Pablo Iglesias llamaba a la puerta del cambio en el PSOE durante el primer consejo ciudadano estatal de Podemos tras Vistalegre II, y Pedro Sánchez no tardó en responderle recogiendo el guante. En la exposición del informe político de la secretaría general, Iglesias se refería a la relación con los socialistas, “un actor determinante en los próximos años”, aseguró, en unos términos de los que se había alejado durante los últimos meses. Los guiños mutuos se han sucedido durante los últimos días.
La consigna para los portavoces de Podemos pasa por no pronunciar el nombre de Pedro Sánchez, pero sí abrazar su predisposición para asumir cuestiones “de sentido común”, como contraposición a la gestora que “entregó el Gobierno al PP” y sostiene a Rajoy “a través de pactos estratégicos”. Aun negando su intención de injerir en el proceso congresual de los socialistas, Podemos se posiciona sobre su candidato favorito, o al menos da a entender con cuál de ellos estaría más cerca para tejer hipotéticas alianzas.
“Nuestra obligación es esforzarnos por atraerles [al PSOE] a posiciones más cercanas al bloque de la transformación, y en ese sentido tenemos que ver con esperanza lo que está ocurriendo en algunos sectores de la socialdemocracia en Europa”, proseguía Iglesias en la lectura de su informe. Sánchez, por su parte, desgranaba su proyecto político bajo el elocuente título 'Por una nueva socialdemocracia', centrado en “superar el neoliberalismo y sus efectos”. Los guiños se seguían sucediendo en el informe político de Iglesias: “Es una buena noticia que Benoît Hamonganase las primarias del PSF y dijese que sus referentes políticos sonJeremy Corbyn, Bernie Sanders y Podemos”.
Solo dos días después, Sánchez realizaba la puesta de largo de su candidatura con un programa que recogía varias de las medidas estrella de la formación morada y apostaba directamente por formar una “alianza de progreso” con Podemos, a nivel político, y con los sindicatos, especialmente CCOO, en lo social. La reacción de la nueva portavoz parlamentaria de Podemos en el Congreso, Irene Montero, cuyo nombramiento se justificó precisamente para remarcar las distancias con el PSOE, en consonancia con la estrategia defendida por los vencedores en Vistalegre II, sorprendía: “Os podéis imaginar que estamos orgullosos de que diferentes actores políticos estén de acuerdo con posiciones que para nosotros son de sentido común y que llevamos defendiendo desde que nacimos".
El 'orgullo' por el hecho de que Sánchez asuma ahora esas posiciones que Montero calificó como de “sentido común”, no parece ser recíproco en la gestora de los socialistas, que lamentó la victoria del “pablismo-leninismo” en la asamblea de Podemos. Las buenas palabras que la portavoz de Podemos dedicó a Sánchez contrastaron seguidamente con las referentes a la gestora, al no esconder su deseo de que tras el congreso del PSOE, este “deje de ser el ministerio de maquillaje social del PP" para situarse “en el lado de las políticas del cambio".
Lo que para Podemos es “sentido común”, para el presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán, no es más que un giro “rojo y radical”. Nada mejor para la formación emergente, que nació con la intención de ocupar el espacio electoral de los socialistas, que contribuir a profundizar en sus contradicciones. También en sus divisiones, máxime cuando han logrado salir de su fratricida congreso firmando la paz entre sectores, aunque esta sea frágil y haya obligado a recuperar los denostados elementos de la denominada “máquina de guerra electoral”.
Cambio de guion
Ninguna declaración se improvisa en Podemos, menos aún las referentes al PSOE. Si hace solo unas semanas se acusaba de falta de credibilidad a Sánchez porque pudo haber pactado en su momento con Podemos y no lo hizo, además de sostener que las élites vinculadas al partido nunca lo permitirían, ahora se le utiliza como arma arrojadiza contra la gestora. El PSOE es el principal rival político de Podemos y se intenta combatir por igual con el discurso de “mano tendida”, en este caso a Sánchez, o con el de “fuerza del búnker”.
Gane quien gane las primarias socialistas, la relación con Podemos, al menos con Pablo Iglesias al frente, no promete ser diferente. Más allá de la máxima del secretario general, para quien los pactos de gobierno con el PSOE solo deben darse si los socialistas son fuerza subsidiaria, los documentos políticos aprobados en la asamblea de Vistalegre marcan un hoja de ruta clara a este respecto. “Ningún sector relevante del PSOE contempló jamás la posibilidad de formar con nosotros un Gobierno que asumiera los desafíos del cambio, por mucho que Sánchez pretendiera apropiarse de la expresión 'fuerzas del cambio', incluyendo en ella a su partido y a Ciudadanos”, afirmaba Iglesias en el documento político titulado 'Plan 2020: ganar al PP, gobernar España'.
No es la única referencia que Iglesias realiza en el texto al candidato socialista: “Sánchez había sido la persona elegida por el aparato del PSOE para frenar a Eduardo Madina y, desde muy pronto, su única estrategia fue la supervivencia en un partido rodeado de sus peores enemigos en lo relativo al control del aparato, aunque con los que en principio no tenía grandes diferencias políticas”.
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