Yolanda Díaz saluda a la multitud junto a Ada Colau y Mónica García el día de la presentación de su candidatura en Magariños (Madrid). / Sumar
Yolanda Díaz saluda a la multitud junto a Ada Colau y Mónica García el día de la presentación de su candidatura en Magariños (Madrid). / Sumar En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí 1- Un matrimonio, a la que le quitas el brilli-brilli, es un contrato que establece la transmisión de la propiedad privada. Lo que es puro derecho romano. Por lo que todas las bodas son razonablemente iguales. Transmiten en modo romano el piso, la cartilla, la pensión. Salvo las bodas de Estado, que no solo transmiten, sino que también retransmiten. Son la retransmisión televisada de una exhibición de poder, anterior al derecho romano e, incluso, al derecho a secas. Retransmitir poder descarnado es algo tan brutal que, como un eclipse, requiere ser visto a través de un cristal ahumado. Pues bien, la transmisión ordenada de propiedad del alcalde de Madrid y de su cónyuge, así como su retransmisión, celebrada la semana pasada, careció de mediación cultural alguna. No hubo filtros. En los documentales de animalitos de La 2 siempre omiten el trozo en el que las hienas tienen el rostro tintado de sangre porque lo introducen en el cadáver de otro animal, a través de un orificio que han practicado en su vientre. ¿Por qué en la transmisión del alcalde no hubo ese reparo, ese filtro? Supongo que porque, en esta emisión, el poder retransmitido se veía sumamente cómodo, sin amenaza alguna. Lo que es un resumen de la crisis de 2008-17 y, más aún, de su desenlace. 2- Por lo mismo, aquella transmisión/retransmisión puede ser también un resumen, aguafiestas y no solicitado del periodo 2014-24, diez años en los que nació, creció, se reprodujo y no acabó de morir la nueva izquierda. Porque, de hecho, por estas fechas no se cumple un año de la aparición de Sumar, sino que se cumplen diez años de las casillas anteriores y necesarias para que, hace un año, naciera Sumar, una consecuencia de los nueve años que le preceden. Observar que Sumar es parte de un paréntesis de diez años, y no de uno, lo cambia todo y amplía su análisis. Empecemos, así, por el principio. Y, como supongo que ya sabrán, en el principio fue el verbo. 3- El 15M –2011-15– llegó a verbalizar un programa. En modo plis-plas eran a) cosas tangibles –un programa–. Pero también eran b) cosas intangibles –un tono de voz, mecanismos para aplazar la crispación en discusiones, eliminación de los resortes de la polarización–. Esta somera descripción del movimiento es importante, porque supone la descripción del Espacio –así en mayúsculas– 15M. Un Espacio que agrupaba a varias generaciones, ideologías, electorados y tendencias, y que, en lo que fue el límite del movimiento, no quiso o no pudo pasar a la política, a un enfrentamiento, no necesariamente electoral, con el Estado. Ante ese límite, dos nuevos partidos intentaron en las elecciones europeas de 2014 modular el acceso a la política institucional del Espacio. Uno ganó por KO. El otro, zas, desapareció. Un partido se hacía con el voto de millones de personas que habían dejado de votar por décadas 4- El desaparecido fue el Partido X, formado por personas involucradas en la creación del 15M y de su Espacio. Para su comunicación optó por el medio determinante en el 15M. Internet. El otro fue Podemos. Para su comunicación optó por la televisión, el punto en el que transcurría/e la política. Funcionó, tuvo éxito, si bien Podemos carecía de contacto alguno con el 15M y con su Espacio, que heredó con su éxito electoral en las europeas. Un partido se hacía con el voto de millones de personas que habían dejado de votar por décadas. Personas, las más de las veces, humildes, desatendidas, omitidas, aún más en la crisis de 2008-17, cuando el Estado dejó en la cuneta, así como suena, a una parte de la sociedad. Sobre la importancia de ese Espacio: Jaime Miquel, el analista electoral más sexi de por