El BCE se guarda recursos con los que puede aliviar el ahogo de España
El Eco
Luis de Guindos, Ministro de Economía. Foto: Archivo
Algo falla en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). "Se ha roto el mecanismo de transmisión" a la economía de las decisiones de esa institución, tal y como afirmó el ministro Luis de Guindos, el representante, en el encuentro del Eurogrupo que comenzó ayer, de un país en el que poco se han notado las rebajas del tipo de interés oficial o las inyecciones de liquidez al sistema bancario. El crédito sigue ahogado en España (y en toda la periferia de la zona del euro) y sólo al BCE le corresponde tomar "acciones", subrayó De Guindos, como días antes lo hizo el presidente Mariano Rajoy, para que su propia política sirva para algo.
No en vano el eurobanco todavía cuenta con margen para recuperar tracción, sin perder el respeto a sus estatutos fundacionales (que lo obligan a priorizar la vigilancia de la inflación) y evitando así entrar en el debate sobre una renovación de los mismos que la Unión Monetaria, todavía enfangada en la peor crisis de su historia, no está en condiciones de acometer.
Cerrar la unión bancaria
Uno de los recursos que están a su alcance se resume en terminar las tareas que el propio BCE ha empezado, como la puesta en marcha de la Unión Bancaria, dentro de la cual se destacaría como el supervisor único. Esto es lo que quería decir el viernes el propio De Guindos cuando hablaba con acabar con "la fragmentación del mercado crediticio europeo".Sobre un único terreno de juego, con reglas iguales para todos los participantes, todas las empresas estarían en igualdad de condiciones para acceder al crédito, sin que se vieran penalizadas por hechos como cuál es su país de procedencia. En palabras del ministro español, "todas las empresas del euro se verían sometidas a un tipo de interés único, de manera que no habría discriminaciones entre las que operan en el norte de Europa y las que lo hacen en el sur".
Con todo, no hay por qué esperar a que culmine una novedad, como es la Unión Bancaria, para disponer de un banco central realmente efectivo en la zona del euro. También existe la posibilidad de volver a transitar por caminos ya abiertos como es la compra de deuda soberana en los mercados secundarios.
Es posible encontrar un término medio entre los tres cuantiosos programas de adquisición llevados a cabo por la Reserva Federal (Fed) estadounidense, que la han convertido en el principal comprador e inversor en bonos públicos de su país, y la enorme cautela con la que el BCE ha abordado siempre este tipo de políticas.
Compra de deuda a 10 años
El paso más ambicioso que ha dado en este ámbito, la creación en septiembre pasado del mecanismo de Transacciones Monetarias Directas (el OMT, según sus siglas inglesas), ha tenido un efecto indudable a la hora de disipar incertidumbres en los mercados, pero es lo que cabe esperar de un arma de disuasión. No en vano el OMT cuenta con unas exigencias muy altas para ponerse en marcha, nada menos que el país beneficiario pida formalmente el rescate a la Comisión Europea.En cuanto a las compras más limitadas de bonos que el BCE llevó a cabo hasta febrero del año pasado, sobre todo bajo el mandato de Jean-Claude Trichet, fueron muy tímidas, hasta el punto de sus efectos sobre las primas de riesgo periféricas resultaron limitados.Puede aumentarse su efectividad no sólo aumentando su cuantía (lo que tanto irrita a los representantes del Bundesbank en el Consejo de Gobierno del BCE), sino también librándose de la limitación de adquirir bonos con vencimiento a tres años como máximo, de manera que pueda acceder preferentemente a los que caducan en diez años.
Como todo manual de política monetaria explica, comprar deuda pública hace que su demanda se incremente y, con ella, se eleve su precio y se reduzca la rentabilidad que los inversores le exigen para que acceda a sus carteras.
De esta manera, la deuda emitida por el sector privado se hace más atractiva, y se ensanchan las vías hacia la financiación de las empresas y las familias, al tiempo que se aligera la carga de intereses para el sector público y éste cuenta con más recursos (los expertos estiman que cada 200 puntos de descenso de la prima de riesgo supone un ahorro de 3.000 millones de euros, el equivalente a lo que el Gobierno espera recaudar con la subida del IVA).
