Candidato de Podemos a la presidencia del Principado
"No queremos pactos para garantizar sillones, sino propuestas que cambien la vida cotidiana de la gente"
Emilio León se ha movido mucho para llegar a donde está. Se licenció en Físicas, tiene acreditación universitaria para ser investigador en historia y análisis social, ha estudiado y trabajado en Francia y la lista de causas sindicales y organizaciones sociales en las que se ha involucrado es muy larga. A los 37 años, nacido en Gijón pero vecino de Oviedo, es candidato a la presidencia de Asturias y una de las referencias de Podemos en Asturias. El nuevo partido es coral, pero León siempre aparece en todas la iniciativas. Muchos llevaban meses vaticinando que sería el preferido de los simpatizantes y así ha sido. Añora un poco de tiempo libre y los días en que no tenía que tomarse un café tras otro en reuniones internas y encuentros con la prensa como este.
MARTES 07 DE ABRIL DE 2015
¿Por qué entra en usted en política y quiere ser presidente del Principado?
Ninguna persona normal se levanta un buen día y quiere ser presidente del Principado. A esa situación nos lleva la necesidad de dar un paso en un momento de emergencia social. No queda otra que intentarlo. Es un trabajo de grupo, aunque al final alguien tiene que encabezar la lista y poner voz a nuestros planteamientos. Ha sido un trabajo muy coral y tanto para mí como para el resto de la candidatura será un orgullo representar a la ciudadanía en el Parlamento, a sabiendas de la responsabilidad que supone.
Podemos sale a ganar las elecciones. También salía en Andalucía. ¿No se pone de esa manera unas expectativas tan altas que permiten interpretar como fracasos resultados que objetivamente no están tan mal?
Algunas expectativas las generan los medios de comunicación con sondeos que están no tanto para recoger la opinión de la gente como para orientarla. A veces parece que se quiere hinchar el globo para que suene más fuerte al explotarlo. En el caso de Podemos, lo que vemos altos son los niveles de necesidad, que hacen que la gente desee unos resultados todavía mejores. Es verdad que, objetivamente hablando, en Andalucía ha triplicado sus votos con respecto a las elecciones europeas y que, en conjunto, PSOE y PP pierden del orden de 700.000 votos. Son buenos resultados, a pesar de que Podemos tuvo poco tiempo para estructurarse. Hay unas ganas importantes de cambio. Otros llevan décadas haciendo promesas cada cuatro años y defraudando. De quienes llevan tanto tiempo instalados en el fraude electoral no aceptamos críticas que digan que podemos decepcionar.
Empieza a cundir la idea de que Podemos ha tocado techo antes de llegar a las elecciones. Supongo que usted no estará de acuerdo. ¿Qué expectativas tiene?
En la medida en que existan los motivos que nos llevaron inicialmente a salir a las calles y después a convertirnos en instrumento de participación en el ámbito institucional va a existir el movimiento que llamamos Podemos, y va a seguir adelante. No parece que eso vaya a desaparecer. Las tasas de pobreza y exclusión social en Asturias no han disminuido en los últimos años, el paro ha aumentado y la deuda ha aumentado a razón de un millón de euros por cada día de gobierno de Javier Fernández. Por lo tanto, no han cambiado las necesidades objetivas ni creo que hayamos crecido con demasiada antelación ni que hayamos generado unas expectativas que no van a cumplirse. Lo que sí creemos es que la gente no va a dejar de aprovechar la oportunidad de un cambio en el mapa electoral y de que, por fin, el PP y el PSOE dejen de gobernar en Asturias.
Ahora que los menciona, ¿cuánto hay en Podemos de hijo de eso dos partidos, de fruto de los errores que han cometido con los años?
El fenómeno de Podemos tiene que ver con la crisis del bipartidismo, pero no solo con ella. Hay una crisis profunda de régimen, los acuerdos de 1978 han saltado –o lo han hecho saltar— por los aires porque una minoría social no ha respetado esos consensos creados hace más de 30 años. A través de ellos se generaron avances importantes, pero ahora mismo están en quiebra. Hay toda una serie de necesidades sociales que no están satisfechas y es necesario repensarlas. Podemos, en ese sentido, conecta con el anhelo mucho más amplio de volver a decidir cómo nos gustaría que fuese el país en el que vivimos.
¿El problema estuvo en el contenido de esos acuerdos o está en la manera en que se han aplicado en estos años?
