Lorca y el arte por naturaleza
Ignoramos dónde está enterrado Federico García Lorca y aún más
sobre su música. Su prodigiosa memoria musical constituía el mayor
archivo de canciones tradicionales. Un tesoro destruido para siempre con
su fusilamiento.
“Ante todo, soy músico” declaró Federico
García Lorca en octubre de 1933. Recién llegado a Buenos Aires donde fue
recibido por multitudes, habla con el periodista Pablo Suero. La
entrevista se publicará el día 14 de aquel mes en la revista porteña
Noticias Gráficas. Durante su estancia en Argentina, Lorca pronunció una
serie de conferencias sobre temas relacionados con la música con
ilustraciones musicales de discos o tocando él mismo el piano: El cante primitivo andaluz, Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre, Poeta en Nueva York y Juego y teoría del duende o el alma española en el arte.
La obra musical de Lorca se centra principalmente en la recuperación y
reivindicación de las músicas populares y tradicionales y su difusión a
través de conferencias, grabaciones, veladas pianísticas y teatro.
“La relación de Lorca con la música es muy estrecha y
definitoria de su obra y su personalidad”, dice el musicólogo Marco
Antonio De la Ossa Martínez, autor de un estudio sobre la música de
Lorca y de una tesis doctoral sobre las canciones de nuestra última
guerra civil. El investigador califica de magnética la relación del
poeta con la música y señala su pasión por el acervo tradicional.
Lorca estudió música y piano desde su adolescencia y llegó a tocar en
público con frecuencia. En sus círculos cercanos se daba casi por
sentado que la música iba a ser su profesión. Tal como recoge De la
Ossa, durante su vida Lorca “se relacionó con grandes personalidades
musicales del momento y fue muy frecuente verle cantar y tocar el
piano”. El poeta estudió durante diez años el folklore de todas las
regiones y se jactaba de que “habrá seguramente pocas personas que sepan
más canciones que yo”.
En algún momento llegó a
anunciar su proyecto de recopilación de un cancionero popular. De la
Ossa habla de la existencia de otro proyecto frustrado que confirma la
autoridad reconocida del granadino en el tema del folklore: “Lorca ama
el folklore español como nadie”, publicaba la revista Blanco y Negro en
marzo de 1933. “Ahora se va a filmar una cinta de costumbres regionales.
Canto, aldea, tradición, espectáculo, música. La casa productora quiere
que Lorca hable ante el micrófono, explicando todos los planos, todas
las variaciones de la película. Y Lorca duda. Si el filme está bien,
Lorca hablará”. No consta que finalmente se rodase dicho documental.
Del mismo modo que ignoramos dónde está enterrado el cuerpo de Federico
García Lorca, parece que existe una ley del silencio casi absoluta
respecto a su músic
El neoyorquino, reconocido
admirador suyo, había visitado la casa del poeta en Granada y hablado
con sus familiares. Incluso había tenido el honor de tocar su guitarra
pero ignoraba que Lorca era muy buen pianista y un gran investigador del
folklore y la música popular. La última edición de su Colección de canciones populares españolas del pequeño sello Sonifolk, dedicado al folk data de 1994 aunque está todavía disponible.
Lorca colaboró con Menéndez Pidal en sus investigaciones y sobre todo
con Manuel de Falla, instalado en Granada y amigo personal del poeta
desde los años 20. Juntos apadrinaron un concurso de cante jondo en
1922. La idea era rescatar las formas más puras del canto popular frente
a los espectáculos híbridos que se representaban en los teatros para
público mainstream y solo se permitió participar a artistas aficionados.
D. Antonio Chacón fue el presidente del jurado y Manuel Torre, uno de
los asesores. Llegaron corresponsales internacionales, grandes músicos,
hispanistas y artistas de diversos campos. Uno de los ganadores fue
Diego Bermúdez Calas El Tenazas, viejo cantaor
retirado que llegó desde Puente Genil caminando y que falseó su edad
para que le dejasen concursar. Su conocimiento de los cantes primitivos
ha sido crucial en la memoria histórica del flamenco.
