Olona, Vox, juego del calamar
Olona, Vox, juego del calamar PEDRIPOL A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! Podía haberse llamado Covadonga y ser cabeza de cartel en Asturias, pero sus padres le pusieron Macarena así que la ultraderecha la ha enviado a mi tierra, Andalucía. Como le ocurre a Mbappé con el madridismo, Macarena Olona asegura estos días sentirse andaluza desde bien pequeñita. Más, si cabe, desde que, siguiendo esa costumbre franquista de gestionar Andalucía desde Madrid, Vox la vistió de flamenca, le puso un asesor de gracejo y le compró un billete de AVE y un padrón en Granada. A la tradición franquista se le suman las malas experiencias. El candidato autóctono de Vox en las anteriores elecciones, Francisco Serrano, tuvo que dejar el cargo de forma precipitada. Sin poder cerrar los chiringuitos que prometió cerrar tras descubrirse que, presuntamente, se había llevado al bolsillo subvenciones públicas de forma fraudulenta por valor de dos millones y medio de euros. La España que madruga no se levanta de la cama por menos de eso. Vivo en el barrio de la Macarena de Sevilla. Sitio obrero, flamenco, rapero, gentrificado y capillita en el que la cultura más enraizada convive con naturalidad con lo multicultural de la inmigración. Otros miembros de la familia política de Macarena Olona ya visitaron este barrio antes de que ella, en plena campaña, haya asegurado que viene a rezarle con frecuencia a la virgen de su mismo nombre. Queipo de Llano o Rocío Monasterio entre otros. Esta última estuvo de paso por aquí durante la Gira Securitas Direct 2020 para plantarse frente al centro de acogida para menores extranjeros y denunciar la delincuencia. Acompañada, no se rían, por Francisco Serrano. En medio del acto, una vecina salió asustada al balcón preguntando por qué tanto follón de cámaras ahí abajo y fue la propia Monasterio quien le explicó, con pronunciación dental y tono pausado de profesora de religión con plaza asegurada, que allí vivían inmigrantes y que estaban atemorizando a los vecinos. Ya decía yo que siempre veía salir chavales morenitos de ese portal, respondió la señora. Y son majísimos, apuntilló. Monasterio consiguió salir de aquello como Sylvester Stallone de Vietnam, arrastrándose entre la maleza hasta llegar a un lugar seguro: una cámara de televisión presente ante la que denunció que Podemos había mandado a sus esbirros en forma de señoras en balcones para boicotear el acto. Francisco Serrano cogió a Monasterio y se la llevó a tomar unas tapas por el mal rato. Invitó él, claro. Macarena Olona aterriza en Andalucía tomando nota de los errores cometidos por su amiga Monasterio. Entendiendo que aquí el vecino negro pasa inadvertido, pero las fascistas llegadas de Madrid se huelen desde lejos, incluso a esa hora en la que en las cocinas del barrio hierven los pucheros. A Macarena Olona le toca mimetizarse a lo camaleón. Una operación relativamente sencilla si, como es de esperar, los medios hacen su parte. La gran, simpatiquísima y digna del NODO cobertura de su visita a la feria de Sevilla disfrazada de flamenca nos hace intuir que no faltarán a la cita. La Operación Mortadelo la dirigirá otro tipo llegado desde Madrid. Su nombre, Álvaro Zancajo. Lo recordarán porque era hasta hace poco presentador del Telediario de Antena 3. Si no lo recuerdan, ahí va una pista. Fue aquel tipo que tuvo la desgracia de que una cámara se quedase grabando tras darle paso a una pieza informativa en la que se demostraba el clarísimo vínculo entre ETA, Venezuela, la CUP y Podemos –hat trick por el que esa noche alguien se llevó el balón firmado a casa. A Zancajo pudimos verlo decir, con la típica risa floja del que acaba de soltar un bulo en prime time ante millones de espectadores, “nos van a dar, pero bien”. Experiencia demostrada en bulos y contactos en grandes medios. Que pasen Trancas, Barrancas y Zancajo. No había nadie mejor que él para acompañar a Olona en su aventura andaluza. Que Vox mejore resultados en Andalucía es la demostración de que la política como tal ya no existe Dicen las encuestas, lo decían antes de saberse que Olona sería la candidata y lo dicen ahora, que Vox mejorará los buenos resultados cosechados en Andalucía en 2018. Que Vox mejore resultados en Andalucía es la demostración de que la política como tal ya no existe al haber sido sustituida por la pura y dura propaganda. De existir aún trazos de política en el mundo de la política, sería Vox quien desapareciese de Andalucía en las próximas elecciones y no Ciudadanos. El papel del grupo parlamentario de la ultraderecha durante estos cuatro años ha consistido, por decirlo del modo más objetivo posible, en hacer el ridículo más espectacular. Más allá de mantener el discurso de los chiringuitos al tiempo que su candidato deambulaba por los juzgados acusado de haberse embolsado todo lo embolsable, Vox se ha dedicado a amenazar al Gobierno de coalición PP-Ciudadanos con retirarle su apoyo o dejar de respirar por los motivos más asombrosos. Asombrosos para cualquier persona con cierta higiene mental, claro. Porque el presidente andaluz usó la expresión violencia machista, porque una consejera dijo que Andalucía era tierra de acogida, porque la abuela fuma… Tras varias amenazas de ruptura, Vox anunció solemnemente, en noviembre de 2021 que rompía, esta vez sí que sí, con el PP y que, a partir de ese mismo instante, sólo apoyaría las propuestas de los populares con las que estuvieran de acuerdo. Es decir, que seguirían como hasta entonces. Queda un mes para la cita electoral y a Macarena Olona ya la hemos visto disfrazada de flamenca, de mantilla, de devota de la virgen Macarena o de taurina. En esta alocada carrera la hemos visto disfrazarse incluso de defensora de los inmigrantes. Qué problema hay con que yo no haya nacido en Andalucía, reprocha la candidata del partido que hace política con el lugar de nacimiento cuando alguien recuerda que la candidata de Vox en Andalucía no es andaluza. “Algunos preferirían a un inmigrante ilegal que a una española como yo”, se quejaba recientemente y los “por supuesto” atronaron en la macarenísima Plaza del Pumarejo. Las próximas semanas serán un mal trago para Andalucía, tierra herida a lo largo de su historia por el fascismo y humillada por los señoritos venidos de la capital del Reino disfrazados de fantoche folclórico. Nos tocará ver a esta alicantina empadronada en la Granada de Lorca disfrazarse de todo lo disfrazable en una Operación Mortadelo que, con la política muerta y la propaganda ocupando su espacio, acabará siendo un éxito. La veremos manosear lo nuestro frente a cámaras de televisión dispuestas a auparla como los costaleros aúpan a la Virgen Macarena –al cielo con ella. Si las encuestas no fallan, los agricultores andaluces tendrán que pagarle un sueldo como vicepresidenta del Gobierno andaluz a quien hace unas semanas posaba junto a la ultraderechista francesa que llevaba en su programa poner trabas a estos agricultores andaluces. Qué más da. En el mundo propaganda ni la incoherencia ni la traición son problemas. Si ocurre, si Macarena Olona acaba paseando a caballo por los pasillos de San Telmo como vicepresidenta y sembrando su odio contra el diferente en el Parlamento de los andaluces, siempre nos quedará juntarnos a llorar las penas por los mejores bares del barrio. No vale con tener asesores carísimos, ni el favor de los medios, ni disfraces para saber cuáles son. No la veremos aparecer por allí.
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