Mariano Rajoy se prepara para recuperar la iniciativa en el mismo debate de lainvestidura fallida de Pedro Sánchez, y Albert Rivera sigue dispuesto a mantener su protagonismo mediático a partir del lunes 7. El aparente pulso porpactos postelectorales no ha hecho más que comenzar a la espera de que se repitan las elecciones. Horas antes de que el presidente de Ciudadanos cerrara el acuerdo con el secretario general del PSOE, sus negociadores quedaban con los del PP en abrir con ellos otra ronda de conversaciones después de que el Congreso rechace al aspirante socialista.
Aunque escenificaran una especie de segunda edición de los Pactos de la Moncloa que en su día englobaron a todo el arco parlamentario de la época, hablaran de acuerdo de legislatura, citaran a Adolfo Suárez y prometieran una 'segunda Transición' (la conocida fue de la dictadura a la democracia), en Ciudadanos eran conscientes del nulo recorrido político del espectáculo una vez se apagaran las cámaras.
“Ni nos han sugerido la abstención”, insisten los dirigentes del PP quemantienen el diálogo con los de Rivera para explicar la diferencia entre sus mensajes públicos y privados. Todos los interlocutores saben que Rajoy no puede colaborar en el objetivo de hacer presidente del Gobierno a Sánchez y que desmonte a base de contrarreformas la labor del Ejecutivo durante los últimos cuatro años.
Ciudadanos tiene con sus 40 escaños el grupo parlamentario más prescincible del Congreso para cualquier coalición lógica: al PP le bastaría con el PSOE (si quisiera Sánchez) para pactar y a los socialistas les salen la cuentas con el resto de la izquierda y algún grupo separatista o nacionalista. Pero la apuesta de C's por el protagonismo constante como fuerza política conciliadora y ambivalente le convierte en el ingrediente fundamental en todas las salsas de los acuerdos.
Populares y socialistas reconocen a Rivera y su equipo una habilidad y unas influencias para moverse en los medios como 'marca blanca' que ellos no tienen. Ciudadanos y su líder empiezan a recibir los ataques directos de los populares por un acuerdo para investir a Sánchez que saben que será fallido. Pero también reconocen en el PP que no pueden pasarse, ni tampoco dar por hecho que ya tienen resuelto el discurso preelectoral con la idea de que el grupo de Rivera es “la muleta” de los socialistas.
Si los riveristas se han convertido esta semana en el aval de Sánchez para que el socialista se presente ante la opinión pública como un candidato real a la investidura, a partir de la que viene están dispuestos a hacer lo mismo con Rajoy y en términos parecidos. El grueso del electorado de Ciudadanos, hasta el 80% en algunas provincias, procede de desencantados del PP a los que puede molestar que sus votos sirvan a la causa de Pedro Sánchez.
La jugada de Rivera sigue después de la prevista derrota de su actual socio socialista y consiste en el acercamiento al PP, pero en términos realistas. Los negociadores de Ciudadanos dijeron a los populares que luego, después del día 5, ya hablarían con ellos sobre una base que no era el pomposo documento que iban a cerrar con el PSOE, sino sobre los cuatro genéricos folios de “objetivos generales prioritarios de Ciudadanos en la legislatura” que redactaron para sentarse a negociar con los socialistas.
Si Sánchez ha sido capaz de mantener negociaciones abiertas al tiempo con el bloque Podemos-IU-Compromís y también con Ciudadanos, Rivera aspira a encadenar un acuerdo programático con el PSOE con un acercamiento del mismo estilo con el PP. El único punto de fricción que el documento original de Ciudadanos presenta con el último programa electoral del PP consiste en la liquidación de las diputaciones provinciales y es un aspecto que los barones del PSOE tampoco van a admitir a cualquier gobierno que se forme, de izquierda o de gran coalición constitucionalista.
Está también el cierre del Senado, un punto al que ya renuncia Rivera en el texto firmado con los socialistas. El resto de los “objetivos prioritarios” de Ciudadanos son negociables para el PP sin renunciar a sus principios programáticos y tener que derogar las reformas que más molestan a la izquierda.
En los guiones preparativos de la sesión que se gesta en La Moncloa ya figura la advertencia de que Albert Rivera no es el adversario, sino Pedro Sánchez
Las hostilidades entre populares y riveristas no pasarán del debate de investidura. En los guiones preparativos de la sesión que se preparan en La Moncloa ya figura la advertencia de que Rivera no es el adversario, sino Sánchez. Para el líder de Ciudadanos habrá ironías en la línea esbozada por Rajoy en su carta personal, por lo del súbito "giro ideológico" de Rivera o la apuesta por “su” candidato socialista.
Y si Rajoy no puede lanzarse a la yugular del presidente de Ciudadanos no es sólo por las negociaciones PP-C's que se puedan suceder después, sino porque cuando lleguen las nuevas elecciones “habrá que volver a hablar con ellos”, como reconocen en la dirección del PP. Todos los movimientos de antes y después del día 5 tienen la misma clave: la repetición de los comicios parece inevitable. Hay que preparar la campaña y los pactos postelectorales del 26 de junio. Tampoco habrá mayorías claras de nadie. Hasta entonces y durante dos meses, los cuatro protagonistas del actual teatro derivado del 20-D tendrán en mantener el cartel la obra. Sánchez tendrá que volver a negociar con Iglesias y Rivera acercarse a Rajoy.
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