aquí abajo, preveía en 2014 una mayoría social absoluta vinculada al 15M, variopinta, multiforme, que se autodenominaba demócrata, y que respaldaría una mayoría parlamentaria capaz de acometer reformas democráticas estructurales. La sorpresa fue que esa posibilidad recayera en Podemos, un partido con pocas novedades en su interior, salvo la edad de sus cuadros y, lo dicho, su electorado. Podemos partía de dinámicas marxistas, de donde extraía mucha prosodia, y de cierto apego a los populismos sudamericanos, de donde incorporaba trazos y el palabro, ay, uy, patria, muy recurrente entonces. Su primer gesto político, su presentación, consistió en hacerle una OPA a IU, para quedarse con su vértice, lo que dibuja la percepción de la política como algo vertical, esa dinámica inexistente en el Espacio. El Espacio, en fin, tampoco votaba IU. Mayormente no votaba. Había dejadoZzzz de votar. 5- Podemos, al incorporar el Espacio, sufre un inicial desbordamiento. Hay círculos de Podemos incluso en el Ejército y en la Guardia Civil. Ese desbordamiento desmesurado y democrático –lo imprevisto, el tesoro, el secreto; la incorporación de millones de personas políticamente vírgenes y que querían un cambio democrático real– es la originalidad de Podemos frente a los otros partidos, si bien es una originalidad canalizada, descartada y expulsada progresivamente, a través de cuatro dinámicas sostenidas en el tiempo. Un a) verticalismo constante, presente ya en b) Vistalegre I –2014–, que incluso, c) impone líderes, desconocidos o impopulares, en territorios. Y, d), la creación de aparatos. Tres, uno por cada sector interno del partido. Iglesistas, errejonistas y anticapis, cada uno a su rollo, y en la lógica de la política peninsular, descrita ya en el periodismo político y parlamentario del siglo XIX: el exterminio, la eliminación del contrincante. Una lógica y un comportamiento ajenos al Espacio, que había alcanzado grandes acuerdos y consensos previos. 6- La historia posterior a 2014 es la historia del deterioro de ese Espacio, hasta perderlo, hasta perder su electorado. Así como suena. Sinopsis: en las generales de 2015, Podemos –más de 3,2M de votos; el 12,69%, frente al 22% del PSOE y el 3,68% de IU–, consigue 42 diputados –más 12 de Comuns y 6 de En Marea–. En la repetición de esas generales, en 2016, y ya en coalición con IU, se llega a los 5M de votos –el 17,1%, que resultaría su techo–, y a 45 diputados –más 12 de Comuns y 5 de En Marea–. Ese mismo año se produce la expulsión del errejonista Sergio Pascual, lo que viene siendo considerado el inicio solemne del pitote interno, retransmitido ya en abierto. En 2017, en el Congreso de Vistalegre II –una prolongación del verticalismo del primer congreso–, Errejón ya presenta una lista alternativa a la de Iglesias. Un indicativo claro de la rápida pérdida de consensos interiores. En 2018 se publican ya noticias de intentos de golpes internos, en modo PC Chino de los setenta, para que un aparato desplace a otro. Finalmente, en 2019 se produce un serio golpe al proyecto y a lo que queda del Espacio: la escisión de Errejón, poco edificante, pero que ilustra la imposibilidad de discusión y acuerdo interno. En las elecciones de abril de 2019, UP logra 2,9M de votos, el 10,2%, que se traducen en 33 escaños, más 7 de En Comú Podem, más dos de En Común/UP. El PSOE alcanzó los 7,5M de votos, el 28,67%. Es el fin de la aventura, si no lo eran ya los resultados de 2015. En la inmediata repetición de las elecciones, en diciembre de 2019, aumenta levemente el número de votos –3,1M–, si bien disminuye el porcentaje –7,7%– y el número de diputados –26, más 7 de Comuns y 2 de En Común; Más País consigue 2–. Es en ese momento de debilidad, de crisis abierta del electorado, cuando Podemos accede a la categoría de partido gubernamental, tras un pacto histórico con el PSOE, que no habla tanto de la fortaleza de Podemos y de su proyecto, como de la fragilidad de las mayorías en la política española. 7- En esa tesitura, Iglesias toma en 2021 dos firmes decisiones, si bien con marcha atrás: abandonar el Gobierno y, tal vez, la política, para presentarse a las autonómicas madrileñas, y elegir, sorpresivamente, para su sucesión al frente del partido a Yolanda Díaz, sin seguir estatutos, reglas, y sometiendo la estructura de Podemos al puenteo que solo admiten, con alegría y éxito, los partidos verticales y personalistas. El primer error de Díaz fue, sin duda, aceptar esa informalidad, que solo era formal por la decisión de un líder lo suficientemente poderoso como para no disponer de cargo formal en el partido. El siguiente error fue ese mismo año. En noviembre y en València, cuando se presenta la estética de la reconversión de Podemos que está ensayando la nueva líder no-líder de Podemos, a través de un acto que cuenta, además de con Díaz, con Ada Colau, Mónica García, Mònica Oltra y Fátima Hamed. Todo indica que a) el proyecto de Yolanda es reconstruir el espacio –político–, que no el Espacio –social–, definitivamente pajarito. Para ello se intuye una confederación de fuerzas ubicadas en el progresismo, si bien no necesariamente ubicadas en la izquierda –algo que ya pasó, por ejemplo, en el momento fundacional de IU–. Y todo indica que Díaz, líder elegida por aclamación del líder, asume que ella representa, en toda esta sopa de siglas, a Podemos. Algo que ya no era así. En Podemos –el Podemos del organigrama oficial– se vio ese acto como un desmerecimiento. No era así. Tan solo había quedado desmerecido su staff oficial, Montero y Belarra, no invitadas al acto. Había empezado la guerra. 8- La guerra. Grandes y sangrientas batallitas: a) en febrero de 2022 se aprueba la reforma laboral por los pelos y, más concretamente, por el error de un diputado del PP que quería votar no, pero se hizo el dedo un lío. Sin ese error, la ley no hubiera sido aprobada, Díaz –es muy posible– hubiera dimitido, y su carrera política tal vez hubiera finalizado. Desde el sector Sumar –que aún no se llamaba así, sino Unidas Podemos; qué lío, eh–, se acusó al sector Podemos de estar al frente de la intentona de que la reforma no se aprobara, gracias a un pacto con ERC que, en efecto, votó no a la reforma, tan ricamente. En mayo de ese año, no se pudo b) formalizar una lista conjunta de izquierdas a la izquierda del PSOE para las elecciones andaluzas, lo que indica que, a esas alturas, ya el Podemos-organigrama, y el pack Podemos-con-líder-nombrado-por-el-líder y resto de partidos implicados, no se hablan. Ese 2022, el Podemos-organigrama vive una transformación inusitada. Emite c) Guerra Cultural, una novedad dentro de las izquierdas peninsulares, sin precedente fuera de la derecha. La Guerra Cultural, recordemos, es un corpus de recursos para crear crispación y polarización, dos movilizadores políticos y electorales efectivos, que permiten una estructura pequeña. La presentación de Sumar en el Magariños, acaecida ahora hace un año, y descrita como el gran acto bélico entre Sumar y Podemos, no fue, visto lo visto, tal. En diciembre de 2023, y mucho antes de lo previsto, Podemos abandonaba Sumar y teletransportaba a sus cinco diputados al grupo mixto 9- Para ese momento, cuadros importantes de Podemos ya estaban en Sumar, o estaban en trance de hacerlo. El gran aparato Podemos ya no lo era tanto, y se circunscribía, mayormente, a Madrid. Sumar decidió no incorpora a lo que quedaba de Podemos –y este, ojo, es el acierto o el error de Yolanda–, a través de vetos sonados en algunos casos, o a través de incorporaciones in extremis, testimoniales, para no llegar a una campaña en modo mal rollito. La campaña para las generales de 2023, por cierto, fue puro mal rollito. En Catalunya, por ejemplo, numerarios del staff Podemos no participaron, o participaron en actos de ERC. El mismo día en el que se cerraba la negociación de listas con –lo que quedaba de– Podemos, trascendía que Podemos había registrado un nuevo partido político, lo que indicaba cierto genio y figura. En todo caso, en diciembre de 2023, y mucho antes de lo previsto por los más escépticos, Podemos abandonaba Sumar, incumplía el acuerdo bilateral y teletransportaba a sus cinco diputados al grupo mixto. En las elecciones de julio, Sumar sacó 31 diputados. Fue un resultado discreto, pero que posibilitó un gobierno progresista. ¿Fue un fracaso electoral? ¿Cuántos diputados hubiera sacado Podemos, a pelo, sin el intento Sumar, y en caída desde 2015? ¿Más? ¿Menos? ¿Hubiera sacado más un partido de izquierdas consagrado al mecanismo de la polarización propio de la Guerra Cultural? 