Opinión: América Latina y China, de la luna de miel a una relación más madura .
Eduardo Kaplan
En la misma semana en que funcionarios de gobierno y banqueros latinoamericanos celebraban el desarrollo del comercio con China, Ecuador suspendió las negociaciones para la financiación de un proyecto energético por parte del gigante asiático citando amenazas a su soberanía.
Entre estas aparentes contradicciones madura una de las relaciones más importantes para América Latina y, en el caso de Brasil, la vinculación con un socio fundamental en el club de las economías cada vez más influyentes del planeta.
Como en todas la nuevas relaciones, quizá sea prematuro exigir demasiado, pero llegó el momento de considerar a China como algo más que una alianza comercial por necesidad.
La evolución de las relaciones con China --y por extensión con las otras potencias emergentes como India-- va a requerir un proceso de aprendizaje y adaptación si es que los países de América Latina quieren capitalizar parte del enorme potencial que ofrece un acercamiento duradero.
Ya pasó el idilio inicial, cuando el encaje perfecto entre una potencia devoradora de materias primas y la región principalmente orientada a la exportación de esos productos auguraba un nuevo orden comercial sin fricciones. Para los empresarios y funcionarios de gobierno de la región que visitan a China con mayor frecuencia, la trama ya es más compleja: se trata de una enorme oportunidad por la dimensión de sus mercados y, al mismo tiempo, un formidable competidor dada su capacidad de producir en gran escala y a bajo costo.
Entre 2007 y 2008, el comercio entre China y América Latina aumentó en un 40% para superar los 140 mil millones de dólares, según cifras presentadas durante la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo en Cancún. Un año y una crisis económica mundial después, la cifra registró una caída del 20% desde ese pico, pero China ya ocupa el segundo lugar como socio comercial de América Latina después de Estados Unidos.
Las exportaciones a China ayudaron a varios países de la región a sobrellevar las etapas más duras de la crisis que comenzó en 2008, cuando los mercados de Europa y EE.UU. redujeron su demanda. Como dijo el Gobernador del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, en su discurso ante la reunión del BID, China ya es el mercado importador más grande para Brasil y Chile.
Su discurso también invitó a seguir promoviendo la comprensión mutua y la cooperación en materia de inversiones, un proceso que requiere consideraciones más complejas, como quedó en evidencia durante la reunión del BID.
El mismo día del discurso, la Ministra de Economía de Ecuador, María Elsa Viteri, anunció que su país suspendía las negociaciones para la financiación de un proyecto hidroeléctrico estimado en 2 mil millones de dólares porque consideraba que las demandas del Banco de Importaciones y Exportaciones de China imponían condiciones inaceptables para Ecuador.
Aunque ninguna de las partes hizo públicas las posiciones que llevaron a la ruptura del acuerdo original, los comentarios al respecto hablan de inseguridades características de un nuevo nivel en la relación con China.
Cai Runguo, el embajador de China en Ecuador, dijo a la prensa local que ``es natural y comprensible encontrar discrepancias tomando en cuenta que se trata de la primera negociación de este tipo que se realiza entre dos países tan distantes y con culturas y sistemas legales distintos".
En el caso de China, es razonable que como todo inversionista que asume la mayor parte del riesgo económico, exija ciertas garantías y derechos. Por su parte, el gobierno de Ecuador considera que tiene otros pretendientes para financiar la obra, quizá en condiciones que considere más favorables.
La discrepancia no es menor, fundamentalmente porque involucra la inversión directa. A medida que maduren las relaciones será un factor que obligará a tomar decisiones necesarias sobre el marco legal para los inversores extranjeros, una de las asignaturas todavía pendientes en varios países de la región.
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