Un estudio alerta del aumento del riesgo de incendios por la desaparición de los pastos
El trabajo del Serida, centrado en 450 hectáreas de Las Ubiñas, revela el cambio del paisaje de montaña en Asturias y el crecimiento de vegetación de fácil combustión
DOMINGO 27 DE DICIEMBRE DE 2015
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El paisaje de montaña en el Principado ha sufrido un drástico cambio en los últimos 30 años. Su tradicional diversidad ha ido desapareciendo poco a poco. Se ha homogeneizado, ha perdido terrenos dedicados a la agricultura y a pastos y se ha cerrado con matorrales y bosques de acebos o piornos de fácil combustión, que favorece la proliferación de incendios forestales. El tradicional mosaico del horizonte astur se ha transformado y se ha llevado consigo hábitats naturales ¿Cómo reducir el riesgo de fuegos y recuperar, además, esa biodiversidad? Una medida podría ser la recuperación del pastoreo con pequeños rumiantes y una gestión con programas de desarrollo rural. Este es la descripción de la situación y las alternativas planteadas por un estudio publicado por el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida). En concreto, el Serida ha centrado su investigación en Las Ubiñas, en una extensión de 450 hectáreas dedicadas tradicionalmente a pastos en verano.
Los recientes incendios que han calcinado Asturias han puesto de manifiesto una realidad que desde hace algunos años anuncian los expertos en la gestión de los recursos naturales y también los expertos en la lucha contra los incendios forestales. El abandono de los pueblos, de la agricultura y la ganadería ha provocado un peligroso proceso de reforestación y ha acabado con el cordón de seguridad que tradicional se tejía en torno a los pueblos, con los huertos y los pastos. Este trabajo del Serida, firmado por cinco de sus investigadores, tanto del propio organismo como de la Universidad de Oviedo, también apunta en esa dirección.
Las premisas
El estudio parte de la idea de que la ganadería extensiva tradicional ha moldeado los paisajes de montaña del norte de España durante siglos. Pero, en las últimas décadas, los cambios drásticos económicos y sociales que han implicado el abandono de actividades, la reforestación o modificaciones en el tipo de ganado han disminuido la biodiversidad y, como consecuencia, el atractivo de sus paisajes. Además ha favorecido lo que denomina procesos de revegetación espontánea en las montañas, con la consiguiente expansión de matorrales y bosques. Ese avance de la vegetación ha alterado los rasgos esenciales de los paisajes cantábricos, como por ejemplo los mosaicos formados por prados, bosques, pastizales y matorrales.
Con esta información en mente y la necesidad de conocer mejor la realidad, los investigadores se embarcaron en el estudio de 450 hectáreas en el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, en una zona conocida como los Puertos de Agueria, que tiene montañas con altitudes de hasta 1.800 metros. Este terreno ha sido utilizado como pasto de verano para vacuno, equino y pequeños rumiantes desde épocas ancestrales y las partes más altas eran habituales de rebaños trashumantes de ovejas merinas y cabras.
Los cambios en la estructura de los rebaños, con la desaparición del ganado caprino y ovino, se dispararon a partir de 1985. Ese fue el último año en el que hubo en la zona rebaños trashumantes. Para 2011, sólo quedaban en esos puertos animales de los pueblos cercanos, especialmente de la raza Asturiana de los Valles y algunos ejemplares de ganado equino. Esos cambios en la ganadería influyeron en la vegetación. Las vacas y los caballos son grandes herbívoros que prefieren los prados, rechazan las escobas y sólo comen brezo o acebo cuando la disponibilidad en los prados disminuye al final del verano. Por el contrario, las ovejas y las cabras solían comer arbustos y pastar en terrenos con pendientes más pronunciadas. Como consecuencia de todo esto, los investigadores observaron una pérdida de esa riqueza del paisaje en mosaico y su homogeneización. Aseguran que el entorno se mantuvo estable de 1956 a 1985 y que la drástica evolución comienza en 1985, entre otros factores, por la entrada de España en la Unión Europea.
Conclusiones
La imagen salpicada de parches se convierte en manchas densas y cerradas, dominadas por acebos y piornos, con una reducción notable de la superficie pastable. Los piornales han sido los matorrales que han experimentado cambios más drásticos. Han doblado su extensión con una expansión en mancha de aceite. Su crecimiento ha sido a costa de los prados de montaña, que han experimentado un importante retroceso.
La conclusión es, por tanto, clara. La virtual desaparición de los pequeños rumiantes ha producido un incremento de la vegetación, especialmente de piornos y acebos, que son especies de mayor combustibilidad y, por tanto, con un mayor riesgo e intensidad de incendios. Este incremento de la vegetación leñosa es, no obstante, controlable. Para eso es necesario recuperar el manejo de rebaños de esos pequeños rumiantes. El estudio determina que las ayudas agroambientales en programas de desarrollo rural también pueden contribuir a mantener el ecosistema.
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