Para cubrir los 200 metros Usain Bolt da algo menos de 100 pasos. Y en Río de Janeiro se vieron los últimos que de verdad importan. No habrá más de esos, el héroe ha decidido que su hora ya ha llegado y que en 2020, 12 años después de que se clavase en las pupilas de todo el mundo en Pekín, habrá por fin otro campeón. Con él en el tartán nadie más podía aspirar al oro. Solo una tremenda equivocación, una salida falsa -como le pasó en Daegu- le podía apartar de ser el el número 1. Quizá por eso no era el mejor en el inicio de carrera, cuando el resto tenían que apurar hasta el máximo él se podía permitir un rato de asueto. Ya les atraparía más adelante.
Río no ha visto al mejor Bolt, solo al último. Decir esto no degrada al atleta, el objetivo prioritario es quedar primero, y en eso es único. Lo demás, la marca apabullante, el récord, son complementos, accesorios gustosos pero no primordiales, aunque el jamaicano se muestre contrariado por no conseguirlos. Usain Bolt, en la carrera de 200 metros, ganó su octavo oro olímpico. Si todo sale con normalidad, en el 4X100 podrá llegar el noveno. Por poner en contexto, nadie había ganado tres oros en el 100, ni en el 200. Su legado no es solo haber sido el más rápido en momentos concretos, es no haber parado de ganar durante casi una década.
La carrera de Río, la última que hace él solo en unos Juegos, siguió el ritual habitual. Bolt, además de una bestia, es un showman. La cámara le buscaba ¿a quién si no? y él respondía con la liturgia propia que incluye bailecito, juegos con las manos, sonrisas y un repertorio casi interminable de gestos. Puro Bolt. Antes de todo eso había hecho los deberes, midiendo con cuidado la distancia de los tacos de salida para que la comodidad fuese completa.
Sería magnífico saber realmente qué es lo que en ese momento habitaba en la cabeza del ídolo. Su manera de mostrarse al mundo le hace una enorme estrella, pero también algo parecido a un desconocido. ¿Se emocionan los extraterrestres cuando piensan que es la última vez? Es poco probable que lo cuente, los deportistas de hoy en día tienen demasiadas capas de márketing antes de la verdad.
El caso es que, como las otras veces, plantó sus manos en el suelo y miró la curva que le esperaba delante de sus ojos. A su derecha tenía a Christophe Lemaitre -más de él adelante-, una referencia tan buena como otra cualquiera para quien ya se ha acostumbrado a correr en solitario. Estiró las piernas, prestó atención y escuchó el disparo, uno de los últimos para él. Salió escopetado, como es Bolt, y a los pocos metros ya había rebasado al francés. Un poco más adelante al holandés Martina. Ya no había nadie más y siguió corriendo, y corriendo. Sacó un buen trecho a sus rivales, parecía muy suelto, como si, una vez más, compitiese contra el reloj. Claramente no contra sus rivales.
El caso es que cuando llegó a la meta el reloj se paró en 19.78. Una buena marca para cualquiera, una más para Usain Bolt, que una vez, en una noche de Berlín en 2009, lo detuvo en 19.19. El jamaicano se ha pasado los últimos meses diciendo que iba a batir ese récord, que es estratosférico. Es posible que él supiese que no iba a pasar, que sus piernas no iban a conseguir el vendaval de otros tiempos. Pero la publicidad, la necesidad de captar la atención, le hizo soltar una liebre que no se podría cobrar. No hubo récord, ni marcón, pero sí un oro más. En los segundos posteriores a ver el registro se le notó descontento. No había logrado su meta y él no acostumbra a eso. Tardó muy poco en retomar la sonrisa, real o figurada, que compone la máscara del personaje que antecede a la persona.
El Estadio Enganhao se vino abajo, habían visto a Bolt hacer de Bolt, ganando una nueva medalla olímpica. El público que compra la entrada no quiere verle perder, eso es casi como decirle a los niños que los Reyes Magos son los padres. Mejor que las cosas sigan como siempre. Y el rito se mantuvo igual: Mirar a la derecha, empezar a frenar, más gestos, más aspavientos. La típica bandera verde negra y amarilla de su isla apareciendo de ninguna parte. Las palmas de las manos al aire, los saludos, la sonrisa... lo de siempre, que es repetido, pero también es único, porque nunca se vio antes alguien que lo hiciera a su manera.
Ahora se va Bolt, deja su puesto a otros que, no se engañen, no serán como él. Habrá otros grandes velocistas, algún día llegará uno que batirá su marca, otros muchos ganarán medalla. Difícilmente serán como Usain, destrozarán todas las convenciones, probarán de una manera tan clara que los límites son un supuesto teórico, nunca una realidad práctica.
Los otros
Hay vida más allá de Bolt, por más que no lo parezca. Cuando solo habían pasado unos metros Lemaitre sintió como a su izquierda se levantaba una polvareda. Era el jamaicano, pasando majestuoso hacia su objetivo. El francés no se desanimó. Si hubiese sido otro atleta igual hablaríamos de otra cosa, pero él mismo ya sabía que el inicio de su película era otro, así que siguió, fuerte, frecuente, rápido, como es él, el más rápido hombre blanco visto jamás. A mitad de la carrera, un poco después de terminar la curva, iba retrasado, pero él, que tiene el doble hectómetro como prueba favorita, no cejó en su empeño. Fue tercero, una medalla de bronce que vale como las de oro, por inesperada. Lemaitre es muy bueno, pero una medalla olímpica le pone en una dimensión diferente. Bien es cierto que a Gemili se le quedó a tres milésimas. Y eso es un final ajustado.
Le ganó Bolt y también Andre de Grasse, que con un bronce en 100 y una plata de 200, y teniendo en cuenta que habla78mos de un chico de solo 21 años, es probable que sea el primer y más fuerte aspirante a ocupar el trono que ahora mismo queda vacante. Una candidatura sólida.
Un pequeño apunte más. En la carrera no estaba Bruno Hortelano, en las semifinales se chocó contra un muro superior a él, no pudo mejorar su récord de España y tuvo que verla desde casa. Es fácil imaginar la rabia que tuvo al ver lo que pasó en el estadio. Porque el 20.12 que le dio el bronce a Lemaitre es la misma marca que él ha hecho este año. Y las sensaciones dan pie a pensar que tiene algo más por dar. Es decir, el blanco que sale en la foto a la izquierda de Bolt, aunque todo esto no sea más que una conjetura, pudo ser él. Tendrá otras oportunidades, es un joven con futuro muy prometedor. Pero igualmente duele. La carrera da otra pista que es buena para Bruno: las marcas estratosféricas no van a ser, al menos a corto plazo, la tendencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario