Los alemanes comienzan a ahorrar a la japonesa: cajas fuertes y en casa
Los tipos negativos que los bancos imponen ya a algunos clientes, la baja inflación y la escasa tradición inversora de Europa Continental devuelve el dinero al colchón.
Caja fuerte
José M. Del Puerto / 31-08-2016 • 08:51
La última tendencia en Japón en lo que a finanzas domésticas se refiere llega a Alemania. En el archipiélago asiático llevan largos meses guardando sus ahorros en cajas fuertes en casa para esquivar los tipos negativos. Ahora, los alemanes comienzan a seguir su ejemplo para regocijo de los fabricantes de estos dispositivos de seguridad.
El número de ciudadanos alemanes que opta por guardar sus ahorros en su propio hogar es cada vez más abultado a juzgar por las cifras de ventas que en los últimos meses han publicado los fabricantes alemanes de cajas fuertes. Esta tendencia se ha acrecentado, según publica The Wall Street Journal, desde que varias entidades financieras germanas comenzaron a plantearse la posibilidad de aplicar tipos negativos a las cuentas de sus clientes, como hace el Banco Central Europeo (BCE) con los depósitos de efectivo de las instituciones de crédito de la Eurozona.
A pesar de que los bancos alemanes han superado los últimos test de estrés disipando las dudas al respecto de su solvencia y de la liquidez que siguen ofreciendo a sus clientes, el temor a que a corto-medio plazo engorden los costes de mantenimiento de cuenta ha provocado la liquidación de muchas de estas. Especialmente, según señala el rotativo neoyorquino, entre jubilados y pensionistas alemanes.
El ejemplo de la tendencia que desde finales del año pasado se viene dando en Japón se contagia ahora a Alemania está en las cifras de Burg-Waechter, la mayor fabricante de cajas fuertes del corazón financiero de la Europa continental. Sus ventas han subido un 25% en la primera mitad del año. Y no es fruto de la internacionalización de la compañía, ni del asalto a nuevos mercados. Su jefe de ventas, Dietmar Schake, ha explicado al diario económico que la mayoría de facturación es a clientes particulares y con pasaporte alemán.
Estos datos siguen a pies juntillas lo que en el mercado nipón viene ocurriendo desde principio del año. La cadena minorista Shimachu informó el pasado febrero al diario de cabecera de Wall Street de que hasta esas primeras fechas del año, la venta de cajas acorazadas había sido dos veces y media la que se había registrado en el mismo periodo del año anterior, cuando el Banco de Japón no se había adentrado aún en el terreno de los tipos de interés negativos. Una responsable de ventas de la firma japonesa afirmaba que, como ocurre ahora en Alemania, los ciudadanos de edad avanzada eran los que más se planteaban eso de guardar los ahorros debajo del colchón, aunque con la última tecnología en seguridad doméstica.
Tipos negativos en los bancos minoristas alemanes
El caso de Burg-Waechter no es un hecho aislado. Sus rivales Format Tresorbau y Hartman Tresore también han dado cuenta de un incremento de doble dígito en su cifra de ventas hasta el cierre de junio. Y es que, cada vez son más las entidades germanas que cargan a sus clientes institucionales o de banca privada con cuentas más abultadas con tipos negativos para paliar los que los propios bancos asumen por acudir al abrigo del BCE.
De entre los que se han apuntado a compensar las políticas de Draghi con cargo a los depósitos de su clientela, una filial del mismo Deutsche Bank. Los gestores de Postbankhan dado un paso más allá de sus clientes de mayor envergadura al anunciar que cobrarán 3,9 euros al mes a sus clientes que no superen los 3.000 euros de ingresos mensuales en sus cuentas por mantenérselas. Una cuentas de las que “cada vez es más difícil ganar dinero”, según ha reconocido una miembro del consejo de administración de la entidad en declaraciones recogidas hace apenas una semana por la agencia Reuters. Más conservador pero también llamativo ha sido el caso del banco cooperativo Raiffeisenbank Gmund. Los usuarios de esta pequeña entidad radicada en la ciudad bávara de la que toma su nombre y de apenas 6.000 habitantes tendrán que asumir costes del 0,4% si sus depósitos sobrepasan los 100.000 euros.
La alerta de Merkel espolea la tendencia
Los analistas financieros internacionales apuntan a otro factor que impulsa el ahorro a la japonesa que de momento va calando en Alemania y pronto podría extenderse hacia otros países europeos: la falta de cultura inversora del ciudadano medio de la Europa Continental. La escasa tradición de invertir en acciones o títulos de renta fija provoca que la tentación de guardar el dinero en una caja fuerte sea más fuerte si cabe teniendo en cuenta que además la inflación permanece en cotas bajas de crecimiento a pesar de las enérgicas medidas por las que recientemente han optado el BCE y otros bancos grandes centrales internacionales.
Dos factores más llevan a los pensionistas alemanes a hacerse con una caja fuerte. De una parte, el llamamiento del Gobierno del país a hacer acopio de víveres para afrontar un posible toque de queda en caso de alerta terrorista, lo que muchos han traducido también como acumular dinero en efectivo para poder afrontar pequeñas compras cotidianas por un espacio prolongado de tiempo. Por otra parte, el hecho de que sean los propios bancos los que en algunos casos se estén planteando firmemente el acumular sus reservas de capital en grandes búnkeres acorazados para esquivar los peajes del BCE que ya comienzan a cargar a sus clientes. Una política que desde hace años viene desplegando la aseguradora Munich Re para almacenar a buen recaudo decenas de millones de euros en una estrategia que le supone un coste que en sus periódicos informes financieros define como “manejable”.