El marco de la Constitución de 1978 tiene unos límites desde su inicio, eso está claro. Es el resultado de una transición marcada por una dictadura feroz que había recortado los derechos de la población. Suponía, en todo caso, avances importantes en muchos sentidos. Con el tiempo, no se han aprovechado al máximo las posibilidades que ofrecía, ni tampoco su marco normativo. Hoy, ante la magnitud de la crisis que estamos viviendo, que en Asturias se prolonga ya décadas, toca repensarla y volver a generar cohesión social a partir de acuerdos debatidos democráticamente.
¿Hasta dónde quiere llevar Podemos la Constitución de 1978 o qué reformaría en el caso de redactar una nueva?
Es necesario constitucionalizar los derechos sociales. No pueden quedarse simplemente como letra muerta, o como carta a los Reyes Magos de la que finalmente no se hace uso. Hay que grabar a fuego esos derechos que se han vulnerado, eso lo primero. Después, viene dar marcha atrás a reformas implementadas en los últimos años, y en especial la del artículo 135, que condiciona toda la política económica y social al pago de los intereses de una deuda ilegítima que hay que revisar.
Proponen ustedes un rescate ciudadano que, si llegan a gobernar, aplicarían en sus primeros cien días. ¿Qué incluye?
Planteamos una visión integral, un paquete de medidas en tres pasos. El primero es una auditoría de la deuda. Nosotros la llamamos I+D+I, investigación de una deuda impresentable. De ahí tienen que salir los recursos para financiar las medidas alternativas. El segundo paso: el rescate ciudadano, que atiende a las necesidades básicas, a lo que hace posible una sociedad digna de ese nombre. Ahí es donde entramos en cuestiones tan básicas como las ayudas de emergencia, el derecho al empleo, el fin de la pobreza energética, que la gente pueda comer al final del día… Son cuestiones básicas, no podemos consentir que Asturias siga a la cola de los indicadores sociales europeos. Y queda el tercer paso: un proyecto con visión a largo plazo. Cuando hablamos de Asturias 2030, es porque no valen medidas que solo tengan en cuenta el presente. Ya hemos vivido bastantes políticas cortoplacistas que solo tienen en cuenta el ciclo electoral y que, al final, suponen malas inversiones.
Hacen mucho hincapié en la deuda. ¿Por qué quieren levantar las alfombras, según su propia expresión? ¿Esperan encontrar irregularidades, lo que sería una acusación grave?
En Asturias hay suficiente riqueza para desplegar otro tipo de políticas. Se han empleado mal los fondos disponibles. Los fondos mineros son un buen ejemplo de lo que no hay que hacer con el dinero de todos y de todas. A partir de ahí, basta echar un vistazo al mapa de la corrupción. Nos encontramos con políticos autonómicos se entienden con Igrafo y Almacenes Pumarín, o con políticos locales que se reúnen en Las Caldas para privatizar el agua, que es todos, en el caso Aquagest. Nos encontramos con un expresidente de la patronal condenado por fraude fiscal por no declarar el IVA de su empresa. Nos encontramos con supuestos líderes sindicales que no se han dedicado a defender los derechos de los trabajadores, sino a llenarse los bolsillos. La corrupción y el desvío de fondos públicos forman parte de las redes clientelares que se han consolidado en estos años. De ahí aparecerá el dinero que vamos a necesitar para hacer otras políticas. Simplemente con hacer buen uso de lo que ya hay, se pueden hacer cosas muy diferentes. Y Podemos podría demostrarlo en sus primeros cien días de gobierno.
Han denunciado ustedes la ampliación de El Musel. ¿Dónde creen que ha ido el dinero, dónde ven el delito?
Como en otras grandes infraestructuras diseñadas sin seguir criterios técnicos ni sociales, sin consultar a la población, se han tomado decisiones erróneas que implicaban sobrecostes. Sobrecostes que se conocían desde el principio. Ese dinero, en no pocas ocasiones, estamos convencidos de ello, ha ido a parar no solo a los responsables institucionales –los corruptos—, sino también a los corruptores: grandes empresas de la construcción que alimentaron la burbuja inmobiliaria y ahora se benefician de las políticas austericidas que se aplican.
En la Junta General ha habido muchas comisiones de investigación: El Musel, Cogersa, el caso Villa. ¿Qué nota les pone?