Apoyar la renta fija empresarial
Ahora bien, el BCE tiene también recursos para, respetando sus mandatos, tener una acción más directa sobre la financiación de las empresas. Una vía todavía no explorada en Europa sería la adquisición de renta fija directamente emitida por las empresas, al estilo de lo que ya ha hecho la Fed. Incluso hay expertos que abogan por un canal todavía más apropiado para una economía, como la europea, en la que las pymes tienen mucho mayor peso que en la estadounidense.Comprar créditos de pymes
Se trata de crear un mercado de bonos y pagarés de pequeñas y medianas empresas, en el que el banco central podría adquirir, sin intermediarios, créditos destinados a estos actores económicos.De hecho, el actual presidente del BCE, Mario Draghi, volvió ayer a dejar traslucir en Dublín (ciudad que acoge la reunión del Eurogrupo) su preferencia para tomar caminos para inyectar liquidez a las pymes que vayan más allá del sistema bancario tradicional.
En consecuencia, Draghi aseguró que se encuentra "reflexionando" sobre la posibilidad de abrir programas de colaboración con el Banco Europeo de Inversiones, con los diferentes Gobierno nacionales y también con cada uno de los bancos centrales de los países de la Unión Monetaria.
Si tras el recurso a alguna de estas medidas, o a la suma de todas ellas, se venciera la obturación del crédito, el BCE tendría margen para volver a echar mano a la más ortodoxa de las herramientas que están a su alcance.
Volver a bajar tipos
Es cierto que los economistas defienden que, a partir de cierto nivel, las reducciones de los tipos marcan cada vez menos la diferencia, pero también es verdadero que el BCE cuenta en estos momentos con una diferencia de casi un punto entre el 0,75 por ciento que mantiene desde hace meses y aquél por el que se decantaron la Fed, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón desde el inicio de la crisis (en el caso japonés incluso desde antes), el cual es cercano al 0 por ciento.Llegados a este punto, sí que parece que pueden levantarse con decisión los defensores de la literalidad de los actuales estatutos del BCE, en la medida en que unos tipos de interés tan bajos son el mejor caldo de cultivo para la inflación y para fenómenos peores. De hecho, han llovido las acusaciones sobre el ex presidente de la Fed, Alan Greenspan, de ser el verdadero causante de la presente crisis, ya que, a principios de la década pasada, se resistió todo lo posible a elevar el precio del dinero, aun cuando la economía estadounidense se encontraba creciendo a buen ritmo.
Calibrar bien la inflación
El panorama que presenta la zona del euro hoy día es bien distinto, en la medida en que su PIB se encuentra sumido en recesión y no existe ni asomo de un posible recalentamiento de precios.Es cierto que en economías como la española el IPC presenta tasas de evolución que superan el objetivo de estabilidad que Frankfurt persigue, esto es, una inflación que ronde pero que siempre se sitúe por debajo de los dos puntos porcentuales. Ahora bien, esas cifras tienen truco pues, si se elimina el efecto derivado de las recientes subidas de impuestos, el resultado es bien diferente. Así,la inflación real en España, aislada la distorsión de los tributos, se encuentra en el 1,7 por ciento interanual, completamente dentro de la zona que el Consejo de Gobierno del BCE considera aceptable.
Es más, los mercados descuentan que el mencionado organismo volverá a bajar tipos el mes que viene o el próximo, aunque seguramente sin mostrar la decisión en este ámbito que ha caracterizado a la Fed o al Banco de Inglaterra.
El ADN alemán parece que todavía marca al Consejo de Gobierno en su conjunto, sobre todo en lo que se refiere a su miedo bien arraigado a la hiperinflación, herencia de los años 20 del pasado siglo, cuando un sello de correos llegó a costar dos millones de marcos.
En consecuencia, otra vía de cambio para el BCE pasa por mitigar el control que los respectivos Gobiernos europeos ejercen, ya que los miembros del Consejo son los gobernadores de los bancos centrales nacionales de la Unión Monetaria, nombrados por los Ejecutivos. Un posible modelo es, una vez más, el estadounidense dado que los presidentes de las distintas Reservas Federales que existen en el país, y que luego toman decisiones bajo la presidencia de Ben Bernanke, ven su nombramiento más alejado del poder político.
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