El número de ciudadanos alemanes que opta por guardar sus ahorros en su propio hogar es cada vez más abultado a juzgar por las cifras de ventas que en los últimos meses han publicado los fabricantes alemanes de cajas fuertes. Esta tendencia se ha acrecentado, según publica The Wall Street Journal, desde que varias entidades financieras germanas comenzaron a plantearse la posibilidad de aplicar tipos negativos a las cuentas de sus clientes, como hace el Banco Central Europeo (BCE) con los depósitos de efectivo de las instituciones de crédito de la Eurozona.
A pesar de que los bancos alemanes han superado los últimos test de estrés disipando las dudas al respecto de su solvencia y de la liquidez que siguen ofreciendo a sus clientes, el temor a que a corto-medio plazo engorden los costes de mantenimiento de cuenta ha provocado la liquidación de muchas de estas. Especialmente, según señala el rotativo neoyorquino, entre jubilados y pensionistas alemanes.
El ejemplo de la tendencia que desde finales del año pasado se viene dando en Japón se contagia ahora a Alemania está en las cifras de Burg-Waechter, la mayor fabricante de cajas fuertes del corazón financiero de la Europa continental. Sus ventas han subido un 25% en la primera mitad del año. Y no es fruto de la internacionalización de la compañía, ni del asalto a nuevos mercados. Su jefe de ventas, Dietmar Schake, ha explicado al diario económico que la mayoría de facturación es a clientes particulares y con pasaporte alemán.
Estos datos siguen a pies juntillas lo que en el mercado nipón viene ocurriendo desde principio del año. La cadena minorista Shimachu informó el pasado febrero al diario de cabecera de Wall Street de que hasta esas primeras fechas del año, la venta de cajas acorazadas había sido dos veces y media la que se había registrado en el mismo periodo del año anterior, cuando el Banco de Japón no se había adentrado aún en el terreno de los tipos de interés negativos. Una responsable de ventas de la firma japonesa afirmaba que, como ocurre ahora en Alemania, los ciudadanos de edad avanzada eran los que más se planteaban eso de guardar los ahorros debajo del colchón, aunque con la última tecnología en seguridad doméstica.
Tipos negativos en los bancos minoristas alemanes
El caso de Burg-Waechter no es un hecho aislado. Sus rivales Format Tresorbau y Hartman Tresore también han dado cuenta de un incremento de doble dígito en su cifra de ventas hasta el cierre de junio. Y es que, cada vez son más las entidades germanas que cargan a sus clientes institucionales o de banca privada con cuentas más abultadas con tipos negativos para paliar los que los propios bancos asumen por acudir al abrigo del BCE.
De entre los que se han apuntado a compensar las políticas de Draghi con cargo a los depósitos de su clientela, una filial del mismo Deutsche Bank. Los gestores de Postbankhan dado un paso más allá de sus clientes de mayor envergadura al anunciar que cobrarán 3,9 euros al mes a sus clientes que no superen los 3.000 euros de ingresos mensuales en sus cuentas por mantenérselas. Una cuentas de las que “cada vez es más difícil ganar dinero”, según ha reconocido una miembro del consejo de administración de la entidad en declaraciones recogidas hace apenas una semana por la agencia Reuters. Más conservador pero también llamativo ha sido el caso del banco cooperativo Raiffeisenbank Gmund. Los usuarios de esta pequeña entidad radicada en la ciudad bávara de la que toma su nombre y de apenas 6.000 habitantes tendrán que asumir costes del 0,4% si sus depósitos sobrepasan los 100.000 euros.
La alerta de Merkel espolea la tendencia
Los analistas financieros internacionales apuntan a otro factor que impulsa el ahorro a la japonesa que de momento va calando en Alemania y pronto podría extenderse hacia otros países europeos: la falta de cultura inversora del ciudadano medio de la Europa Continental. La escasa tradición de invertir en acciones o títulos de renta fija provoca que la tentación de guardar el dinero en una caja fuerte sea más fuerte si cabe teniendo en cuenta que además la inflación permanece en cotas bajas de crecimiento a pesar de las enérgicas medidas por las que recientemente han optado el BCE y otros bancos grandes centrales internacionales.
Dos factores más llevan a los pensionistas alemanes a hacerse con una caja fuerte. De una parte, el llamamiento del Gobierno del país a hacer acopio de víveres para afrontar un posible toque de queda en caso de alerta terrorista, lo que muchos han traducido también como acumular dinero en efectivo para poder afrontar pequeñas compras cotidianas por un espacio prolongado de tiempo. Por otra parte, el hecho de que sean los propios bancos los que en algunos casos se estén planteando firmemente el acumular sus reservas de capital en grandes búnkeres acorazados para esquivar los peajes del BCE que ya comienzan a cargar a sus clientes. Una política que desde hace años viene desplegando la aseguradora Munich Re para almacenar a buen recaudo decenas de millones de euros en una estrategia que le supone un coste que en sus periódicos informes financieros define como “manejable”.
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