lunes, 26 de junio de 2023
Manualillos Financieros....* La Banca Armada *
“Las inversiones en la industria militar son una práctica generalizada de la banca”
María Fraile, investigadora del Centre Delàs de Estudis per la Pau de Valencia, estuvo en Xixón para hablar sobre "banca armada" invitada por Coop57.
Por
Javier Arjona
26 junio 2023
María Fraile. Foto: David Aguilar Sánchez
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Javier Arjona
Javier Arjona
Minero jubilado y militante internacionalista.
Maria Fraile es graduada en Derecho y Máster en Relaciones Internacionales. Investigadora del Centre Delàs de Estudis per la Pau de Valencia, es activista de la campaña Banca Armada, que promueven diferentes entidades.
La semana pasada estuvo en Xixón invitada por el nodo asturiano de Coop57 hablando sobre las conexiones entre finanzas e industria militar.
¿A qué se llama banca armada?
Son todas aquellas entidades financieras que colaboran con el complejo militar- industrial financiando empresas de armamento, a través de distintas formas. De este modo, contribuyen a la expansión y a la supervivencia de la industria militar, teniendo así un papel clave en la perpetuación y en la existencia de los conflictos armados. Dentro de la banca armada, podemos identificar desde corporaciones bancarias y empresas aseguradoras, hasta instituciones públicas como la SEPI y el ICO.
¿Qué formas utiliza la banca para financiar a la industria militar?
Hasta hoy las operaciones que se han podido identificar incluyen la concesión de créditos y préstamos, la participación en fondos de inversión, la compra de acciones, la emisión de bonos y pagarés y la financiación de las exportaciones. Es importante que reflexionemos sobre el papel de las entidades financieras en el ciclo económico militar. Gracias a las investigaciones del Centre Delàs de Estudis per la Pau (se han realizado más de 10 informes desde 2011), podemos afirmar que la industria armamentista depende mucho de las entidades financieras. De hecho, como tantos otros sectores, cuentan un alto grado de endeudamiento (alrededor del 70% en el caso de la industria militar española). En términos numéricos estaríamos hablado de que la banca armada española invirtió, entre 2015 y 2021, 19.950.786.947,25 de dólares en empresas fabricantes de armamento. Si nos fijamos en términos más globales, el top 100 de las entidades financieras que conforman la banca armada internacional suman la friolera de más de 822.632 millones de dólares en 2022. Además, estas cifras son sólo aquellas a las que podemos tener alcance, probablemente, las inversiones son muy superiores. De ello extraemos que las inversiones en la industria de la guerra son una práctica generalizada en la banca tradicional, lejos de tratarse de casos aislados y anecdóticos. Asimismo, concluimos que la dependencia en las entidades financieras, podría traducirse en que 3 de cada 4 armas no podrían fabricarse de no ser por el apoyo de la banca armada.
“Tres de cada cuatro armas no podrían fabricarse de no ser por el apoyo de la banca“
¿Qué es la campaña de Banca Armada?
Es una campaña, que nace en 2007, de la necesidad de denunciar las inversiones de entidades financieras en la industria armamentista y con la intención de promover la movilización social contra estas prácticas. A partir de estos datos tratamos de exigir cambios en la política de inversión de los grandes bancos e impulsar en la ciudadanía el paso a las finanzas éticas, pues debemos ser conscientes de que estas inversiones se realizan con nuestro dinero. En general, la sociedad rechaza que sus ahorros se inviertan en actividades relacionadas con la guerra y, por ello, debemos reflexionar tanto individual, como colectivamente, sobre dónde guardamos nuestro dinero. A fin de cuentas, con decisiones cotidianas como esta, estamos contribuyendo o bien a la existencia de empresas que comprometen el respeto por los derechos humanos, o bien a proyectos que ponen a las personas, a la paz y al medioambiente en el centro.
María Fraile en Xixón. Foto: David Aguilar Sánchez
Cuéntanos de las acciones directas pedagógicas en los bancos armados
La campaña se articula en torno a tres ejes: la investigación, la sensibilización a la ciudadanía y la incidencia política y empresarial. Estas tres patas son las que permiten llevar a cabo acciones como la asistencia a las juntas generales de accionistas de los principales bancos españoles que conforman la banca armada. Esta actividad consiste en que, gracias a la delegación del voto de accionistas críticas con este tipo de inversiones, activistas de la campaña podemos acceder a las juntas anuales para intervenir en su nombre y denunciar, ante el consejo de administración, las inversiones descubiertas en las investigaciones sobre cada uno de estos bancos. Además, también disponemos de muchos materiales divulgativos que están a disposición de toda la ciudadanía (incluidas las entidades financieras), de forma gratuita, en la página web de la campaña.
Tenemos por las nubes el gasto militar. ¿Incluye autopropaganda para “disimular” sus efectos, o presumen también de ese abuso, aunque sea obedeciendo la orden yanqui?
Efectivamente, el gasto militar mundial superó los 2 billones de dólares, según el SIPRI (Instituto Internacional de Investigación por la Paz de Stockholm). Como bien sabemos, el mandato a los países miembros de la OTAN es aportar (mínimo) un 2% del PIB al gasto militar estatal. Según voces expertas en esta materia, la guerra de Ucrania se ha convertido en la excusa y legitimación perfecta para impulsar este aumento, tanto para los países europeos, como para muchos otros países del mundo. Además, es posible que parte de la ciudadanía también secunde ese gasto de acuerdo al discurso derivado de la situación en Ucrania. Sin embargo, la cantidad de fondos destinados al gasto militar no es una cifra transparente ni si quiera en lo que se refiere a los presupuesto públicos. Por ejemplo, el Centre Delàs realiza cada año un cálculo del gasto militar de los presupuestos generales del estado en base a un criterio más amplio que suma a los fondos destinados al Ministerio de Defensa otros gastos militares repartidos por otros ministerios, como la seguridad social de los militares y pensionistas, la mutua militar, la Guardia Civil (cuerpo militar) y contribuciones a la OTAN. Según ese cálculo total, los presupuestos españoles destinan al gasto militar un 2,17% PIB.
¿Qué pasos contempla la desmilitarización-desarme-pacificación?
En primer lugar, podemos preguntarnos: ¿A quién sitúa en el centro el paradigma actual de seguridad? ¿Quién fabrica las armas? ¿Quién las vende? ¿Quién las utiliza? Las prioridades del sistema hegemónico actual se enfocan, más bien, a proteger las fronteras, la integridad del estado, a atender la amenazas al statu quo y a garantizar la maximización de beneficios de las élites económicas.
María Fraile. Foto: David Aguilar Sánchez
Desde luego, si nos planteamos un proceso de desarme y pacificación deberá pasar por poner en el centro a las personas, los derechos humanos, el medioambiente, la justicia social… Si ello fuese una prioridad, no existiría la necesidad de invertir miles de millones en armamento a través de los presupuestos públicos de los estados, ni tampoco sería rentable fabricar armas o financiarlas. Por tanto, el camino hacia una sociedad más pacífica debe pasar, necesariamente, por un cambio de paradigma basado en la seguridad humana que mire por defender la dignidad de las personas. Y esto es algo que no se consigue a cañonazos, sino con inversión social: se requieren fondos públicos para atender a las verdaderas necesidades humanas como la educación, la salud, el acceso a una vivienda, a un trabajo digno y atender cuestiones climáticas. Cabe mencionar, en este sentido, el trabajo que realiza la Campaña de Acción Global sobre el Gasto Militar (GCOMS) que, precisamente apelando al coste de oportunidad que representa el enorme gasto militar, ha utilizado este año el lema “La guerra nos cuesta un mundo”. Un mundo amenazado por la existencia de decenas de conflictos armados que en provocaron en 2022, la huida de más de 100 millones de personas, una cifra que se prevé en aumento a causa, también, de la creciente movilización de personas afectadas por la crisis climática.
¿Es posible otro tipo de banca “desarmada”? ¿Cuáles son las alternativas?
Como decía antes, la alternativa a la banca armada son las finanzas éticas, es decir, entidades financieras que cumplen con criterios de no inversión en industrias y sectores dañinos para la sociedad (como la guerra, el juego, las sustancias adictivas, etc.). Estas entidades cuentan con sistemas de control y auditorías socioambientales para evitar dichas inversiones. En todo caso, son entidades que no se dedican a la especulación y que, normalmente, sólo operan en el tejido de la economía social y solidaria. Es decir, se trata de una banca que no busca maximizar sus dividendos, sino destinar sus inversiones a proyectos de lo que podemos denominar “economía real”, una economía que apoya iniciativas con un beneficio directo en la sociedad, en las personas y en el medioambiente.
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