Mesa electoral. / UMH TV
Mesa electoral. / UMH TV A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! Existe un fuerte debate en torno a las pasadas elecciones autonómicas y municipales y las futuras elecciones generales sobre si los electores toman decisiones orientándose por la capacidad de gestión de los distintos dirigentes o si, por el contrario, se dejan llevar por las pulsiones invocadas por los medios de comunicación. Estos –particularmente la televisión– centran su atención en cuestiones ajenas a la aburrida gestión institucional para focalizarla en las más lucrativas y atrayentes temáticas emocionalmente polarizantes, convirtiendo así de facto el proceso electoral en una suerte de Democracia OT (por Operación Triunfo), una democracia devaluada de salón, fuegos de artificio y palomitas frente al televisor. Como aportación al debate he querido detenerme en datos demoscópicos aparentemente menos relevantes, pero a la postre más reveladores, de lo sucedido el 28M: el cuándo y el por qué eligen su voto los y las españolas. Los hechos En las pasadas elecciones municipales y autonómicas los españoles y españolas elegían a sus alcaldes/as y presidentes/as de comunidad autónoma. Dado que son bien conocidas cuáles son las competencias de estas instituciones de orden territorial, si un observador racional externo se hubiera asomado a estos comicios, podría haber pronosticado que en aquellos lugares en los que la población estaba razonablemente satisfecha con sus gobiernos locales y autonómicos los mandatarios revalidarían mientras que en los casos en los que la situación era contraria recibirían el varapalo de las urnas. El 28M sin embargo mostró un escenario cualitativamente diferente. Si bien una parte del electorado ordenó su voto en base a este mencionado criterio racional, buena parte de los votantes decidió castigar al Gobierno central ejerciendo su voto contra las formaciones que lo sostienen, al margen de su performance local y/o de los atributos de sus candidatos municipales o autonómicos. Efectivamente, si nos fijamos por ejemplo en el paradigmático caso valenciano, la macroencuesta del CIS de noviembre-diciembre –aún alejada de las elecciones– reflejaba que un 62,4% de los encuestados valoraba como buena o muy buena la situación de su comunidad autónoma. Preguntados específicamente por la gestión del presidente Puig, el 51,8% de los valencianos valoraba como buena o muy buena su gestión, mientras solo el 34,6% la estimaba como mala o muy mala. En el extremo opuesto, en la Comunidad de Madrid, los encuestados suspendían la gestión de su presidenta con un 44,8% de valoración positiva para Ayuso por un 49,7% de valoración negativa. Sin embargo, tras una fortísima campaña electoral sedimentada por una durísima polémica en torno a la ley del ‘solo sí es sí’ y nacionalizada en torno a temas como ETA, los okupas y un posible fraude electoral del PSOE, tan solo seis meses más tarde, las urnas arrojaban unos resultados que nada tenían que ver con aquella evaluación de la gestión. En Valencia, el PP se elevaba al 34,7% de los sufragios y el PSOE quedaba muy atrás, en el 27,8%. En Madrid, el vuelco era todavía más espectacular, el PP obtenía el 47,3% por un pírrico 18% del PSOE. En términos estadísticos podríamos decir que, tanto la valoración de la gestión de sus presidentes como la evaluación de la situación de la comunidad autónoma resultaron nefastos predictores de los resultados electorales, o lo que es lo mismo, que no hay una correlación suficiente –como para inclinar el resultado electoral– entre la gestión y el voto de los y las electoras. Datos bajo la superficie ¿Había algún dato en aquel CIS autonómico de noviembre-diciembre que nos permitiera rastrear algún indicio que anticipara lo que sucedería? Una pista para dar luz a esta aparente paradoja de irracionalidad del voto nos la trae el hallazgo de severos sesgos sociopolíticos entre los encuestados cuando eran preguntados por el CIS en noviembre sobre “qué sería más importante a la hora de definir el voto en las elecciones autonómicas, los temas propios de su comunidad autónoma o los temas generales de España”. Efectivamente, a escala estatal un 60% de los votantes hipotéticos del PSOE (tanto en unas elecciones generales como autonómicas) decían estar preocupados por las cuestiones autonómicas y solo un 35% por las cuestiones nacionales. Sin embargo, en el caso del PP existía una división mucho más equitativa entre ambas motivaciones, un 47% se preocupaba de las cuestiones autonómicas por un 46% de las nacionales, una proporción muy diferente a la del votante socialista. Esta proporción decaía abruptamente para el 20% de indecisos que decían no saber o no contestar sobre qué votarían en unas elecciones autonómicas. Solo el 36% de los indecisos orientaría su voto por las cuestiones autonómicas frente a un 45% que lo haría por las nacionales. Solo el 36% de los indecisos orientaría su voto por las cuestiones autonómicas frente a un 45% que lo haría por las nacionales En el caso valenciano, por poner el ejemplo de la comunidad en la que los resultados del 28M se parecen más a la proyección actual de las encuestas para el 23J, este escenario se extremaba. Efectivamente, un 43,5% de los valencianos (frente a un 39,5% de los y las españolas) optaba por inclinar su voto en función de los temas generales de España. Este porcentaje era cualitativamente superior al de otras comunidades en las que el PSOE resistió mejor aun perdiendo el gobierno, como Baleares (37%), o en las que mantendrá el gobierno, como Asturias (34%). Otro dato de sumo interés es la correspondencia de la inclinación por los temas nacionales o autonómicos y el nivel de ingresos. Entre las rentas más altas del país la proporción es de 60%-30% entre interés autonómico e interés nacional. Sin embargo entre las rentas medias (1.100 a 1.800€/mes por hogar) los intereses se equilibran y entre las rentas más bajas (ingresos de menos de 1.100€/mes por hogar) la proporción se invierte a 40%-50%. Idéntico fenómeno observamos en la escala ideológica. Entre el 37% de izquierdas que se ubica entre el 1 y el 4 de la escala ideológica en España, para 2 de cada 3 electores el decantador del voto es la situación autonómica. La situación se modifica cualitativamente para quienes se ubican en el 5 y 6 ideológico (35% de la población). Ya no se reparten 6 a 3 como en la izquierda sino 5 a 4 entre quienes orientan su voto por las cuestiones autonómicas y las nacionales. En el grupo de la derecha (7 y 8 en la escala, un 15% de la población) la proporción se equilibra en un 5 a 5 y finalmente en la extrema derecha sólo 1 de cada 3 electores (3 a 6) se orienta por cuestiones autonómicas. Si observamos de nuevo el caso tipo valenciano observamos algunas especificidades. Efectivamente, entre el 27% de los y las valencianas situadas en el 5 ideológico la proporción ya no es 5 a 4 entre cuestiones autonómicas y nacionales sino que se equilibra. En el grupo de la derecha –sin liderazgos regionales claros– la proporción ya no es equilibrada sino que se invierte bruscamente para todo el grupo y llega al punto de que sólo 1 de cada 4 electores que se sitúan en el 10 de la escala se orientan por cuestiones autonómicas. Otro sesgo definitivo emerge en lo que se refiere al nivel educativo. Los grupos con menor nivel formativo (solo primaria) son los únicos que se decantan más por los temas nacionales que por los autonómicos. La situación se equilibra para el 15% con educación secundaria y cambia drásticamente en favor de los temas autonómicos hasta llegar a un 2 a 1 entre los estratos de la población con mayor nivel formativo. Los grupos con menor nivel formativo (solo primaria) son los únicos que se decantan más por los temas nacionales que por los autonómicos En lo que se refiere a la edad existe un sesgo notorio entre un interés equilibrado por las cuestiones nacionales y autonómicas de los jóvenes y un progresivo incremento del interés por las cuestiones autonómicas a medida que se crece en franja etaria. Si atendemos a otra variable colateral indagada por el CIS (en este caso en sus barómetros) sobre el momento en el que los y las votantes deciden su voto, nos topamos con los siguientes hallazgos: 1) entre aquellos entrevistados en hogares de menos de 1.100€/mes/hogar, “solo” el 56% decide su voto mucho antes de las elecciones, lo que contrasta con el 63% de la población general y la premeditación del 73% de los que ganan más de 5.000€/mes/hogar. El grupo de rentas entre 1.100€ y 1.800€ tiene un comportamiento intermedio entre la media nacional y este grupo de rentas bajas; 2) Parece existir un fuerte parteaguas entre los jóvenes (hasta 35 años) y los mayores de 35 en torno a la premeditación de la decisión del voto. Las franjas de edad superior se inclinan en mayor medida que los jóvenes por llegar a la campaña electoral con el voto decidido. Algunas conclusiones Los datos nos revelan con terquedad que tanto los indecisos como los sectores de centro y centro derecha, los jóvenes y los estratos con menos ingresos y nivel educativo son más susceptibles de 1) tomar la decisión en el fragor de las últimas semanas de disputa mediática y 2) quedar más atrapados en los temas nacionales que en las cuestiones autonómicas, lo que extrapolado a una campaña electoral nacional como la del 23J puede traducirse en que son las grandes guerras culturales –las que ocupan los titulares de los medios de comunicación de masas de ámbito estatal– y no las cuestiones de gestión las que influirán en mayor medida en la orientación de su voto. Por otro lado, parece sencillo concluir a la vista de estos datos que, por razones diferentes, Madrid y Valencia tenían electorados muy predispuestos a inclinar su voto por cuestiones nacionales y que además las cuestiones que protagonizarían la campaña en los últimos días serían las decisivas. En el caso madrileño, el eje de campaña giraba naturalmente en torno a su dirigente autonómica, una líder de fortísima proyección nacional. En el caso de Valencia, con una derecha sin liderazgos locales que centraran el debate en los temas valencianos o en sus propias figuras, el debate, ya en diciembre, apuntaba que, para la derecha, caería del lado de las cuestiones nacionales. Además, en la batalla por el “centro”, el terreno en Valencia partía inclinado en favor de “lo nacional”, cosa que no sucedía en la misma medida en otras zonas de España. Finalmente recordar que el análisis realizado se basa en datos de noviembre, en un clima estrictamente preelectoral, un momento en el que aún no se hablaba en las cenas familiares y reuniones de amigos sobre etarras en las listas de Bildu, fraudes electorales en Mojácar o ahora, finalmente y por fin, sobre la amenaza de la entrada de la xenofobia, la lgtbfobia y la misoginia en nuestras instituciones. ¿Cuánto acelera esta dinámica comunicativa la tendencia a erradicar la gestión de la balanza de temas decisorios a la hora de elegir el voto? La respuesta la tendremos el 23J y en buena medida el resultado recaerá sobre ese público/electorado volátil que entre el 16 y el 23 de julio se pegue al televisor para seguir nuestro particular evento de democracia OT. ------------------- Sergio Pascual es miembro del Consejo Ejecutivo de CELAG y exdiputado en el Congreso. Autor >
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