domingo, 9 de julio de 2023
La Deuda, ese instrumento de Control....
TRIBUNA DE OPINIÓN
La deuda el ADN del neoliberalismo
Cándido Marquesán Millán
Cándido Marquesán Millán
8 de julio de 2023, 17:31
La deuda es el mecanismo que tiene el sistema económico para controlar y dominar tanto a los individuos como a los Estados. Maurizio Lazzarato explica en su libro La fábrica del hombre endeudado. Ensayos sobre la condición neoliberal, con claridad meridiana que la deuda actúa como mecanismo de "captura", "depredación" y "extracción" con respecto a la sociedad en su conjunto, como un instrumento de mandato y gestión macroeconómicos y como mecanismo de redistribución de la renta. El neoliberalismo, desde su aparición, ha descansado sobre la lógica de la deuda y ahora más todavía. Los grupos de poder vinculados a la economía de la deuda se sirvieron de la reciente crisis financiera de 2008 como la ocasión perfecta para extender y profundizar en la política neoliberal. Amenazando con una visión apocalíptica del impago de la deuda soberana, los grupos de poder perseveran y profundizan en un programa con el que llevan soñando desde los años setenta del siglo XX: reducir salarios y pensiones al mínimo imprescindible, eliminar derechos socio-laborales y recortar el Estado de bienestar.
Pero al mecanismo de la deuda como instrumento de control no solo se refiere al Estado, también afecta al individuo particular. Por ello, ha surgido una nueva subjetividad: El endeudado. Estar en deuda se está convirtiendo hoy en la condición general para la vida social. No podemos vivir sin contraer deudas: crédito para estudiar, para el coche, para las vacaciones, hipoteca para el piso… Los préstamos se convierten en los instrumentos para satisfacer nuestras necesidades sociales. Sobrevivimos endeudándonos y vivimos bajo el peso de pagar nuestras deudas. La deuda nos controla, disciplina nuestro consumo, nos impone la austeridad y llega incluso a dictar nuestros ritmos de trabajo y nuestras elecciones. Si tenemos una hipoteca debemos procurar no perder el puesto de trabajo y aceptarlo en cualquier condición. La deuda nos hace responsables y culpables por haberla contraído. Y además se produce una sorprendente paradoja, que, aunque estemos endeudados, el sistema capitalista en su modalidad neoliberal nos anima a consumir sin parar- la máquina tiene que seguir funcionando-, por ello no tiene inconveniente en hacernos nuevos préstamos, con lo que estamos cada vez más encadenados a la deuda. En definitiva, la deuda es una fuente de sumisión para una gran mayoría de la población. Hoy la creciente generalización de la deuda marca una vuelta a las relaciones de servidumbre que recuerdan otros tiempos.
La deuda es el mecanismo que tiene el sistema económico para controlar y dominar tanto a los individuos como a los Estados
Me parece pertinente referirme a la deuda contraída por los particulares, para lo que me fijaré en el libro de Marco d´Eramo, Dominio. La guerra de los poderosos contra los súbditos.
En primer lugar, me fijaré en la hipoteca inmobiliaria. El siglo XIX no conocía la hipoteca para la compra de la casa como herramienta disciplinaria para poblaciones enteras: quienes cargan con una hipoteca a quince o treinta años no son propensos a rebelarse, son sumisos, y ello, por dos motivos: 1) la hipoteca les convierte en propietarios de una casa y, por lo tanto, los hace interiorizar la ideología propietaria; 2) la hipoteca los convierte en cierta forma en deudores de sí mismos, propietarios de su futura propiedad durante los años y las décadas venideros. La hipoteca inmobiliaria de treinta años garantizada por el Estado fue una de las principales innovaciones de la New Deal de Franklin Delano Roosevelt, quien, no por casualidad, decía: “Una nación de propietarios. De personas que se han ganado una porción real de su propio país, es invencible”. Antes de Roosevelt no existía la hipoteca en sentido moderno. Solo con esa reforma se redujo el anticipo necesario para la compra de la casa al 10% de su precio, y solo entonces la duración del préstamo se amplió a treinta años, reduciendo el monto de las cuotas mensuales, y permitiendo a millones de familias de clase obrera y de la pequeña burguesía la compra de su casa. Ya en los años cincuenta, más de seis de cada diez familias estadounidenses eran propietarios de sus propias viviendas.
Todavía hoy, el 68% de la deuda de los núcleos familiares en los Estados Unidos aparece en la voz “préstamo hipotecario”. Sin embargo, fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando las deudas de las familias se dispararon en los Estados Unidos y, luego, en casi todo el mundo, como España, como consecuencia de la subida del euríbor. Así, en el caso una hipoteca media de 150.000 euros a 25 años, con un diferencial de 1%, el incremento será de 294 euros mensuales. Esto supone dedicar 3.528 euros más al año al pago del préstamo hipotecario.
