jueves, 5 de mayo de 2022
La Izquierda Andaluza en la Encrucijada...
19-J: la AND-right saca las urnas
Un recorrido por ‘La generación del mollete. Crónica de un nuevo andalucismo’, de Jesús Jurado. El politólogo sostiene que la izquierda está condenada hasta que presente una alternativa al ‘andalucismo’ de Moreno
Francisco Miguel Fernández Caparrós 5/05/2022
J.R. MORA
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12 de octubre de 1992. Juan Carlos de Borbón mira al auditorio y esboza una leve sonrisa antes de comenzar su discurso. Lo acompañan en ese acto el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, un jovencísimo príncipe Felipe y una alegre reina Sofía. Es el día en que tiene lugar la clausura de la Exposición Universal de Sevilla celebrada en la isla de La Cartuja; justo el mismo día en que se conmemora el V centenario del denominado “descubrimiento de América”. La alusión a este hecho tiene que ver, no tanto con el reciente aniversario de la inauguración de la Expo del 92, como con el específico significado que tuvo este acontecimiento en Andalucía.
En su libro La generación del mollete. Crónica de un nuevo andalucismo, el politólogo Jesús Jurado señala aquel año 1992 como el momento en el que, en términos simbólicos, desde Andalucía nos sentimos por primera vez “españoles sin complejos y ciudadanos de una recién fundada Unión Europea”. La organización de la Exposición Universal de Sevilla, un proyecto respaldado por la Corona desde sus inicios, supuso para la sociedad andaluza el final de una etapa que había comenzado con las masivas movilizaciones del 4 de diciembre de 1977, en las que Andalucía, en pleno proceso constituyente, expresó su voluntad de acceder a la autonomía y ser, en palabras de José Luis Serrano, “como la que más”.
Según el politólogo malagueño, la construcción de la autonomía y el acceso a la Unión Europea han sido los dos elementos sobre los que se ha construido la modernidad democrática andaluza, ya que ambas instituciones representaban la posibilidad de superar una estructura sentimental colectiva caracterizada por el trauma del subdesarrollo. La asunción de la autonomía y la entrada en la Unión Europea aparecían como los mecanismos específicos capaces de garantizar por fin un desarrollo económico igualitario. La reforma del Estatuto de Andalucía efectuada en el año 2007 se debe inscribir en ese mismo espíritu del “consenso andaluz de la Transición”. Estos eran los materiales sobre los que se construyó la larga hegemonía del PSOE de Andalucía.
Sin embargo, la crisis económica de 2008 hizo saltar por los aires todas las expectativas prometidas por el proceso de construcción de la autonomía. En el año 2013, apenas dos años después del 15-M, Andalucía tenía casi 1,5 millones de personas en situación de desempleo, más de 3 millones en riesgo de pobreza y medio millón de personas en situación de privación material severa. Jurado nos indica que, si queremos entender hasta sus últimas consecuencias este hecho –para comprender después el despunte de un nuevo andalucismo–, debemos fijarnos en la generación que sufrió con más crudeza los efectos de la crisis económica. Se trata de la “generación del mollete”, aquella generación que nació en la década 1980 y que, a partir de los 90, cada 28 de febrero celebró el día de Andalucía interpretando el himno autonómico con la flauta dulce y desayunando molletes antequeranos empapados en aceite de oliva. Esa generación vivió la crisis de 2008 como “la demolición absoluta de todas las expectativas de futuro, de todas las promesas de la autonomía, que en Andalucía significa tanto como decir de la democracia”.
La crisis de 2008 hizo saltar por los aires las expectativas prometidas por el proceso de construcción de la autonomía
El desmoronamiento de ese “consenso andaluz de la Transición” se aprecia con claridad en 2011 con el surgimiento del movimiento 15-M. Jesús Jurado advierte que, si desde ese año se está cuestionando en el ámbito estatal el relato oficial de la Transición, en la sociedad andaluza este acontecimiento tiene una declinación específica ya que lo que comienza a ser revisado “es el relato de la autonomía, que deja de percibirse como un reto colectivo superado” para empezar a ser interpretado en un doble sentido: como una “asignatura pendiente” por parte del nuevo andalucismo o como un “error histórico” por parte de la extrema derecha.
Uno de los ejes que atraviesa la emergencia de este nuevo andalucismo es la existencia de un sustrato cultural que está intentando redefinir y dignificar la identidad andaluza. De una u otra forma Gata Cattana, Califato ¾, María José Llergó, Rocío Márquez, las discusiones alrededor de la apropiación cultural –en especial vinculadas con la música de Rosalía–, la creación de multitud de cuentas de memes humorísticos, la reivindicación de un feminismo genuinamente andaluz o la relectura del pasado histórico andalusí constituyen un conjunto de iniciativas que tienen un denominador común: redefinir aquello que sea la identidad andaluza.
Sin embargo, la traducción política de este humus cultural presentaba un problema específico: la inexistencia del andalucismo político tras la disolución en 2015 del Partido Andalucista. Según Jurado, si una nueva fuerza andalucista quería disputar al PSOE la hegemonía construida durante más de tres décadas, esa organización debía alejarse “tanto del autonomismo autocomplaciente del PSOE como del modelo Gordillo y Cañamero”. Podemos Andalucía tuvo dos ocasiones en las que pudo ser una fuerza política de tales características: con José Luis Serrano, profesor de Filosofía del Derecho y referente del andalucismo político, y con Adelante Andalucía. La prematura muerte del primero y la autodestrucción del segundo explican, al menos en cierta medida, la imposibilidad de traducir en términos políticos ese andalucismo cultural que estaba emergiendo entre la primera y segunda década del siglo XXI.
