y en paraísos fiscales. Eso ha quedado más que demostrado. Que Hacienda dedique más inspectores a eso y menos a perseguir autónomos y gente con nómina.
- Sin un poder judicial totalmente independiente, no hay forma de que se haga justicia. Cierta -y afortunadamente- muchos jueces van a donde hay que ir, pero al final hablamos de “aforrados” -perdón, aforados-, y todos sabemos que las últimas instancias judiciales están politizadas, por decirlo suavemente. Por eso no hay todavía “corrutos” en la cárcel o son muy pocos. Y básicamente son los que aceptaron ser cabeza de turco a cambio de un futuro mejor o los que rompieron la “omertá”.
- Los legisladores deberían dotar a ese poder judicial de leyes totalmente imposibles de manipular por las defensas de los corruptos. Un ejemplo claro de hasta qué punto eso es posible y ya existe es la parte de la ley contra la violencia de género que duplica automáticamente la pena si el agresor es del sexo masculino porque juega con la ventaja de su mayor poderío físico. No voy a entrar en si eso es justo o no –eso sí que no es mi negociado-, pero creo que todos estamos de acuerdo en que al político le es mucho más fácil meter mano en la caja pública que al común de los ciudadanos. Doble pena automática en delitos económicos perpetrados por políticos.
- Tenemos que abandonar la hipocresía. Y esto es casi el punto más importante. La ideología –y no digamos lo del “servicio público"- cada vez brilla más por su ausencia en la política y, además, cada día es más importante la gestión. Como nos parece mal que un político gane un buen sueldo, porque se supone que lo hace por ideología y servicio público, y porque va en coche oficial, pues la gente se lleva las manos a la cabeza cuando algunos –pocos– proponemos que la política esté bien pagada. Un país avanzado es cada vez más parecido a una empresa. Las políticas económicas o sociales no difieren tanto entre unos u otros partidos. Vean si no al PP, que ha realizado una subida de impuestos que ni Izquierda Unida hubiera imaginado y no crean, no ha bajado en paralelo el tamaño de nuestro elefantiásico estado. Dejémonos de hipocresía: si queremos buenos gestores, tendremos que pagarlos. Porque si no, o vendrá el que no tiene otro sitio donde meterse –como es el caso – o vendrá uno a ver lo que pilla –como también son muchos los casos-. Y en lo que “pilla” incluyo esos casos de políticos con mil cargos y que están en los consejos de “administración” (sic) de varias empresas públicas.
Un buen ejemplo del problema que supone pagar mal a los políticos lo tenemos en lo que me comentó precisamente un político. Recién ganadas las elecciones le propusieron un alto cargo a un alto ejecutivo. El ejecutivo, con un buen historial -un tipo brillante- inicialmente dijo que sí. No hablamos de un cargo cualquiera y supongo que, en un principio, se vio tentado por el prestigio, el oropel, los contactos para el futuro, etc. Pero esa misma noche llamó al político y le dijo que lo había hablado con su mujer, a la que le había explicado lo maravilloso que era que le ofrecieran algo así, pero que, eso sí: iba a cobrar la mitad. La mujer le dijo literalmente si era tonto –dijo algo peor, pero no lo puedo poner aquí– y que si había pensado en cómo iban a pagar los gastos corrientes de casa, los colegios privados, al servicio, etc., con la mitad del sueldo. El ejecutivo le dijo al político que gracias, pero no gracias.
Lo más interesante es que pagar mejor a los –nuevos- políticos no nos costaría un duro a los contribuyentes: sobran tantos y hay tantos cargos duplicados en la Administración, y tanto pesebre –empezando por el Senado- que si redujéramos a la mitad el número de políticos no pasaría nada. Hasta sería bueno: habría menos corrupción, por pura matemática. Y con el dinero sobrante pagaríamos estupendamente a los que quedaran que, gracias a la ley de la selva y la selección natural, serían mucho mejores que los actuales. Y más listos, con lo que se tomarían en serio que pendería sobre ellos la espada de Damocles de la Doble Pena Automática por delitos económicos.
Si te gusta la política, ganas más o menos lo mismo que ganarías en la empresa privada y encima tienes un cargo de cierto prestigio y puedes establecer contactos –legítimos- para el futuro, y sabes que si te pillan con la mano en la caja o traficando influencias te cae un buen “puro” sí o sí, hay que ser o muy ladrón o muy tonto para hacerlo. Claro que habrá excepciones, pero serían eso, excepciones, no la regla, como ahora.
