El Pozo de Reptilones reacciona como un titíto!
Londres reacciona para evitar que la unión bancaria eclipse a la City
- El acuerdo sobre el supervisor debilita a los países de la UE que no son del euro
El Gobierno británico ha comenzado a tejer una red para evitar que la mayor integración que la unión bancaria conllevará para la eurozona afecte al estatus de la City como corazón financiero mundial.
Sus reticencias están justificadas. Si la UE comienza a funcionar como una organización dominada por los integrantes de un bloque monetario con vínculos políticos cada vez más estrechos, los focos de poder podrían desplazarse hacia plazas con el valor añadido de una combinación de garantías mayores, tanto desde el punto de vista de la supervisión, como de la seguridad acerca de la salud de los bancos. En otras palabras, la preeminencia de Londres podría verse eclipsada por la atracción de Fráncfort o París como consecuencia de la más significativa transferencia de competencias nacionales a una institución de la eurozona.
La Administración británica, sin embargo, está de momento satisfecha por el acuerdo de la semana pasada. Hasta ahora, lo pactado se restringe al supervisor financiero común, papel que asumirá el Banco Central Europeo, y los otros dos grandes pilares para centralizar una toma de decisiones que debería garantizar la supervivencia de la eurozona habrán de negociarse en los próximos meses. El armazón común, que creará la autoridad resolutiva en caso de colapso de alguna de las 200 entidades a examen, y el depósito de garantía al que habrá que recurrir están todavía por ultimar, y ahí es donde Londres deberá jugar sus cartas con astucia. Los pasos dados hasta ahora lo garantizan, gracias a jugadas técnicas que, en la práctica, facilitan la prevalencia de la industria británica como corazón financiero global.
Un detalle importante
Una de las claves aparece en la Autoridad Bancaria Europea, la institución que, con sede en Londres , fija las reglas que rigen el trabajo de las entidades del continente. Una diferencia con respecto al nuevo papel del BCE, que puede imponer su voluntad en los reguladores nacionales. El ministro del Tesoro británico se aseguró un detalle en principio simbólico, pero que refuerza el peso de Reino Unido: el sistema de mayoría doble, capaz de preservar la voz británica en la redacción de las normativas, al punto de que si aquellos países ajenos a la divisa común rechazan un acuerdo, pueden bloquearlo. En su aplicación real, este salvoconducto limita la capacidad de maniobra del bloque de la eurozona, una vez ésta pase a funcionar como un mercado más unificado, y sobre todo da bases a Reino Unido para continuar en una UE en la que la unión monetaria se hace cada vez más política.
No en vano, una de las consecuencias indirectas de los denominados Estados Unidos de Europa es que su mera existencia profundiza en el debate acerca del sentido que para Reino Unido tiene continuar formando parte de un bloque en el que las decisiones políticas comienzan a serle ajenas. Si el precio para evitar la fracturación de la zona euro es una mayor integración entre sus miembros, el cada vez más euroescéptico Reino Unido podría no estar interesado en formar parte del club resultante. Sin embargo, garantizada su voz, y sobre todo su voto, Londres puede continuar con el particular vínculo que le une a la UE, bajo el cual, incluso, puede unirse al euro si en un improbable futuro un Gobierno británico considera que beneficia más a sus intereses.
'Automarginación'
En cualquier caso, el histórico acuerdo cerrado la pasada semana sugiere que, irremediablemente, los países que no comparten moneda se verán progresivamente desplazados a los márgenes de la toma de decisión de los Veintisiete. Una perspectiva acuciante para Reino Unido que, junto a Dinamarca, es el único Estado miembro que descarta tener intenciones de unirse al euro si el futuro, y las negociaciones en curso, generan finalmente la ansiada estabilidad de la moneda común. El propio ministro germano de Finanzas habría expresado su preocupación por el distanciamiento de Londres, según confesaron los comensales de una cena privada en la que Wolfang Schäuble habría asegurado ante el embajador británico en Alemania que el Gobierno de David Cameron se estaba equivocando con Europa, al optar por automarginarse.
En el caso de la unión bancaria, la cautela tiene sentido. Incluso a pesar del compromiso del BCE de no discriminar a ningún Estado miembro con sus poderes de supervisión, es posible que la imposición de liquidez a los bancos que controla genere una tendencia que desplace intereses actualmente focalizados en la City hacia un nuevo mercado único.
Aún así, Reino Unido no tenía opción: como centro que de lejos gestiona el mayor número de transacciones internacionales del euro y como socio comercial de referencia de la eurozona, la recuperación de ésta va tanto en el interés británico como en el de los 17 que la conforman. De ahí la recomendación de, en lugar de bloquear el acuerdo, introducir todas las contraprestaciones sobre las que pueda mantener el control. La supervisión bancaria continuará en sus manos. Pero que ésta mantenga la credibilidad de los inversores y lo haga por encima del nuevo escenario abierto en Europa será algo que sólo el tiempo podrá responder.
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