La deuda nos controla, disciplina nuestro consumo, nos impone la austeridad y llega incluso a dictar nuestros ritmos de trabajo y nuestras elecciones
A partir de los años 50 otra innovación financiera fue la tarjeta de crédito. La primera fue Diners Club, fundada en 1950. En 1958 fue American Express. En ese mismo año el Bank of America lanzó Bankamericard, que en 1976 pasó a llamarse visa. Luego vino Masterdcard. También la tarjeta de crédito fu inventada, difundida e impuesta en y por los Estados Unidos.
Las hipotecas y las tarjetas de crédito explican, al menos en parte, la increíble expansión de los préstamos individuales tras la Segunda Guerra Mundial: la deuda de las familias representaba el 23% del producto interior bruto estadounidense en 1950, mientras que hoy supone el 68%. En definitiva, la deuda se ha convertido en la condición de vida de casi todas las familias de los países desarrollados. Nos endeudamos con la hipoteca de la casa, de primera o segunda vivienda, con la compra de un coche, para irnos de vacaciones, para una prótesis dental…
Otro caso muy llamativo de préstamo individual es la deuda de estudios universitarios, contraída para pagar la universidad en Estados Unidos. En el tercer trimestre de 2019 su monto total ascendía a 1,5 billón de dólares (más que el producto interior bruto de España); había 44,7 millones de estadounidenses cargados con deudas de estudios; para estos, la tasa de insolvencia (demora de más de tres meses en el pago de las cuotas) en 2019 era del 10,9%. Es llamativo que en la última década el número de personas de sesenta años y más (treinta años largos después de terminar la universidad), que por sus estudios aún siguen endeudadas por sus estudios se ha cuadriplicado, pasando de 700.000 a 2.800.000. El endeudamiento anual ha pasado de 7.600 millones de dólares (ajustados a la inflación) en 1975-1976 a 110.300 millones de dólares en 2012-2013, con un incremento de 1.472%. Tal incremento se explica por diversas razones. Se ha duplicado el número de estudiantes universitarios (223%) y este aumento se debe fundamentalmente a la matriculación de estudiantes con menos recursos, es decir, más necesitados de un crédito para estudiar; además que el coste de la matrícula se ha triplicado: para las universidades cuadrienales (tanto públicas como privadas) la matrícula anual como media costaba un promedio de 7.513 dólares en el año académico 1975-1976, y en el 2016-2017 era de 26.397 dólares. En las universidades privadas, en 1975-1976 costaba 13.745 dólares y en el curso 2016-2017 era de 41.468 dólares.
La deuda es una fuente de sumisión para una gran mayoría de la población. Hoy la creciente generalización de la deuda marca una vuelta a las relaciones de servidumbre que recuerdan otros tiempos
Según RTVE de 30 de junio de 2023, el Tribunal Supremo de Estados Unidos acabó hace unos días con el plan del Gobierno de Joe Biden para cancelar la deuda estudiantil de millones de estudiantes universitarios. En una decisión de la mayoría conservadora de la corte, y a la que se opusieron las tres juezas progresistas, el tribunal consideró que la Administración de Biden no tenía derecho a aprobar este tipo de medidas. El plan había sido propuesto por el mandatario demócrata para aliviar parte de las dificultades económicas causadas por la pandemia de la covid-19, pero fue recurrido por fiscales generales de varios estados gobernados por republicanos.
En una decisión escrita por el presidente del tribunal, John Roberts, los magistrados le dan la razón al estado de Misuri, que argumentó que la medida de cancelación de deuda afectaría a los ingresos de un ente estatal que gestiona préstamos para estudiantes. En este sentido, Roberts explicó que la ley estadounidense permite al secretario de Educación, Miguel Cardona, «hacer ajustes modestos y adiciones a las regulaciones existentes (…), no transformarlas». Estas modificaciones, según Roberts, crearon «un nuevo plan fundamentalmente diferente para perdonar la deuda».
Ya no hay aumento de salarios, sino créditos al consumo; ya no hay servicios sanitarios públicos, sino seguros privados; ya no hay derecho a la vivienda, sino hipotecas inmobiliarias
En una opinión de disentimiento escrita por la jueza Elena Kagan y apoyada por las juezas Sonia Sotomayor y Ketanji Brown Jackson, las tres magistradas progresistas defienden que «en todos los aspectos, el tribunal hoy sobrepasa su papel adecuado y limitado en el Gobierno de nuestra nación».
A finales de agosto del año, Biden anunció que iba a perdonar parte de la deuda que millones de universitarios contrajeron con la Administración federal para poder pagar sus estudios. Sus oponentes habían argumentado que el plan supondría un costo de 400.000 millones de dólares para el erario público durante los próximos 30 años. Tras conocerse el fallo, Biden prometió en un comunicado que «la batalla no ha terminado» y que anunciará nuevas medidas para acabar con la deuda. «No me detendré ante nada a la hora de brindar formas de alivio para las familias de clase media trabajadora», aseguró el líder demócrata, quien llamó «hipócritas» a los republicanos por querer perdonar la deuda a grandes empresas, pero no a los estudiantes.
En cambio, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy, celebró el fallo porque, dijo, la mayoría de estadounidenses «ya no ser verán forzados» a pagar la deuda estudiantil de una minoría.
«Estamos enfadados y decepcionados», declaró en redes sociales el Centro de Crisis por la Deuda Estudiantil, que agrupa a dos millones de estudiantes y que hizo un llamamiento a Biden para que perdone la deuda «utilizando todas las alternativas posibles».
Privatizando los servicios públicos se desmantela el tejido del Estado
Quien es el gran experto sobre las implicaciones de la deuda es Maurizio Lazzarato, anteriormente citado, el cual escribe: “El endeudamiento de los estudiantes es una manifestación ejemplar de la estrategia neoliberal puesta en marcha desde la década de los setenta: reemplazar los derechos sociales (educación, sanidad, jubilación…) por el acceso al crédito, es decir, por el derecho a contraer deudas. En las pensiones, ya no se trata de basarse en las cotizaciones, sino en una inversión individual en fondos de pensiones; ya no hay aumento de salarios, sino créditos al consumo; ya no hay servicios sanitarios públicos, sino seguros privados; ya no hay derecho a la vivienda, sino hipotecas inmobiliarias…Los gastos de formación asumidos íntegramente por los estudiantes, permiten liberar recursos que el Estado se apresura a trasferir a las empresas y a las familias más ricas, a través de la reducción de impuestos. Los verdaderos asistidos no son los pobres, los desempleados, los enfermos, las madres solteras sino las empresas y los ricos”.
El endeudado está solo, es individualmente responsable ante el banco. No puede contar con ninguna solidaridad, salvo la de la familia, que corre el riesgo de endeudarla a su vez
Y lo que es más importante, el estudiante contrae deudas por su propia voluntad, de manera que se convierte más tarde en contable de su propia vida, en ejecutivo de sí mismo. En el modelo de dominación disciplinaria, que hablaba Michel Foucault, el obrero, igual que el colegial, era controlado en un espacio cerrado que son las paredes de la fábrica o del colegio, durante un tiempo limitado, y por personas y dispositivos que le son ajenos y fácilmente reconocibles. Para resistir podía apoyarse en sus recursos o en la solidaridad de los otros trabajadores. En cambio, el control por medio de la deuda se ejerce en un espacio y tiempo abiertos, que son los de su propia vida. La duración de un reembolso se prolonga veinte o treinta años, durante la cual se da por supuesto que el deudor organiza libre y autónomamente su vida en función del reembolso. El tiempo está en el corazón de la deuda. No solo el tiempo de trabajo o de vida, sino como posible, como futuro. La deuda tiene un puente entre el presente y el futuro. La deuda de cada estudiante hipoteca al mismo tiempo su comportamiento, sus salarios y sus ingresos futuros. Esta deuda constituye el paradigma de la libertad liberal. El crédito genera una nueva subjetividad. El endeudado está solo, es individualmente responsable ante el banco. No puede contar con ninguna solidaridad, salvo la de la familia, que corre el riesgo de endeudarla a su vez. La deuda genera el homo economicusneoliberal. El estudiante debe actuar como si fuera una empresa unipersonal. Así la doctrina del capital humano se lleva a su máxima expresión, en el sentido que la propia deuda le obliga a pensar en sí mismo en términos de capital, inversión y amortización. El poder que se ejerce sobre el individuo es total; es una especie de yugo, el control disciplinario de la fábrica se reemplaza por el collar de la deuda morosa. La persona endeudada debe autodisciplinarse, se convierte en su propio carcelero, su propio vigilante, colocándose así en una relación punitiva y recelosa respecto a sí misma.
Adoctrinamiento de la ideología neoliberal en nuestra escuela
Aquí solo me he referido a la deuda individual y a sus secuelas nocivas. Pero, aunque solo sea una simple alusión, la revolución neoliberal, deuda, finanzas y revolución informática forman las distintas teselas de la nueva configuración del poder, mucho mayor que el que se ejercía hace un siglo. Eso sí nos dicen que somos muy libres. ¿Para qué? Para poder elegir entre Coca-Cola y Pepsi-cola.
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