El periodista y politólogo Fabien Escalona en una imagen reciente. / Sébastien Calvet / Mediapart
El periodista y politólogo Fabien Escalona en una imagen reciente. / Sébastien Calvet / Mediapart A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! Dentro de 50 años, los libros de historia dedicarán varias páginas a lo ocurrido en el primer semestre de este año en Francia. Primero, la impopular subida de la edad mínima de jubilación, de los 62 a los 64 años, provocó la movilización sindical más multitudinaria en el bullicioso país vecino en este siglo XXI. Más tarde, el asesinato del adolescente de 17 años Nahel M., por un agente de policía que le disparó a quemarropa, desembocó a finales de junio en la oleada de violencias urbanas de mayor calado en las banlieues (‘periferias’) desde la revuelta en esos mismos barrios periféricos en 2005. Pese a la voluntad del Gobierno de Emmanuel Macron de despolitizar la revuelta de las banlieues, ambos estallidos sociales están relacionados. Así lo cree el periodista y analista político Fabien Escalona (Grenoble, 1987). En ambos casos, ve una muestra de la crisis de régimen de la Quinta República francesa. Escalona trabaja en el medio digital Mediapart y es el autor de una galardonada tesis doctoral sobre la reconversión de la socialdemocracia a partir de la década de 1980. A principios de año publicó el ensayo Une république à bout de souffle (‘Una república agonizante’) sobre la profunda crisis de legitimidad que atraviesa el sistema fundado por el general Charles de Gaulle en 1958. Una tesis que se ha visto reforzada tras esta primera mitad de año marcada por unas calles de Francia en llamas. ¿Por qué considera que Francia vive en estos momentos una crisis de régimen? El régimen de la Quinta República atraviesa una crisis profunda de legitimación No creo que estemos ante una crisis tan grave como la que provocó el final de la Cuarta República en 1958, pero sí que el régimen de la Quinta República atraviesa una crisis profunda de legitimación. Todos los regímenes políticos, ya sean democráticos o autoritarios, necesitan mecanismos de legitimación. En el caso de Francia, desde la década de 1980 no han dejado de debilitarse aquellos mecanismos fundacionales de la Quinta República (Estado del bienestar, promesa de modernización…). Y la misma irrupción de Macron en 2017, que resultó posible gracias al declive de los partidos tradicionales (los socialistas y la derecha republicana), ya fue un indicio de ello. Una decadencia mucho más marcada que en el caso de España. Esta crisis de legitimidad ha ido empeorando en los últimos años. ¿El intenso pulso por la reforma de las pensiones entre Macron y la calle representa un símbolo de ello? La reforma de las pensiones ha sido un ejemplo paradigmático de un presidente que gobierna en solitario contra la mayoría social y los cuerpos intermediarios, como los sindicatos. Aunque Macron haya logrado salirse con la suya y que la reforma termine aplicándose, esto no significa que sea menos grave. De hecho, se habló mucho de su aprobación por decretazo a través del artículo 49.3 y que luego se impidiera la votación en la Asamblea Nacional de una propuesta de ley de la oposición para derogar la medida. Pero lo más chocante de todo ello fue que se recurriera a estos métodos para aplicar una iniciativa legislativa que rechazaba una amplia mayoría de la población. Todo esto ha producido en el país una ruptura de confianza y de adhesión al régimen que puede resultar peligrosa. ¿La reciente revuelta de las banlieues también le parece una muestra de ello? Siempre ha permanecido la ficción de una Francia universalista que trata a todo el mundo de la misma manera Sí, creo que también es un síntoma de esta crisis de régimen. El problema de fondo que propició esta oleada de disturbios son las discriminaciones masivas y la relegación social que sufren los habitantes de estos barrios populares. Unas cuestiones que nunca fueron tratadas directamente por el sistema de la Quinta República. Ni sus fundadores ni sus sucesores quisieron afrontarlas. Siempre ha permanecido la ficción de una Francia universalista que trata a todo el mundo de la misma manera. Sin embargo, hay problemas de racismo arraigados en la sociedad y en las instituciones, como la policía. Un aspecto que sorprende en la reacción del Gobierno de Macron es la negación del problema de fondo, que lo sucedido tras la muerte de Nahel se considere solo como un problema de orden público. Hay una especificidad francesa respecto a las banlieues: la negación del problema. Francia no solo es uno de los países cuya policía trata de manera más discriminatoria a las poblaciones racializadas, sino que también destaca por negarlo de manera persistente, tanto en el discurso político como mediático. Este tipo de abusos existen en otros países europeos, como Reino Unido o Bélgica. Pero allí al menos intentaron confrontar el problema. En el caso de Francia, no. Desde la fundación de la Quinta República hubo una especie de amnesia colectiva respecto al pasado colonial. Y desde entonces nunca se ha querido tener una mirada crítica sobre ese periodo y sobre cómo repercute en el presente. ¿Estas heridas del pasado colonial también influyen en el voto a la ultraderecha de Marine Le Pen? La principal base ideológica del lepenismo es la matriz colonial La principal base ideológica del lepenismo es la matriz colonial. Los fundadores del Frente Nacional (ahora Reagrupación Nacional), como Jean-Marie Le Pen, se opusieron a la política del general De Gaulle de acabar con el imperio colonial y los privilegios que los franceses obtenían de ello. Todo esto creó un imaginario ideológico y familiar que aún está presente en una parte del electorado ultra, sobre todo en el sur del país. El historiador Benjamin Stora habla de un paternalismo respecto a las poblaciones árabes y magrebíes, así como de un deseo de segregación. Hay una gran dificultad para aceptar una Francia plural. Respecto a las banlieues ha sorprendido lo inaudible que es la palabra de la clase política entre los jóvenes y adolescentes de estos barrios. ¿A qué se debe? Hay una crisis de legitimidad en Francia entre la ciudadanía y su clase dirigente. Esta resulta aún más evidente en los barrios populares y las zonas periféricas de las grandes ciudades, donde se producen los niveles de abstención más elevados y los partidos están menos implantados. También han perdido peso las asociaciones locales, en parte debido a los recortes en el gasto público, lo que ha debilitado el tejido social. Lo que sucedió en estos barrios populares tras la muerte de Nahel fue el fruto de una distopía en la que no hay ninguna alternativa política y la rabia se tiene que expresar de alguna forma. Un fenómeno como este podría reproducirse en el resto del país. Además de la brecha creciente entre la ciudadanía y su clase política, esta crisis de régimen también se debe a una dimensión económica y la ruptura del pacto social del Estado del bienestar. ¿Cómo se ha visto acentuada esta tendencia durante la presidencia de Macron? Durante los últimos 40 años, los franceses mostraron una constante resistencia a las reformas neoliberales, a través de las urnas o con movilizaciones sociales. Una peculiaridad de Francia ha sido que muchas de estas medidas no se aplicaron con tanta brutalidad como en países vecinos, como Reino Unido. Pero con la presidencia de Macron ha llegado el momento en el que estas reformas se aplican en el corazón del pacto social, en la relación con el trabajo y derechos esenciales como la jubilación. Todo esto favorece una fuerte resistencia ante un poder al que le da igual la opinión de la gente y decide imponerse por la fuerza. El Ejecutivo macronista ha intensificado aquellas políticas que degradaron la confianza que los franceses tenían con sus gobernantes. Una de las peculiaridades de Macron es que, por un lado, emergió con la voluntad de regenerar la Quinta República retomando algunas de sus promesas iniciales (la modernización de la economía, la figura del hombre providencial…). Pero, por el otro, actúa más bien como un bombero pirómano. Aunque no lo diga abiertamente, a Macron le gustaría regenerar la Quinta República, pero me parece imposible que lo consiga. De hecho, incurre en una contradicción evidente al aplicar las mismas políticas económicas impulsadas por los partidos tradicionales (los socialistas y la derecha republicana) en los últimos 40 años y que erosionaron las bases sociales y electorales de estas formaciones. Actualmente, Macron representa solo una solución provisional ante esta crisis sistémica. Es solo una unión de lo que queda del antiguo bipartidismo. Una base social que mantiene viva jugando con el miedo de la llegada al poder de la ultraderecha. Pero esta solución refleja el agotamiento del sistema y no muestra indicios de regeneración. Una buena prueba de ello fue su discurso a finales de abril después de la promulgación de la reforma de las pensiones. Estaba completamente vacío de contenido. Más allá de su ADN neoliberal, Macron no tiene gran cosa que proponer. ¿Por qué ve imposible una regeneración de la Quinta República? Me sorprende esta afirmación teniendo en cuenta que el año que viene se convertirá en el sistema republicano que ha durado más tiempo en Francia. La población ha cambiado mucho respecto a 1958. Ahora es mucho más exigente e instruida La población ha cambiado mucho respecto a 1958. Ahora es mucho más exigente e instruida. Aunque la mayoría de los franceses no quiere que haya consejos de obreros por todos lados, sí que les gustaría que los escucharan más. Aspiran a una toma de decisiones menos vertical, y esto no resulta posible con un sistema como el de la Quinta República. Además, el desafío actual de la urgencia ecológica exige una serie de decisiones que no pueden ser tomadas por el mercado o por un pequeño grupo de personas. Los sistemas centralizados suelen favorecer la inacción climática. Hace falta tomar todas estas decisiones a través de un proceso que tenga en cuenta todos los puntos de vista y que deje que algunas medidas se tomen lo más cerca del territorio. Como dice en su libro, “la respuesta no puede ser solo un cambio institucional”. El terreno institucional tiene cierta importancia y aún más en Francia, donde resulta especialmente desfavorable a las alternativas ecológicas y sociales. Pero no se debe pensar solo en un cambio institucional, sino también reflexionar en un proyecto sobre cómo afectará a las condiciones de vida de la gente. Hace falta demostrar la continuidad entre desmontar la monarquía presidencial y desmontar una toma de decisiones capturada por una minoría social privilegiada. ¿Ve factible en estos momentos una estrategia democrática de conquista del poder a través de estas ideas? Es cierto que en la izquierda francesa son hegemónicas las demandas de un ecosocialismo de ruptura como el que defiende la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, pero la gauche apenas representa un tercio del electorado. El caos no es la transformación ecológica y social, sino lo que vivimos actualmente Escribí mi libro con la voluntad de no dirigirme solo a los convencidos. En este sentido, me parece interesante la posición del diputado insumiso François Ruffin –uno de los nombres que suenan para suceder a Mélenchon de cara a las presidenciales de 2027– de defender que hacen falta profundos cambios a nivel institucional, no para provocar el caos, sino porque el modelo actual nos lleva hacia ello. El caos no es la transformación ecológica y social, sino lo que vivimos actualmente. Aunque parezca algo retórico, lo considero una manera inteligente de hablarle a un público que vaya más allá del círculo de los ya convencidos. Ante las dificultades de la izquierda y de un cambio de modelo político, hay un riesgo evidente de una putrefacción de esta crisis de régimen. Me temo que el disgusto por el sistema de la Quinta República se ve reflejado en un debilitamiento de la vigilancia colectiva ante riesgos autoritarios. Los estudios más serios sobre esta cuestión muestran que la mayoría de los franceses no espera que venga un general, dé un golpe de Estado y suprima todas las libertades públicas. Pero sí en una parte considerable de la población se observa una especie de ambigüedad. Mucha gente se muestra dispuesta a renunciar a algo de pluralismo político y de libertad si esto es útil para que el Gobierno sirva mejor a la población. Y esto no se debe al hecho de que los franceses se hayan vuelto cada vez más autoritarios, pero sí que la democracia liberal les parece cada vez menos eficaz. ¿Y teme que esta deriva derechista y autoritaria se vea acentuada por las recientes violencias urbanas tras la muerte de Nahel? Sí, lo temo. Uno de los riesgos es que la reacción de la gente sea el miedo y una demanda de restablecimiento del orden para volver a la normalidad. Pero esta supuesta normalidad esconde contradicciones y opresiones que terminarán resurgiendo. El macronismo resiste a las crisis sin aportarles verdaderas respuestas políticas y esto hace más vulnerable el país ante derivas autoritarias. Lo que ha sucedido con los disturbios en las banlieues resulta una perfecta ilustración de ello. Ha mostrado a una clase política en crisis e incapaz de afrontar los problemas de fondo por la imagen falsa que se da del país.
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