Existe un tercer factor que ha imposibilitado hasta ahora la construcción de un nuevo andalucismo. El PSOE andaluz construyó la autonomía regional a través de una confusión de los límites entre identidad histórica, institucionalidad y partido político, es decir, mezclando deliberadamente lo que era la sociedad andaluza, la administración de la Junta de Andalucía y el PSOE. El caso de los ERE ha sido exactamente la traducción judicial de esa forma patrimonial de construir la autonomía. Todo ello se ha producido al mismo tiempo que se llevaba a cabo un proceso de desmantelamiento de los principales pilares del Estado de bienestar autonómico. Por eso, el PSOE andaluz, en especial durante su etapa susanista, desplegó dos viejas estrategias para seguir ostentando el gobierno de la Junta. Por un lado, demonizó hasta el hartazgo cualquier cosa que se pudiera encontrar en su flanco izquierdo y, por otro, vació de su contenido social a la identidad andaluza para “sustituirlo por el del enfrentamiento entre pueblos propio del españolismo”. Esta doble estrategia, además de desalentar cualquier posibilidad de renovación del andalucismo político, tuvo un efecto imprevisto: crear la plataforma de aterrizaje de una derecha que ha podido apropiarse sin ningún tipo de impedimento del imaginario andalucista.
“Presidente, lo sabemos todo de ti, está todo archivado, lo hemos estudiado todo”. Sabemos que estas palabras se las susurró Elías Bendodo, el actual consejero de la Presidencia de la Junta de Andalucía, al expresidente socialista Manuel Chaves, quien gobernó la administración autonómica durante casi 20 años de manera ininterrumpida. Desde el 2 de diciembre de 2018 hemos podido comprobar que, en efecto, el PP de Juanma Moreno ha aprendido todas las lecciones del estilo de gobierno socialista. Mientras las izquierdas nos hemos dedicado a destruirnos y chocar con Vox, “Juanma Moreno –escribe Jurado– atravesaba las Ardenas ondeando la bandera andaluza, con el PSOE aprestándose al colaboracionismo más obsceno por puro rédito electoral”.
El proyecto de la derecha andaluza tiene por objetivo profundizar en el adelgazamiento del Estado de bienestar
Durante estos últimos cuatro años, el PP andaluz ha dominado la escena política autonómica sin gran dificultad, aunque en Andalucía, más de 10 años después de la crisis económica de 2008, el número de personas en riesgo de pobreza o exclusión social y privación material severa permanece inalterable. A pesar de ello, el proyecto autonómico de la derecha andaluza tiene por objetivo profundizar en la laminación y adelgazamiento de todo lo que ha significado el parcial Estado de bienestar construido desde la década de los 80. Jurado sostiene al final de su libro que este andalucismo de derechas –al que bien podemos llamar la AND-right por no perdernos en disquisiciones históricas– no es coyuntural ni fruto exclusivo de una medida estrategia electoral y por eso cree que la izquierda andaluza parece estar condenada “a veinte años de hastío” hasta que sea capaz de presentar una alternativa al andalucismo de Juanma Moreno.
Inquieto por la crisis interna de su partido, y por la proyección de la derecha ultramontana de Vox, el presidente de la Junta ha anunciado el adelanto de las próximas elecciones andaluzas un día después de que Macron haya ganado las elecciones presidenciales en Francia. Como sostuvo Jesús Jurado en la presentación de su libro en Granada el pasado 23 de abril en la librería Praga, no sería extraño que la campaña de Moreno Bonilla emulara en buena medida a la de Macron para acabar presentándose “como el dique de contención de la extrema derecha”. Al margen de hasta qué punto es impostado o sincero el compromiso del PP andaluz con la identidad y la autonomía andaluzas, una de las cuestiones que deja sin resolver el libro de Jurado es si existe actualmente una fuerza política de izquierdas con capacidad de construir una alternativa andalucista. Rubén Pérez Trujillano, autor de Andalucía y reforma constitucional, le lanzó esta pregunta al politólogo malagueño en la presentación y su respuesta fue clara: actualmente no existe esa fuerza política y para que tal cosa ocurra es necesario que, en primer lugar, “surjan y se consoliden muchas más iniciativas sociales y culturales de carácter andalucista” y, en segundo lugar, para que esa atmósfera encuentre una decantación política “debemos poner el contador político de la izquierda andaluza a cero”. A juicio de Jurado, “estas elecciones pueden servir para consolidar, al menos, al refundado Adelante como partido netamente andaluz, acabando así con ese vacío anómalo en el mapa electoral”.
Ojalá que, como deseaba Jurado en la presentación, ese movimiento cultural andaluz enraíce y se ensanche y que, ante el terrible horizonte electoral y político que se dibuja para las distintas izquierdas en Andalucía, tras las próximas elecciones seamos capaces de empezar de nuevo esa tarea sin que tengan que transcurrir otros cuatro años de hastío.
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Francisco Miguel Fernández Caparrós es jurista.
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