Existen resortes en las instituciones para investigar y establecer otra auditoría: la de la democracia. Es necesario encontrar la responsabilidad política y la penal donde corresponda, aunque de esa se encarga la justicia, de ese tipo de despropósitos. Pero hace falta más voluntad política. Está claro que no se van a investigar a sí mismos quienes cometieron el delito. Es una supuesta regeneración democrática puramente cosmética. Ninguna de las grandes medidas prometidas por el Gobierno del PSOE –en coalición con Izquierda Unida y UPyD en un momento determinado— ha salido adelante: ni la ley de Buen Gobierno, ni la de Transparencia, ni la reforma electoral. El cambio no va a venir de la mano de quienes se han pasado desmantelando Asturias los últimos treinta años. Por eso es necesario que la ciudadanía se ponga al frente de las iniciativas.
¿Deben cambiar cosas, quizá el reglamento de la Junta General, para que el Parlamento asturiano sea más ágil en estos casos?
Como formación, Podemos intenta ser transparente, de cristal. Nos gustaría que esa cultura política llegase también a las instituciones en las que estemos. Creemos que en esas instituciones de todos tiene que haber muchos ojos y pocas manos. Necesitamos transparencia no solo en la contabilidad, y baste fijarse aquí en la opacidad de los gastos parlamentarios y de otros tipos, sino también en la toma de decisiones. No se trata de abrumar a la población con volúmenes de información que no pueda manejar, pero sí de facilitarle los elementos sobre las decisiones que se toman. En el caso Villa hemos visto cómo es posible sepultar una comisión a base de una cantidad de papeles imposible de gestionar. La información es importante, porque sin ella no hay democracia, pero necesitamos también deliberación y toma de decisiones. Cuando esas tres cosas no están conectadas, se abren vías a la corrupción y a la desconexión con las instituciones.
¿El caso Villa ha sido combustible para el crecimiento de Podemos?
No nos importa lo que ayude a Podemos, sino lo que ayude a cambiar las cosas. Podemos es, simplemente una herramienta para el cambio, una palanca más. El caso Villa representa un paso más allá en la quiebra del régimen de 78, en el papel social de los sindicatos. Estos casos lo cuestionan. Creemos que son necesarios sindicatos fuertes, capaces de defender los derechos de todos, así que es doloroso ver investigado a un líder por las razones que han afectado a José Ángel Fernández Villa. Eso pone en cuestión todo el relato sobre la cohesión social que ofrecían esas figuras y puede favorecer que la gente se anime a dar un paso en más ámbitos que el institucional.
¿Encaja ese sindicalismo más combativo en el modelo de concertación social, de pactos entre los sindicatos, la patronal y el Gobierno, que se ha aplicado en Asturias en los últimos años para orientar las políticas económicas y las inversiones?
A la luz de los resultados, la concertación no ha favorecido a la mayoría social como debería. Hay cosas que mejorar en ese modelo, pero, por supuesto, las reivindicaciones son perfectamente compatibles con la negociación y con el diálogo entre diversos sectores sociales. Pero sin restringirlos a las grandes centrales sindicales y las grandes empresas. Nosotros vemos una Asturias mucho más plural en la que algunos sectores, ahora infrarrepresentados, deberían tener voz y visibilidad.
Algunos sectores reclaman a Podemos que tome partido sin dudas sobre la oficialidad del asturiano. ¿Qué dirá el programa electoral sobre ese punto concreto?
Como en el resto de medidas, estamos elaborando una propuesta que será sometida a referéndum. Tiene que quedar muy claro que no ponemos en cuestión la defensa de ningún derecho básico, y en eso están incluidos los derechos lingüísticos. No se somete a votación si hay que hablar o no en asturiano, como no se someten a votación los derechos de las mujeres. Somos tajantes con los derechos humanos y ese es el punto de partida de la elaboración del programa. A lo que le dedicamos tiempo y lo que más nos preocupa es qué medidas se pueden tomar en el marco actual, a corto y a largo plazo, para revertir una situación en la que el asturiano ha sido marginado y claramente existen ciudadanos que no pueden ejercer sus derechos. Ese es nuestro compromiso sin ambages. La formulación concreta llegará con el resto del programa y será refrendada en ese proceso. Creo que es un debate artificial. Toda la gente comprometida con la defensa de los derechos lingüísticos quedará satisfecha con la redacción final, estamos convencidos de eso.
La duda es sencilla: ¿Apoyan la oficialidad o no?