10- Sumar, en todo caso, es el heredero de Podemos. Lo lleva en su ADN, como indica una somera observación de su ADN. El amigote/a sigue siendo la referencia interna. Es decir, no hay estructura que realice esa selección para la confianza y el cargo, y que impida el amiguismo, ese sello de la nueva política en toda Europa, presente hasta en el movimiento de Macron. Lo que indica cierta verticalidad, y lo que puede puede ser un indicio de esa lacra generalizada, denominada toma-de-decisiones-por-Telegram. Y de su prima: las percepciones creadas en un grupo pequeño de personas amigas, y no confirmadas necesariamente en la sociedad. El militante y el electorado son sujetos a los que “se escucha”. Es decir, que no participan. La relación con el militante y el electorado tiende, como en todos los partidos, a ser esa suerte de ilusión, esa sonrisa que aparece en los escenarios durante las campañas, antes que un proyecto colectivo hecho en colectividad. Algo quizás fatal y sin alternativa, una vez se ha perdido, definitivamente y hace ya más años de los que tiene Sumar, el Espacio. Falta también una diferenciación de la socialdemocracia Sumar respecto de la socialdemocracia PSOE. Podemos la tiene, si bien es la –socorro– Guerra Cultural. Por otra parte, parece que en Sumar, tras el fracaso de la nueva política, han salido reforzados partidos antiguos, como el PCE y como, más notoriamente, ICV, esas juergas. Lo que lleva a Jaime Miquel a decir –en casa somos muy de Jaime Miquel–, que Sumar es la Operación Roca de Comuns. No creo que sea así de rotunda la cosa, pero el chiste es bueno. Un problema llamativo de Sumar es que, siendo la diversidad interna superior a la de Podemos, no hay mecanismos para fijar y solventar esa confederación de partidos 11- Un problema llamativo de Sumar es que, siendo la diversidad interna superior a la de Podemos, no hay mecanismos para fijar y solventar esa confederación de partidos. Y que chocan, de manera poco edificante, en el momento de confeccionar las listas ante un comicio, como está pasando ahora ante las europeas. Eso impide hablar de proyectos. Hablar, por ejemplo, de la que viene de Italia, y que me explica, por las noches, por el telefonino, Francesc Miralles. Cosas como que Meloni, con el apoyo de Macron, está impulsando a Draghi como comisario europeo, que, tras las elecciones, se enfrentaría abiertamente a Von der Leyen. Draghi, agárrense, concurriría desde posiciones implícitas –que no explícitas– próximas a las de Varoufakis en 2014: el rescate de Europa a partir del recetario keynesiano, a partir del modelo Biden, a partir de la emisión de eurobonos y de su compra por el BCE. No es un nuevo espíritu social en la derecha. Es la percepción de que se ha acabado la globalización, y de que la austeridad, simplemente, hará caer a todos los gobiernos europeos, incluidos los suyos. Si Alemania quiere sacrificarse en ese altar, allá ella. Vuelve la socialdemocracia –en la derecha; agárrense–, ese objeto que siempre es de guerra, como es el caso, o que, como se ha visto, no existe. Parte de la socialdemocracia local no se entera, y la otra, la que debería, la más joven y universitaria, en vez de decir estas cosas, tiene la boca ocupada por la confección de la lista electoral. Como, es un decir, en los diez años que precedieron al bodorrio del alcalde de Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario