martes, 18 de julio de 2023
Miradas largas....
Christopher Nolan: "Claro que el triunfo del fascismo en España influyó a Oppenheimer en su decisión de construir la bomba"
El director, convierte su última película, 'Oppenheimer', en una reflexión sobre la responsabilidad de la humanidad sobre sus propios actos además de en una declaración de principios sobre el poder del cine.
El director Christopher Nolan, en un momento del rodaje.
El director Christopher Nolan, en un momento del rodaje.UNIVERSAL
LUIS MARTÍNEZ
Londres
Actualizado Domingo, 16 julio 2023 - 16:28
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Christopher Nolan (Londres, 1970) no es Stanley Kubrick, pero -y sin que nadie se ofenda- algo hay. Tras convertir Interstellar es una especie de magistral versión ampliada y actualizada de 2001: una odisea del espacio, ahora, un paso más allá, le da la réplica al maestro con su particular y muy bombástica lectura de Dr. Strangelove, o cómo aprendí a dejar de preocuparme y a amar la bomba (es decir, un hurra por el traductor, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú). Oppenheimer es muchas cosas. Entre ellas, la película de la temporada sin el menor amago de duda. Es eso, además de una reflexión sobre el tiempo, sobre la responsabilidad, sobre la duda, sobre la humanidad misma al límite de todas sus catástrofes y un espectáculo cinematográfico que devuelve a la sala de cine el poder de lo subyugante, de lo inaudito, del tren arribando a La Ciotat de los Lumière.
La película llega a las carteleras en mitad de una guerra, en mitad de una crisis climática, en mitad del chatGPT, en mitad una huelga de actores que tiene detenido a Hollywood entero... La película llega y un segundo después ya está en el centro de todas las amenazas, de todos los miedos, de todas las ansiedades. Nolan nos recibe en el hotel Corinthia de Londres a las nueve de la mañana del viernes justo después de la Première. A un lado el Támesis, al otro el mundo.
Christopher Nolan se muestra relajado, despierto después de la probable fiesta, tranquilo y con un café en la mano. Christopher Nolan viste americana, que no es la misma de siempre pero se parece bastante. Christopher Nolan no es Stanley Kubrick, pero -y sin que nadie se ofenda- algo hay.
Empecemos por lo básico. ¿En qué versión se debería ver Oppenheimer? ¿Cómo recomendaría verla para disfrutarla de manera plena? La première en Londres ha sido a la vez en una sala digamos convencional, dentro de los poco convencional que es el cine de Leicester Square y en la sala IMAX del British Film Institute.
La diferencia entre una y otra son mínimas. A mí me encantan las dos versiones. Hay un matiz si quiere. Técnicamente, en cuanto a la calidad de la imagen, son iguales. No sé cómo de técnica quiere la respuesta, pero, por resumir, diría que hay partes de la película rodadas en la película original y partes en IMAX. Según elijas una sala u otra accederás a la primera generación de una parte u otra de la película. Llevo años trabajando en películas que no tienen una versión definitiva. Pero el principio subyacente, por así decirlo, es el mismo: cuando filmas en película de gran formato (70 milímetros) o película IMAX, la cantidad de información es tan grande que eso se traducirá directamente a la experiencia del visionado.
Descartamos entonces ver la película en un iPhone...
Bueno, si decides verla así, también la ingente cantidad de información tendrá su traducción en la pantalla. Se ve mejor. De todas formas, el IMAX sigue siendo diferente. Llena la visión periférica por arriba y por abajo y la sensación es única. Por cierto, también la versión láser, la digital, es extraordinaria. Como digo, lo importante es la fuente, la clave está en la cantidad de información que acumules de origen.
Luego volvemos a la experiencia del cine. La película regresa al pasado, a la Segunda Guerra Mundial, como Dunkerque, una película sobre Europa en época de Brexit. Ahora es una película sobre la Bomba A al borde, como estamos, de todas las crisis posibles. Se me ocurre la más general de todas las preguntas posibles: ¿Volver al pasado es la única forma de entender el presente?
Lo primero y más importante en el cine es contar una gran historia. No puedes intentar ir dando lecciones. No creo que descubra nada si digo que esta historia es probablemente la más dramática que uno pueda encontrar. Y ése es siempre el impulso inicial. Dicho esto, y de forma bastante clara, la historia de Oppenheimer es en gran medida un cuento con moraleja muy instructivo sobre muchas cosas que están pasando ahora mismo.
Vamos a ello...
Si obviamos los detalles del argumento nuclear por un segundo, lo que se debate y se pone al descubierto con la amenaza nuclear es la relación entre la ciencia, el Gobierno y los medios de comunicación, ese triángulo profano, esa alianza profana. He tenido un montón de conversaciones recientemente con personas que trabajan en el campo de la Inteligencia Artificial y que hablan de que ahora mismo vivimos un "momento Oppenheimer". De nuevo, estamos ante un problema de responsabilidad. Como creadores, como científicos y como tecnólogos la pregunta que debemos hacernos es: ¿cuáles son nuestras responsabilidades? No vale delegar en la IA nuestra responsabilidad. Después de haber pasado un par de años trabajando en la película, las respuestas no son fáciles en absoluto.
La pregunta que menos me gusta contestar es: ¿Qué es el cine? Porque solo me la hace la gente que quiere negar lo que es el cine
En alguna entrevista lo llama "momento Prometeo" (de hecho, el libro en el que se basa la película se titula El Prometeo americano) y mantiene que, al contrario que en otros episodios similares en la historia de humanidad, lo que hace única a la historia de Oppenheimer fue la certeza del suicidio global. Suicidarse no era un daño colateral, era una posibilidad muy cierta (aunque pequeña) de que al explotar la bomba se incendiara toda la atmósfera...
En realidad, el pensamiento apocalíptico ha infectado a todas las generaciones de la humanidad. Siempre creemos que somos la última generación que vivirá en la Tierra. Es parte de nuestra cultura, de nuestras mitologías, de nuestras religiones... Pero la naturaleza única de la historia de Oppenheimer es que su trabajo, en lo que estaba involucrado, fue literalmente la primera vez que el ser humano se mostró capaz de destruirse a sí mismo. De otro modo, Oppenheimer dio a la humanidad la capacidad de acabar consigo misma. Y eso cambió el mundo por completo y para siempre. Por eso, cualquier comparación que hagamos con otras tecnologías -la IA, por ejemplo- no es del todo justa, porque nada se puede comparar con eso. Incluso cuando te adentras en la madriguera de la IA y llegas al punto de cómo podría destruirnos, por ejemplo, en realidad, estás viendo Terminator o Matrix o lo que sea. Digamos que la IA ha sido la amenaza de la ciencia ficción durante décadas y décadas. O si hablamos del cambio climático, es un fenómeno evitable, aunque sea durante un período de tiempo. Podemos hacer algo al respecto. Con el tiempo, si somos capaces y responsables, podremos adaptarnos y, con suerte, revertir el proceso. Hay mucha gente que trabaja duro y con pasión para conseguirlo. Las armas nucleares, sin embargo, están ahí esperando a ser usadas. Dios no lo quiera. Pero si se utilizaran, se acabó, es el fin. Se acabaron las teorías. Eso es lo que Oppenheimer proporcionó a la humanidad.
Además, la amenaza no caduca. No es una cosa del pasado, de la crisis de los misiles de Cuba, de la Guerra Fría... Está ahí más presente que nunca con la guerra de Ucrania.
En realidad, la amenaza de las armas nucleares estará ahí siempre porque sólo tiene un final posible. Oppenheimer y Niels Bohr compartían el optimismo original de creer que la consciencia de la destrucción segura era tan evidente que la sola existencia de un arma tan horrible significaría por fuerza el fin de la guerra. La paradoja es que no ha sido así ni lo será. Se puede aducir en contra que significó el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero ese escenario donde solo una potencia tiene la bomba ya no existe. Y es ahora cuando volvemos al mito de Prometeo. Robar el fuego a los dioses lleva consigo una tortura por toda la eternidad. Y ahí estamos. Como se suele decir, no se puede volver a meter la pasta dentro del tubo. Pienso en mi película anterior, Tenet, y esa era más optimista en cuanto planteaba la posibilidad de desinventar algo terrible yendo para atrás en el tiempo. Ya no. No podemos desinventar la bomba atómica.
Hay un episodio en la vida de Oppenheimer decisivo y así se subraya en la película: su compromiso con la República Española en la Guerra Civil. No sé si sería exagerado decir que ver el triunfo del fascismo en una contienda como la española fue determinante en su decisión de construir la bomba.
No, no creo que sea ni exagerado ni extraño mantener esa afirmación. Se puede enfocar como se quiera: desde una perspectiva española o desde un punto de vista transatlántico o americano. Oppenheimer tenía claro que el ascenso del fascismo era, con diferencia, la amenaza más importante a la que se enfrentaba el mundo. Y, por tanto, lo sucedido en España le influyó a él y a todos los intelectuales del momento. Pienso en Hemingway de manera evidente. La línea de fuerza era para él la democracia y, en última instancia el comunismo, aunque él nunca fuera comunista. Sí, le interesaban las ideas comunistas y, de hecho, estaba rodeado de comunistas. El apoyo a la República en España era una consecuencia necesaria. Él cobró consciencia de la amenaza mucho antes de que lo hiciera la sociedad americana como judío que era. Piense en Charles Lindbergh por ejemplo.
Cillian Murphy y Christopher Nolan en un momento del rodaje.
Cillian Murphy y Christopher Nolan en un momento del rodaje.UNIVERSAL
Pero quizá podría haberse detenido al pensar que era peor el remedio que la enfermedad...
Cuando su Gobierno acude a él para fabricar la bomba, él conocía los trabajos de Heisenberg y sabía por tanto que los alemanes también podían construirla y probablemente más rápido. Se plantea una carrera contra el fascismo que crece en Alemania, Italia y, obviamente, en España. Por supuesto, luego el mundo cambia y determinadas afiliaciones políticas pasan a ser problemáticas. La atracción estadounidense por la democracia y la resistencia al autoritarismo no es inmune al miedo que luego surge por la revolución comunista. Por volver a lo que preguntaba antes, son tiempos increíblemente turbulentos y España se encuentra en el centro. Me sorprende que en el planteamiento de su pregunta hable de exagerado o extraño.
Me refería a la licencia quizá de hacer depender como causa y efecto la construcción de la bomba directamente de la Guerra Civil española...
Desde un punto de vista filosófico o intelectual es así. Quizá no de forma específica. Lo que ocurrió en España fue muy importante por sus implicaciones de carácter teórico. Las conexiones entre los distintos pensamientos fascistas o los equilibrios entre la oposición al fascismo fueron importantes para un intelectual como Oppenheimer que no se fijaba tanto en los detalles de la política. Él vivía los movimientos políticos como una abstracción.
Lo paradójico es que, pese a todo el esfuerzo por acabar con el fascismo, si miramos Europa hoy vemos que el partido heredero del fascismo gobierna en Italia, en Alemania los sondeos dicen que el partido de extrema derecha es el segundo y en España casi todas la encuestas dicen que entrarán en el próximo Gobierno. Es como una doble derrota para Oppenheimer: el desastre de Hiroshima y Nagasaki, que no creía que se produjera, y el freno al fascismo que, parece, tampoco se ha dado. Han pasado casi 80 años y parece que estamos más o menos en el mismo punto.
Sí, es preocupante. Hay dos cosas bastante aterradoras en su pregunta. Por un lado, la expresión que ha usado de "más o menos" y, por otro, los casi 80 años. Cuando pensamos en ese tiempo, se diría que la relevancia de la historia se desvanece en el pasado y se convierte en teoría en vez de experiencia vivida. Es la experiencia, que no la teoría, la que te dice que determinadas cosas no pueden volver a suceder. Y creo que a medida que los argumentos se vuelven más abstractos se vuelve más fácil que las cosas se repitan o que no se sientan como peligrosas. De alguna manera eso es lo que intento con esta película: involucrar a los espectadores y hacerles partícipes de la amenaza real de manera inmediata: ¿cómo sería estar allí?
Es imposible salir de Oppenheimer sin tener la impresión de que todo es consecuencia de un mundo de hombres, del llamado patriarcado, donde prima el ego, el poder, el afán de dominio, la obsesión como motor de la acción, el ansia de reconocimiento... Todo lo malo.
De hecho, una de mis preocupaciones siempre fue darle la relevancia que tuvieron a las dos mujeres de su vida. A medida que adaptaba el libro [de Kai Bird y Martin J. Sherwin], tanto el personaje de Emily Blunt (Kitty) como el de Florence Pugh (Jean Tatlock) representaban perfectamente la frustración de la época. La relación entre Kitty y Robert, por ejemplo, era incomprensible para sus contemporáneos. Ella era una científica (bióloga y botánica) y renunció a todo por apoyar a su marido porque creía que era esencial para el esfuerzo de la guerra. Y para ella fue terriblemente sofocante y frustrante. Pero sabía y era consciente de que su sacrificio era fundamental. En cualquier caso, es esencial que haya puntos de vista más diversos sobre cualquiera de los temas importantes que afectan a toda la humanidad. Me gusta pensar que la gente en el pasado no estaba tan ciega a eso.
Algunos quiere negar lo que es el cine porque quieren robar parte de su magia y vendértela de otra manera
Cambiemos de tema: tengo la impresión de que toda su filmografía conduce de algún modo a esta película. El análisis de tiempo, la experiencia del cine, la duda, la dudosa moralidad de las buenas acciones...
¿Cuál es la mejor respuesta? Estoy de acuerdo. Pero tengo la misma sensación en cada una de mis películas. Construyo sobre lo que ya he hecho y a cada película intento aportar toda mi experiencia hasta el momento de hacerla. Hacer cine no es un trabajo para mí, es una pasión y algo en lo que pongo todo mi empeño. Así que tengo que confiar en que una vez que esta película haya llegado al público, y éste me haya dicho lo que es, encontraré otra historia que contar.
El guion está escrito en primera persona. ¿Se podría considerar este recurso como una declaración de principios en cuanto a la implicación que exige del espectador? La mirada de Cillian Murphy juega el mismo papel que el tren de los Lumière que dicen que asustó al público de la primera proyección de cine.