Mi opinión personal: en el escenario de una reforma estatutaria, que es donde tiene sentido recoger una reivindicación como la oficialidad, habría que incluir muchos derechos. De la misma manera que hablamos de revisar el bagaje de la Constitución de 1978, en el caso de Asturias toca una reforma consensuada del Estatuto de Autonomía. En ese marco, hay que oficializar muchos dineros: la vivienda, unos ingresos mínimos que garanticen la subsistencia, el empleo digno… Ahí, por supuesto, tiene cabida el reconocimiento de la lengua asturiana como corresponde. En el actual marco jurídico, eso se asocia a la oficialidad del asturiano. Pero estamos hablando de una reforma estatutaria que no depende única y exclusivamente de Podemos. Lo que nos preocupa y vamos a someter a discusión es las medidas concretas del rescate ciudadano, donde es clave la dignidad de los ciudadanos.
Son reformas de mucho calado…
Requieren tres quintos de la cámara.
A eso iba. Ningún partido puede acometerlas en solitario, por muy bien que le vaya en las elecciones, y eso lleva a hablar de pactos. ¿Qué socios puede imaginarse en un Parlamento muy plural?
Podemos, en el caso de ganar las elecciones, llevará sus propuestas e intentará gobernar con el apoyo y el voto de quienes entiendan la responsabilidad social en un escenario de emergencia social. Ese panorama abierto en el Parlamento es ideal para trasladar al día después del 24-M lo que ya estamos haciendo ahora. No elaboramos un programa con la ideología de un partido concreto, sino un programa que refleje lo que interesa y preocupa a la gente sin polémicas partidistas. Queremos acabar con la cultura de unos programas y una legislación elaborados entre cuatro paredes. Mantendremos el sometimiento al escrutinio público de las grandes decisiones que se tomen en el Parlamento. Para eso, Podemos ha innovado en la deliberación y la toma de decisiones. No es solo telemática: la llevamos a los barrios o a mesas sectoriales. Las decisiones no deben quedar en manos de tres o cuatro. Deben ser de toda la ciudadanía. Y hay otra cosa que nos preocupa acerca de los pactos. Querríamos saber si PSOE y PP van a pactar en caso de victoria electoral de Podemos. Es una pregunta que nos gustaría que aclarasen en público. Y también si va a seguir habiendo pactos con aquellos que no se presentan a las elecciones. Eso ha venido condicionado la política asturiana: las grandes fortunas, los constructores… Han determinado las políticas públicas en su beneficio. Sobre eso se ha arrojado siempre muy poca luz, y nos preocupa.
Someter al público las decisiones es un asunto que cambia –y mucho— la manera de tomarlas, pero no dice nada de su contenido. Sigue abierta la pregunta: ¿con quién puede pactar Podemos?
La respuesta está clara: con la gente. Sé que puede ser difícil de entender. Alguien dirá: al final quien tiene que llevar los votos son los grupos que están en el Parlamento. Pero lo que haremos será corresponsabilizar a esos grupos para que escuchen a la población y se pongan de acuerdo a la hora de trasladar esa opinión. Podemos tiene que ser el cartero de la gente y le pide al resto de los grupos parlamentarios que también actúen como tales, que trasladen la opinión construida socialmente al BOPA en vez de tomar decisiones que no responden a los intereses de la mayoría social.
Sí, pero en un Parlamento tan fragmentado como anuncian los sondeos habrá que tomar decisiones sobre apoyar o dejar pasar medidas casi a diario.
Nuestra prioridad es ser útil con medidas favorables a la mayoría social. Eso significa que las discutiremos medida a medida. No queremos pactos que garanticen sillones, sino apoyos a propuestas que cambien la vida cotidiana de la gente. Y eso pediremos a lo demás si formamos gobierno, que no piensen en sus propios intereses partidarios, sino en la ciudadanía. Es la nueva cultura política que exigimos.
Cuando Podemos se puso en marcha, ¿pensaba que tendría tanto recorrido como para que le preguntara qué haría en la presidencia de Asturias?
Incluso antes del surgimiento de Podemos, algunos ya nos hacíamos una reflexión. Habíamos conquistado el ministerio de la calle desde el ciclo de luchas y contestación social del 15M. E incluso antes de eso. Ahí se generó un sentido común favorable a los intereses de la mayoría. Buscábamos ponerlo negro sobre blanco y traducirlo en legislación. Teníamos esa inquietud incluso antes de Podemos. Después, hemos repetido con convicción que venimos con intención ganar. Ya está bien de la política de resistencia. Tocaban las propuestas. Si creemos que ya existen las soluciones, se trata de ponerlas en práctica. Lo hemos ido confirmando paso a paso. Hay mucho talento sepultado en las redes clientelares que no permiten tomar las decisiones más convenientes, solo las que benefician a unos pocos. Lo que es posible no es que gobierne Podemos, sino que gobierne la gente. Para ser un grupo particular no hace falta aportar nada. Partidos ya existían. Por eso insistimos tanto en la nueva política.
Mucho se ha debatido sobre si Podemos es de izquierdas o si lo era y ahora procura presentarse como transversal para ganar espacio electoral. ¿Usted cómo se definiría y cómo definiría a la organización?
Son dos niveles distintos. Yo vengo de una tradición de defensa de los derechos. Aparte de mi vida profesional, he tenido una trayectoria de compromiso social con derechos y reivindicaciones que tradicionalmente se han asociado con la izquierda. Ese es mi patrimonio personal. Pero, igual que mis compañeros y compañeras, participo en Podemos no para plasmar mis marcos ideológicos, sino para hacer frente a una situación que exige mucho más. El eje izquierda-derecha explica lo que ha pasado históricamente en este país y aún explica parte de lo pasa ahora, pero ya no es suficiente. Sobre todo, cuando quienes hablan de izquierda y derecha son quienes meten la mano en el cajón como si fuesen ambidiestros. Ese eje sirve de poca. Lo que preocupa de verdad a la gente ya no son las etiquetas ideológicas poco funcionales hoy por hoy.
Sobre Podemos hay un discurso del miedo, pero también miedo genuino en algunos votantes. ¿De dónde cree que nace esa prevención contra lo que se aleja de lo convencional en política?
Durante mucho tiempo, se ha inoculado el virus de la impotencia, la idea de que no se puede cambiar y de que todo lo que ha supuesto cambio en las últimas décadas ha sido a peor. Así se ha instalado en el imaginario colectivo una suerte de virgencita, virgencita, que me quede como estoy.Frente a eso hay que enfrentar la ilusión y la idea de que lo nuevo no se combate con lo viejo, sino también con lo nuevo. Frente al discurso derrotista de desmantelar Asturias para que muera en tiempo real, hagamos propuestas. Existen muchas posibilidades de salir adelante. No vamos a malgastar la ocasión, en caso de una mejora económica, de hacer mejoras. Si hay un repunte macroeconómico, sabemos que quienes gobiernan ahora no harán nada más que desaprovecharlo. Nosotros no. Además, por primera vez, Asturias no está sola en mitad de la tierra. Hablamos de un fenómeno de mayor alcance. Vamos a encontrar aliados en el mapa electoral español para cambiar las cosas.
Hace cuatro años, en Asturias ganó un partido recién fundado, el de Francisco Álvarez-Cascos, pero a la hora de gobernar resultó que sus consejeros y directores generales, inexpertos en política, no tomaban decisiones. Salvando todas las diferencias ideológicas entre Foro Asturias y Podemos, que son muchas, ¿pueden ustedes también pagar la novatada a la hora de la acción?
Quienes hablan de gestión eficaz solo han empeorado los grandes indicadores sociales. Son también quienes dejan los túneles sin terminar o permiten que se inunden, como en Gijón y Pajares, o dejan a medio hacer el puente de Cornellana. No están en condiciones de hablar de eficiencia, responsabilidad ni nada que se le parezca. Solo han sabido rescatar bancos y dejar en la calle a la gente. Quienes participan en Podemos son personas con trayectorias profesionales y de compromiso social contrastadas. Ya vienen sacando el país adelante, igual que lo hacen quienes se levantan todas las mañanas para ir a trabajar, echar currículos, sacar adelante sus pequeños negocios o cuidar de un familiar. Lo único que hay que conseguir es que también tomen decisiones en el Parlamento. Ideas también las hay: sobre la mesa está el bagaje de nuestros debates. En Asturias llevamos mucho tiempo hablando de crisis, así que solo hay que desplegar esas propuestas y someterlas al aval de la gente. Antes me preguntaba hasta dónde va a llegar Podemos y esa es la respuesta: todo lo lejos que quiera llegar la gente. Tenemos experiencia suficiente en el ámbito de la economía, el urbanismo o el medio ambiente e ideas suficiente para hacer una política bien distinta. Peor de lo que lo hicieron otros no lo vamos a hacer. Entre nosotros, tenemos una broma. Muchos hemos participado también en la gestión de La Madreña. Sin recursos de ningún tipo, recuperamos un edificio para la ciudadanía y duramos más tiempo que el propio Gobierno de Cascos. Que la gente se imagine qué podemos hacer con los recursos que ofrece el Parlamento asturiano.
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