Finalmente, si están indignados pero tienen más de cuarenta años, eso no significa que no puedan patalear. El pataleo en los medios y las redes sociales ha llevado a Podemos a donde está. Yo tengo más de cuarenta –bastante más- y estoy en Twitter (@AlvargonzalezV). Cualquiera puede patalear en las redes sociales y decir algo tipo “mi voto a cambio de lucha sin trucos ni paliativos contra la corrupción”. Digo yo que algún líder político listo se percataría de la base de votos que puede suponer eso. En serio: cualquiera se puede abrir una cuenta en Twitter y patalear o “seguir” a los que patalean. Hacerse seguidor de quien pide medidas drásticas, realistas y sin hipocresía convierte una idea así en una idea muy poderosa. Es lo bueno de Internet. Y los políticos son duros de oído, pero no sordos.
Lo más interesante es que pagar mejor a los –nuevos- políticos no nos costaría un duro a los contribuyentes: sobran tantos y hay tantos cargos duplicados en la Administración, y tanto pesebre –empezando por el Senado- que si redujéramos a la mitad el número de políticos no pasaría nadaEl Gobierno sí que “podía” -“Yes, they could” (have done it)-. Podría haber regenerado el sistema con medidas drásticas de este tipo. Con una mayoría absoluta a todos los niveles, podría haber tomado todas las medidas que yo propongo u otras mejores, que seguro que las hay. No lo ha hecho. Pero está a tiempo de hacerlo. Mucha gente de centro y centro derecha estaría dispuesta a perdonar que nos haya hecho trabajar más de la mitad del año para su estado gordo y glotón, al que no ha querido poner a régimen, o su tibieza –por decirlo amablemente– con la corrupción, en general y en su partido.
Nadie en su sano juicio quiere un gobierno en el que Podemos tenga la mitad de las carteras –imaginen: economía, educación,... Miedo da-, pero tampoco pueden votar a su partido “natural” porque no les ha devuelto lo que les ha quitado, se jacta en el Parlamento de que sus votantes casi no van a notar la reforma fiscal y en un proceso alucinógeno cree que va a sacar votos del centro izquierda y que los de centro derecha están garantizados. Eso ocurrió en Madrid, pero la labor, los resultados y la popularidad de los que lo consiguieron (Aguirre y Gallardón) no tiene nada que ver con la del gobierno actual. Y estos dos últimos supieron ganarse votos de centro izquierda sin machacar a su base de centro y centro derecha.
Finalmente, los nuevos: ciudadanos, UPyD, etc. Tienen un enorme activo a favor: no representan radicalidad y no han tenido tiempo de corromperse. Que hagan un programa que impida la tentación de hacerlo en el futuro. Tienen gente valida, pero me temo que se equivocan cuando alguno de ellos predica que un político tiene que vivir del aire y del amor al país. Eso no va a funcionar y no ha funcionado, y el resultado es lo que estamos viendo. Yo modestamente les sugiero que propongan realismo y evitar la hipocresía, y que vayan a medidas del estilo de las que propongo más arriba. Mucha gente –yo el primero– queremos votar a gente capaz y honesta. Y no tenemos ningún problema en que se les pague acorde a su nivel. A mí me da más miedo uno que viene diciendo que lo hace por espíritu de servicio que uno que con dos narices que dice que lo hace porque le gusta la política y encima le pagan bien.
Pues si el segundo nos va a evitar la incompetencia o la mediocridad o directamente el latrocinio a que estamos acostumbrados, adelante con los faroles. Cuando yo era empresario prefería mil veces un empleado bueno y comprometido, aunque fuera un poco más caro, que uno mediocre pero barato. Pues lo mismo para llevar mi país. Ya no tengo edad para tonterías. Pero lo peor es que el país tiene mucho por delante y como no vayamos a por ella, la corrupción irá a por nosotros. Y a estas alturas no valen medias tintas. Esto ya es de órdago. En el sentido literal de la palabra. Órdago a la corrupción con realismo y dejando la hipocresía a un lado, que si no seguiremos teniendo dirigiendo nuestro destino a lo peor de cada casa porque lo mejor quiere ser ejecutivo, arquitecto, abogado, etc., etc. Pero nunca político, Y hace tiempo que dejar en manos de esta gente la res publica nos está costando una pasta. Miren su IRPF, el IVA, los impuestos que meten en el recibo de la luz, en la gasolina, ¿no creen que ha llegado la hora de encarar esto sin prejuicios?
¡¡Buen “finde”!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario