España sigue preguntándose qué quiere ser además de un país. Tras siete años de crisis económica, no sólo financiera, cuyas consecuencias más graves se traducen en tasas de paro del 25% (casi del 50% en el segmento juvenil), el debate sobre cuáles deben ser los pilares de la recuperación sigue abierto. A este respecto, cada vez se abre paso con más fuerza la tesis de la reindustrialización como palanca sobre la que vertebrar la transformación del país, distraído por la severa resaca de la burbuja inmobiliaria y confiado al empuje de los referentes regionales (Alemania y Francia) y de los intereses geoestratégicos de las potencias mundiales (EEUU y China).
Esta semana, la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) celebró en Bilbao su tercer congreso nacional bajo el lema “Reindustrializar para ganar”. La capital vizcaína, cuna industrial española del siglo XX, acogió durante dos días a directivos de las principales corporaciones del país, convocados a esta cita para intercambiar ideas en torno a la conveniencia de desarrollar más industria para generar un modelo económico más equilibrado. Como adelantó el presidente de la asociación en el discurso de apertura, el burgalés Rafael Miranda (Acerinox y Lar), cabe cuestionarse que el sector industrial sólo pese un 13% del PIB, casi tres veces menos que hace 40 años.
Nuestro país ha ido a remolque en las revoluciones industriales de los últimos 200 años y también lo está en la actual transformación digital, siempre a la sombra de los más grandes, como recordó el economista José Manuel González Páramo (BBVA) en su intervención del jueves, que además incidió en la excesiva dependencia de la financiación bancaria de nuestro tejido empresarial. En un tono más optimista, la presidenta de Hispasat, Elena Pisonero, destacó que las empresas españolas no son peores que sus competidoras, aunque sí más pequeñas, apuntando así al factor del tamaño como un elemento determinante de la competitividad
Rosa García (Siemens), John Scott (KPMG) y Marta Martínez (IBM). (Efe) Rosa García (Siemens), John Scott (KPMG) y Marta Martínez (IBM). (Efe)
Otra ponente habitual, la exministra Cristina Garmendia, se refirió también a la singularidad del tejido empresarial español (pequeño y atomizado) para explicar una de las razones por la que falta inversión en I+D en comparación a otros países, por debajo de la media europea. Para la presidenta de HP,Helena Herrero, este hándicap no puede servir de excusa para que la industria nacional no afronte la revolución digital, un paradigma que ha llegado para transformar los procesos industriales, como por ejemplo recalcaron desde sus experiencias profesionales el presidente de General Electric, Daniel Carreño, y el director general de Bridgestone, Gorka Díaz Pascual.
Esa base argumental sirvió también a Rosa García para construir su discurso, aunque esta vez no repitió la coletilla de “faltan ingenieros y sobra ladrillo” que soltó también en Bilbao hace un par de meses. La responsable para nuestro país del holding alemán Siemens hizo esta vez hincapié en la necesidad de que las empresas, sobre todo las medianas y pequeñas, inviertan más en desarrollo tecnológico. Más que del peligro de no subirnos al tren de la revolución industrial 4.0, la exdirectiva de Microsoft alertó del riesgo de quedarnos atrás por obsoletos, ya que cerca del 30% de las empresas gastan menos en modernización que hace diez años.
El Rey, a su llegada al III Congreso Nacional de Directivos. (Efe)El Rey, a su llegada al III Congreso Nacional de Directivos. (Efe)
La corriente a favor de la reindustrialización tiene, sin embargo, objeciones en boca de los veteranos. El exministro socialista de Economía, Carlos Solchaga, responsable de la reconversión industrial de los 80, considera que un gran tejido secundario no blinda ante una crisis financiera. En su opinión, las políticas estatales deben centrarse más en el apoyo a la gente (formación, talento, innovación…) más que apostar por determinados sectores de actividad industrial. La histórica polaridad de los españoles, como señaló el veterano jurista Antonio Garrigues, puede dar pie a errores, sobre todo en un país donde el estamento político rehúye el consenso. 
El broche al congreso de la APD lo puso Felipe VIEl monarca hizo de su primera visita a Bilbao como máxima autoridad del Estado un acto protocolario más de su agenda, como los que realizará la próxima semana en Alicante, con el congreso anual del Instituto de la Empresa Familiar, y en Sevilla, con el equivalente de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos. En su breve discurso, el Rey habló de la importancia del desarrollo industrial para la economía del país y obvió asuntos de actualidad como la corrupción o el descrédito de la clase política, temas más presentes (y urgentes) en el sentir social que el debate sobre la reindustrialización de España.