#Draghismo. Es la etiqueta -hashtag- con la que el director de inversión de Inversis Gestión SIIC, Juan Luis García Alejo, definió el jueves en Twitter la estrategia que está siguiendo el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. Quería resaltar así que el banquero italiano está aplicando su particular versión del Cholismo, la filosofía que el entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone, está imponiendo en el club. Como resaltaba García Alejo, en el caso de Draghi el partido a partido se traduce en Consejo del BCE a Consejo del BCE.
Pero es que a Draghi no le queda otra. Sabe que camina sobre el alambre del mandato de la entidad y que un paso en falso puede desbaratar sus intenciones. Por eso asume que debe ir poco a poco, reunión a reunión, para generar los consensos precisos y contener las críticas. Y ni siquiera eso le libra de sufrirlas, porque desde Alemania siguen llegando voces cada vez más duras contra las últimas maniobras de la institución
En ocasiones, el continuo ejercicio de equilibrismo que se ve obligado a protagonizar Draghi genera grandes decepciones; ayer fue una de ellas
El problema para Draghi es que en ocasiones ese continuo ejercicio de equilibrismo genera una dosis considerable de decepción. La de esta semana fue una de esas ocasiones. Todo ocurrió en una reunión de política monetaria que tuvo lugar en Nápoles (Italia) y que se vio envuelta de manifestaciones y protestas contra las políticas europeas y del BCE (ver imagen inferior). Los inversores esperaban mucho de la cita. Por pedir que no sea. Preveían que, por un lado, concretara cuánta deuda privada iba a comprar bajo los programas CBPP3 -dedicado a adquirir cédulas hipotecarias- y ABSPP -para comprar titulizaciones- y que, por otro, ratificara que la institución no cierra la puerta a empezar a comprar también deuda pública en los próximos meses. En definitiva, el mercado esperaba que abriera de par en par las puertas a la puesta en marcha de un completo programa de expansión cuantitativa (QE). 

DECEPCIÓN PROPORCIONAL

Tan altas eran las expectativas como grande la decepción posterior. Porqueesta vez no tocaba ser agresivo. Se limitó a decir que sí, que en octubre comenzará a adquirir cédulas denominadas en euros en el mercado primario y secundario y que poco después hará lo mismo con las titulizaciones. Y que las compras se prolongarán durante dos años. Pero nada de establecer una cantidad concreta, como tampoco manifestó mayores deseos de incorporar la deuda soberana a sus batidas compradoras. 
Reunión ejecutiva del bce en nápolesReunión ejecutiva del bce en nápoles
"Draghi ha confirmado que las compras de activos tendrán lugar al menos durante los próximos dos años, pero ha decepcionado a los inversores al no confirmar la envergadura de estas compras", confirma el economista europeo de Schroders, Azad Zangana."En Fráncfort saben que cada vez les quedan menos cartas y han optado por reservarlas, lo cual explicaría la falta de detalle en cuestiones que estaban esperando los mercados", apuntan desde Intermoney. 

MAYOR PREOCUPACIÓN POR LOS PRECIOS

Para complicar más el asunto, Draghi y el BCE mostraron su versión más timorata tras una reunión en la que la entidad elevó su preocupación sobre los peligros que amenazan a la Eurozona. Primero, porque el banquero italiano afirmó que "los riesgos sobre las expectativas de inflación han aumentado". Y eso es mucho, teniendo en cuenta que difícilmente admitirá la existencia de riesgos deflacionistas porque solo con esa mención ya correría el riesgo de exacerbar el temor deflacionista, aunque solo fuera por aquello de alimentar una profecía autocumplida. Y segundo, porque no dudó en asegurar que "la recuperación es débil, frágil y desigual". 
El BCE asume que han crecido los riesgos deflacionistas y que la recuperación pierde tracción, pero también es consciente de que camina sobre el alambre monetario y que debe emplear muy bien las pocas balas que le quedan
La pregunta es obligada: si este es su diagnóstico, ¿por qué no recetó una medicina más potente? Por varias causas. La primera es de cohesión interna. La sensación es que aunque dentro del BCE existe "unanimidad" con respecto a la aplicación de más medidas monetarias expansivas si resulta preciso, se duda de la eficacia de las compras de activos y no hay un respaldo total. Por tanto, mejor ir poco a poco. 
La segunda reside en un asunto técnico. La intención del BCE pasa por utilizar sus últimas medidas -estos programas de compras de deuda y las operaciones condicionadas de financiación bancaria a largo plazo (TLTRO)- para ampliar el balance del BCE hasta una zona comprendida entre los 2,7 y los 3 billones de euros. Esto es, para bombear en el sistema entre 0,7 y 1 billón de euros desde los 2,038 billones en los que se encuentra ahora. El problema es que el volumen de ABS -principalmente- y el de cédulas no da para tanto. O si lo da, será a cambio de abrir la mano y aceptar la compra de otros activos con los que no todos los miembros del Consejo de Gobierno del BCE se sienten cómodos. Es más, esta vez no faltaron las alusiones a que el BCE se ha convertido, de facto, en el banco malo de la Eurozona, puesto que bajará los requisitos para poder comprar deuda griega y chipriota y que no quedaran al margen de estos programas. Precisamente por la necesidad de hilar fino, el BCE comenzará comprando cédulas, porque ya lo hizo en 2009 y en 2011, y luego, tras un mayor análisis del mercado, adquirirá ya las titulizaciones. 
La tercera es más táctica. Antes de aventurarse a dar una cifra sobre cuánta deuda está dispuesto a comprar, el BCE quiere ver el impacto de sus últimas medidas. Principalmente, se antoja clave el resultado de la segunda ronda de las TLTRO. Tras un estreno decepcionante, en el que solo suministró a los bancos 82.600 millones de dólares, cuanda se esperaba una cifra de hasta 150.000 millones, si la inyección de diciembre se queda por debajo de los 200.000 millones, Draghi tendrá que ser más ambicioso con sus compras para engordar el balance de la entidad. 
¿Y la cuarta? Va más allá, puesto que se adentra en la política. O mejor dicho, en el hartazgo del BCE con respecto a la posición de los dirigentes políticos. "Sabemos que nuestras medidas serán mucho más efectivas si hay reformas", reclamó Draghi en primera persona. O lo que es lo mismo, exigió a los gobernantes que arrimen el hombro, que el BCE no puede ser el único en tirar de la economía. Pidió reformas estructurales, control presupuestario y rebajas de impuestos. "Los mercados pedían más, mucho más, pero la realidad es que el BCE se encuentra en una difícil encrucijada, ocasionada por el retraso de las medidas en la Unión Económica y Monetaria, que obliga a no malgastar su “munición” y hace presente que hay que actuar en tres frentes de forma coordinada: reformas estructurales, política monetaria y fiscal", exponen los expertos de Intermoney.
A la espera de saber si este llamamiento generará la respuesta solicitada, lo cierto es que Draghi consolidó este jueves su pacto con una politica monetaria históricamente expansiva en la Eurozona. "El claro mensaje es que en Europa la política monetaria seguirá siendo expansiva durante un largo tiempo, lo que contrasta con la situación de Estados Unidos y Reino Unido, donde los mercados esperan subidas de los tipos de interés en 2015", recuerda Zangana. Pero esta realidad no consoló a unos inversores que cada vez miran con mayor preocupación a Europa. Esta vez, el draghismo no sació su apetito.