En 1931, Federico García Lorca grabó para La Voz de su Amo, cinco
discos de dos caras con una selección de las canciones populares
antiguas que había ido recopilando. Él mismo las transcribió y armonizó
según el gusto de la época y tocó el piano en la sesión. Se trata de 10
grabaciones eléctricas llevadas a cabo con un solo micro y no consta si
se hicieron o, en caso de que sí, si se han conservado otras tomas
además de las publicadas.
“No
“Lorca manejó sobre todo
el cancionero de Felipe Pedrell, pero también conocía a fondo el de
lírica popular asturiana de Martínez Torner (con el que coincidió en la
Residencia) así como el cancionero de Eduardo Ocón, el de Federico
Olmeda y de Dámaso Ledesma. Trabajó además sobre cancioneros antiguos
como el de Uppsala o el Cancionero de Palacio”.
El
poeta aprovechaba sus viajes para realizar trabajo de campo y descubrir y
recuperar viejas melodías. Recorrió toda la península y obviamente la
música popular granadina mereció su especial atención con varias
expediciones por las Alpujarras. Lorca se negaba a recoger en partitura
la música popular y su prodigiosa memoria musical constituyó durante su
breve vida el mayor archivo de canciones de tradicionales de toda la
península. Un tesoro destruido para siempre con su fusilamiento.
La intérprete elegida por Lorca para la grabación en los estudios de La
Voz de su Amo en enero y febrero de 1931 fue la bailaora y cantante
Encarnación López Júlvez, La Argentinita, hija de
españoles emigrados a Buenos Aires, musa de la Generación del 27 e
intérprete de Falla, además de tonadillera, cupletista e imitadora de
otras figuras del espectáculo.
Encarnación había
cantado en conferencias de Alberti y Lorca y, además de poner la voz,
tocó las castañuelas en la grabación. Tenía su propia compañía e incluyó
en sus espectáculos las canciones recopiladas por Lorca con actuaciones
en todo el mundo en locales de tanto prestigio como el Metropolitan
Opera House de Nueva York.
Algunas de estas canciones
pasaron a formar parte de los dramas lorquianos y sirvieron como fin de
fiesta de sus representaciones en versiones coreografiadas y en forma
de pequeñas teatralizaciones llevadas a cabo por el mismo Lorca que
repartía la letra entre varios cantantes reconstruyendo un posible
argumento. Dado el secretismo de la industria musical, es imposible
encontrar datos sobre las ventas de los cinco discos.
Gracias a Lorca volvieron a la memoria colectiva canciones como Los cuatro muleros, un villancico pagano del Albaicín, según el poeta, éxito por Los Pekenikes en 1964; Los pelegrinitos
(que a pesar de la insistencia del pianista aparece en la etiqueta del
78 original con la ortografía corregida), éxito de Raphael en 1970. Sin
olvidar La Tarara, interpretada por Camarón y
hasta por Antonio Vega que ya había sido fuente de inspiración de
compositores nacionalistas como Isaac Albéniz o, posteriormente, Vicente
Asencio.
Anda jaleo se
convertiría en protoflamenco-rock con la versión del grupo sevillano
Flamenco de 1972 aunque ya había sido transformada por los milicianos
republicanos en himno de la resistencia antifranquista. Según el
historiador Vicente Carretón Cano, las grabaciones de Lorca y La
Argentinita tuvieron gran repercusión en la vida musical de la España de
la Segunda República y su llegada al cancionero republicano de la
guerra civil.
“Con la música se expresa eso que nadie
conoce ni lo puede definir, pero que en todos existe en mayor o menor
fuerza”, decía Lorca. “La música es el arte por naturaleza. Podría
decirse que es el campo eterno de las ideas”. Imprescindible que
mantengamos viva su apasionada labor musical.
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