Había una vez un país con un grave problema de largo plazo. Cada vez había más gente acercándose a la jubilación y cada vez menos personas entrando al mercado laboral. Esto ya era negativo en sí mismo, pero además había un factor que convertía en muy preocupante la situación: la pensión de los primeros la pagaban en cada momento los que en ese instante estaban trabajando.
En ese país, se había diseñado un producto de inversión orientado a fomentar el ahorro para la jubilación: los 'planes de pensiones'. Eran vehículos pensados para que las personas ahorrasen por su cuenta para sus días de retiro y redujesen la dependencia de las pensiones públicas. Por eso, se le debían dar una serie de ventajas fiscales, para 'convencer' al ciudadano de decisión de dejar congelado su dinero hasta su jubilación. ¿Tenía sentido, no?
Pues resulta que está ocurriendo todo lo contrario. La pérdida de atractivo para los ciudadanos ha pasado a ser alarmante, a la luz de la evolución del dinero que llega a estos productos. Si sumamos planes individuales y planes de empleo, en 2016 sólo entraron 200 millones de euros nuevos a los planes de pensiones en España. Y si miramos el desglose, llega la desolación, como contaba Eduardo Segovia la semana pasada.
De los cerca de 9 millones de partícipes en planes en España, 6,4 millones no hizo ni una sola aportación si miramos los datos de 2015. Ni un euro. Y otros 2,2 millones aportaron menos de 900 euros. Pero es que además hubo más planes en los que salió dinero, más de 600, de aquellos que vieron entrar nuevos flujos de ahorro para el largo plazo.
¿Por qué esta situación? Parte de la explicación hay que buscarla en la inestablidad legislativa. Las últimas reformas en la fiscalidad de estos vehículos no han sido precisamente alentadoras. Se han reducido las aportaciones máximas y se han elminado importantes exenciones. No son mensajes seductores para el inversor, precisamente, y además genera inseguridad para un vehículo tan de largo plazo, que demanda precisamente lo contrario.
También hay que mirar a la propia industria, que desde siempre ha volcado su estrategia comercial en estos productos en la desgravación fiscal del año siguiente y no tanto en la rentabilidad de estos productos. Y con unas comisiones que se antojan demasiado altas para la rentabilidad histórica de estos productos.
Casi la mitad de los planes de pensiones en España cobran la comisión de gestión máxima que permite la legislación, el 1,5% y apenas un 15% la tienen por debajo del 1%. De media, esta cifra se sitúa por encima del 1,2%, por encima de la que se puede encontrar en los fondos de inversión de estas mismas gestoras. En productos de tan largo plazo, una comisión menor puede acabar suponiendo mucha mayor rentabilidad a largo plazo.
Hay gestores se ganan estas comisiones, situándose entre los más rentables de su categoría de modo consistente, pero como en tantos sitios pagan justos por pecadores. Y hay hechos que contribuyen a ello. Por ejemplo, las débiles rentabilidades que obtienen los planes de pensiones con más partícipes, a pesar de contar en la mayoría de los casos con comisiones cerca de máximos.
Lo más importante, al contratar estos vehículos, es asegurarte de que tu plan está de manera recurrente entre los mejores de su categoría, que supera de modo consistente a su índice de referencia. Por ejemplo, a través de esta herramienta que te ofrecemos El Confidencial y Finect, que te ayuda a conocer el detalle de tu plan de pensiones. Pero mientras tanto, tenemos un buen problema con el desinterés del ciudadano por estos productos.
El cuento del principio no es un cuento porque en este país no nos salen las cuentas. Los datos de aportaciones muestran que el vehículo planes de pensiones está perdiendo a marchas forzadas el favor de los ahorradores. Si de verdad queremos fomentar el ahorro para la jubilación, más le vale a nuestros políticos tomárselo muy en serio, dar ventajas reales a la inversión a largo plazo y dotar de una estabilidad total a estas ventajas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario