viernes, 16 de octubre de 2020
El error del Gobierno lo aprovechará el PP. y....
Paso resbalado húngaro
ENRIC JULIANA, MADRID
16/10/2020 01:02
Actualizado a
16/10/2020 10:48
Política exterior y política interior forman siempre una unidad dialéctica. Una política exterior fuerte favorece el consenso interior. Ejemplo: Francia. Cada día, el Quai d’Orsay ofrece una conferencia de prensa para valorar la situación en el mundo. La amplitud del servicio exterior francés solo es superada por Estados Unidos.
Pedaleando fuerte en la escena internacional, el establishment francés gana fuerza para gobernar. Por este motivo, entre otros, el presidente Emmanuel Macron, que gobierna el país al frente de una gran coalición de enarcas (profesionales de élite formados en l’École Nationale d’Administration) ,envió este verano barcos de guerra a Grecia para plantar cara a Turquía.
El PP, que votó en contra de un mayor control a Hungría y Polonia, halla ahora una buena brecha
Una política exterior astuta puede estabilizar o complicar. Ejemplo: Italia. El primer ministro socialista Bettino Craxi pagó muy caro dejar escapar al dirigente palestino Abu Abbas , líder del Frente de Liberación de Palestina y responsable del secuestro del crucero Achille Lauro en octubre de 1985, ceerca de las costas de Egipto, episodio en el que perdió la vida un pasajero norteamericano de origen judío. Seis años después, Craxi descubrió que tenía a Estados Unidos en contra al estallar el proceso judicial Mani Pulite.
Attila Volgyi / EP
Attila Volgyi / EP (EP)
La pasada primavera, el primer ministro italiano, Giuseppe Conte , pidió ayuda especial a China, dejó entrar un convoy militar ruso con un equipo médico especializado en lucha bacteriológica e invitó a médicos cubanos. El gobierno de Estados Unidos se llevó las manos a la cabeza. Cinco meses después, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo , ha viajado expresamente a Italia para poner las cosas en su sitio en lo que a China y Rusia se refiere. En estos momentos todos los partidos italianos se proclaman atlantistas, y Conte se siente seguro: Washington y Bruselas le respetan. Italia, que ha manejado bien el control de la epidemia durante este verano, está recuperando papel en la crisis de Libia.
España podría ser el ejemplo de una política exterior modesta pero inteligente, debilitada por la falta de consenso interior. En primavera, Pedro Sánchez fue rigurosamente atlantista: ningún médico chino, ruso o cubano pisó un hospital español. Ofertas las hubo. Se jugó bien la negociación para la puesta en marcha de los fondos de recuperación económica. Se hizo llegar discretamente a Bruselas la propuesta de un endeudamiento extra de la Comisión Europea, que sirvió de base para el acuerdo posterior, sin exhibir la pancarta: “Lo hemos pensado nosotros”. Se está apoyando a Alemania en la crisis del Mediterráneo Oriental, en la que Francia quisiera ir más a fondo contra Turquía.
Sánchez no se mueve mal en política exterior, pero la propuesta para desbloquear el Consejo General del Poder Judicial, dada a conocer esta semana, en vísperas de la reunión del Consejo Europeo, se le puede volver en contra en la medida que ofrece munición retórica a los gobiernos de Polonia y Hungría para enrocarse en su política autárquica e incrementar la amenaza de veto al Fondo de Recuperación. El actual Gobierno de España en nada se parece a los gobiernos de Hungría y Polonia dirigidos por fuerzas populistas de marcado carácter conservador y derechista. En Hungría se han creado unos tribunales administrativos exclusivamente encargados de los asuntos que tienen relación con la esfera gubernamental, como los impuestos y el cumplimiento de las normas electorales. La mayoría parlamentaria, férreamente controlada por el primer ministro Vícktor Orban, ha entregado poderes al Ministerio de Justicia húngaro para nombrar a los jueces de esos tribunales administrativos. En Polonia, entre otras medidas, se ha puesto en marcha una norma que adelanta la jubilación forzosa de los jueces del Tribunal Supremo con el propósito de nombrar a nuevos magistrados más afines al poder. A su vez se ha creado una Sala Disciplinaria nombrada directamente por el presidente de la República.
Nada que ver con lo que se plantea en España: resolver el bloqueo del Consejo General del Poder Judicial con la introducción de una segunda votación que sólo necesitaría la mitad más uno del Congreso para proceder a su renovación. La iniciativa española, sin duda discutible, pretender evitar que la norma garantista de una mayoría de 3/5 acabe convirtiéndose en un arbitrario mecanismo de veto por parte del partido perdedor de las elecciones. Un asunto complejo, sin duda. En España no se crean tribunales administrativos afines al Gobierno ni se pretende jubilar a la mitad de los magistrados del Tribunal Supremo, pero los gobernantes polacos han visto la oportunidad de utilizar la iniciativa española para guarecerse. “Sancionad también a España que quiere dar más poder a la mayoría gubernamental para la elección del órgano de gobierno del Poder Judicial”, dicen desde el partido Ley y Justicia. Los populistas polacos quieren usar España como escudo mientras amenazan con vetar el Fondo de Recuperación Europeo. Los motivos de preocupación en Bruselas son evidentes. Pedro Sánchez es hoy el principal exponente del Partido Socialista Europeo en Bruselas, pero ha de contar con conservadores y liberales. Su paso de esgrima puede convertirse en traspiés.
(En esgrima modalidad sable existe el “paso resbalado húngaro”. Manteniendo la flexión de las piernas, se eleva la punta del pie adelantado y todo el cuerpo avanza sin detener la inercia con el otro pie. El resultado es un pequeño salto hacia delante, manteniendo la verticalidad imprescindible para el ataque. No es fácil de ejecutar).
El Partido Popular, que mantiene bloqueado el CGPJ y que en enero voto en contra de una moción europea para marcar más de cerca a los iliberales polacos y húngaros, quiere pillar a Sánchez a contrapié. Ha visto el movimiento de los polacos y ahora acusa al Gobierno de poner en peligro la recepción de los fondos europeos. Si en la sociedad española se instalase la duda sobre la llegada de esos fondos, el Gobierno podría resbalar y descalabrarse.
Política interior y política exterior forman una unidad dialéctica.
¿Se libra una batalla política en los juzgados entre Gobierno y oposición?
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