En realidad, este recurso pertenece a la novela que te puede proponer una experiencia muy subjetiva. Lo que el cine puede hacer, y nadie más puede hacer, es combinarlo con la respuesta empática de una obra de teatro, por ejemplo, o de una discusión en grupo o de un concierto en el que estás experimentando algo a tu alrededor. El cine es el único medio que puede hacer eso, donde puedes contemplar una historia y puedes tener una respuesta visceral como el tren llegando a la estación de los Lumière que cita, pero lo relevante es que todo el mundo a tu alrededor lo está sintiendo igual. Me alegro de que haya sacado a colación esto porque siempre estoy buscando la manera de explicar esto a la gente, ya que he pasado muchos de los últimos años hablando de por qué la experiencia vivida dentro de un cine es irremplazable. La experiencia de la sala del cine es ese tren que se acerca. El individuo es engañado por una ilusión, se alarma momentáneamente y luego ve que todos los demás están alarmados y, por tanto, la ilusión se refuerza. A través de la empatía y la respuesta empática, el pánico se extiende a la multitud y todo el mundo sale corriendo. Y eso es exclusivo del cine. Es una experiencia compartida vivida en soledad.
Es el momento de sacar a las plataformas...
La pregunta que menos me gusta contestar es esa de ¿qué es el cine? Porque solo me la hace la gente que quiere negar lo que es el cine. Todo el mundo sabe lo que es el cine. Ves a todas esas empresas preguntándose lo que es el cine y ves que solo dicen tonterías sin sentido completamente falsas. Todos sabemos exactamente qué es el cine. Sabemos lo que son las películas. Los jóvenes saben lo que es el cine. Me siento en esas reuniones y me dicen: "Bueno, los jóvenes no saben la diferencia entre algo que está en su teléfono y lo que son las películas". ¡Por supuesto que lo saben! Todos sabemos exactamente lo que son las películas igual que sabemos lo que es el teatro, o lo que es un disco y un tocadiscos. Claro que todos sabemos lo que es el cine. Algunos sólo quieren negar lo que es el cine porque quieren robar parte de su magia y vendértela de otra manera. Y tengo mucha fe en el atractivo a largo plazo del cine porque es un medio único. Vi hace poco la película de animación de Spiderman con un grupo de niños y fue una experiencia gozosa. Eran niños y sabían perfectamente que estaban viendo cine.
Pues ahora pasamos al cine de superhéroes que tanto molesta a gente como Scorsese y que no a usted...
Cuando Marty [por Martin Scorsese] arremete contra él lo hace para provocar. Los cineastas muerden el anzuelo y lo que hacen es expresar su frustración porque los recursos de los estudios se canalizan hacia géneros concretos. Pero siempre fue así. En el pasado o eran westerns o eran películas de monstruos. Trabajamos en un negocio en el que nuestras producciones son caras, por lo que hay que equilibrar los deseos individuales de los creadores con quien va a pagarlo. Así es Hollywood. Y de ahí salen cosas maravillosas. También cosas terribles.
El pensamiento apocalíptico ha infectado a todas las generaciones de la Humanidad, pero solo la bomba lo hizo real
De momento lo que ha salido es una huelga que ha afectado a la propia presentación de su película (los actores no concedieron entrevistas). ¿Estamos ante un problema coyuntural o es más estructural dentro de la industria? No parece que Hollywood esté en su mejor momento.
Estoy de acuerdo. Vivimos un momento extraño para el cine, para el cine que vuelve de la pandemia del covid. En Nueva York y Los Ángeles las salas estuvieron cerradas durante todo un año. El daño a la cultura del cine es profundo y tomará tiempo superarlo. Fue una perturbación muy grave. También fue una interrupción muy grave para la producción. Y nuestros sindicatos, que son esenciales y muy necesarios (tengo que decir lo primero que estoy muy, muy a favor de la huelga), consiguieron que la gente volviera a trabajar rápidamente y consiguieron que las producciones volvieran sin problema. Pero esas producciones tenían que realizarse de forma segura. Los protocolos de seguridad eran excelentes, pero inhibían. No pudimos interactuar entre nosotros durante meses como en una producción normal. Así que la producción se ralentizó mucho y hubo muy pocas películas el año pasado. Ahora las cosas vuelven a su ser, pero es un momento extraño, porque cuando se interrumpe una relación entre un medio cultural y su público durante tanto tiempo... Hay chavales que pasan de tener 12 a 15 años, y de 15 a 18 sin entrar a un cine más que de forma esporádica. Hay generaciones de jóvenes que tienen que encontrar su identidad, su identidad cinematográfica. Eso ocurrirá, pero es un momento de curación, de cambio. Y llevará tiempo.
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