Alusiones a las redes sociales en el mundo offline.
Alusiones a las redes sociales en el mundo offline. KSAYER1 En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí En 2016 el programador alemán de origen ruso Eugen Rochko presentó en el foro Hackernews un proyecto de red social al estilo de Twitter, pero de software libre y descentralizada. La llamó Mastodon. Alguien reaccionó con cinismo: “¿Qué esperanza de victoria hay contra los Twitters y Facebooks del mundo? ¡Ya controlan el espacio! No va a haber una disrupción con Otro Clon de Twitter Más”. “Esto no es una start up”, respondió Rochko, “es un proyecto de software libre. Lo más probable es que los Twitters y Facebooks ganen, pero la gente debería poder elegir…”, argumentó. “Además este es un proyecto muy divertido en el que trabajar, para ser sincero”, añadió. Hoy Mastodon está muy lejos de los 500 millones de usuarios de X (antes Twitter), pero pasó de 2,7 millones en total, de los cuales unos 300.000 estaban activos; a 5,8 millones, con 2,5 activos, durante los meses siguientes a la compra de Twitter por Elon Musk en octubre de 2022. En la actualidad tiene unos 8 millones de cuentas en total. Las donaciones al proyecto, gestionado por una organización sin ánimo de lucro, también se han disparado. Bluesky, la red descentralizada alternativa impulsada por el antiguo CEO de Twitter, Jack Dorsey, ha pasado de ser un proyecto en fase de pruebas con 50.000 usuarios a alcanzar los 10 millones en dos años. Threads, la red de textos cortos lanzada por Meta, propietaria de Facebook e Instagram, aprovechando el río revuelto por Musk, ya suma unos 200 millones, entre ellos, Barack Obama, Joe Biden y la Casa Blanca. Hablar de Twitter como “el ágora” o “la plaza pública” de la era digital se había convertido en un lugar común. La red social fundada en 2006 nunca alcanzó el volumen de usuarios de las más grandes (con unos 500 millones registrados en todo el mundo, está muy por debajo de los 3.000 millones de Facebook, los 2.500 millones de Youtube o los 2.000 millones de Instagram) pero, por su facilidad para transmitir mensajes a un público amplio de forma rápida y sencilla, sirvió como herramienta de difusión de movimientos sociales como el 15M y se convirtió en un canal de comunicación prioritario de políticos, periodistas e instituciones. Se podría argumentar que, para bien o para mal, marcó la cultura política de una generación, tanto en la derecha como en la izquierda, y alumbró no pocas carreras en el periodismo y la literatura. En octubre de 2022 Elon Musk compró la red, en la que publicaba una media de 12 mensajes al día, por 44.000 millones de dólares. Dos años después, Twitter ya ni siquiera se llama Twitter, sino X (un nombre que Musk ya utilizó en el pasado para una plataforma de pagos). Los algoritmos dificultan los fenómenos de viralidad espontánea que hicieron popular la plataforma, se prioriza la difusión de las cuentas que pagan por ello y se ha creado un sistema específico para difundir al máximo los mensajes del propietario (unos 68 al día, gran parte de contenido ultraderechista y apoyo a Donald Trump). La red restringe las cuentas que utilizan la palabra “cisgénero” (Musk tiene una hija trans que no le habla) y ha estado prohibida en Brasil durante tres semanas por un enfrentamiento con las autoridades que su dueño también ha llevado a lo personal. Este conflicto se inició cuando la red social se negó a cumplir la orden del juez del Supremo Tribunal brasileño Alexandre de Moraes, que exigía la suspensión de varias cuentas vinculadas con el asalto bolsonarista a Brasilia. Musk ha tuiteado, entre otras cosas, que el juez Moraes es un “dictador” y el presidente Lula “su perrito faldero”, aunque finalmente ha cedido a las exigencias de la justicia brasileña. Si hoy en día su red social recuerda a alguna plaza es a la plaza de los Cubos en el Madrid de los noventa, como dijo el usuario de Mastodon Elías Fraguas. “Si dedicamos muchos años a construir nuestras redes, nuestra presencia online, en una plataforma sobre la que no tenemos ningún tipo de control, podemos llevarnos sorpresas desagradables. Está pasando en X y en todas”, dice Marta G. Franco, autora de Las redes son nuestras (Consonni, 2024), en conversación con CTXT por videollamada. “Lo que ha pasado en Internet en las últimas décadas es que no se ha construido espacio público”, dice Marta G. Franco “Lo que ha pasado en Internet en las últimas décadas es que no se ha construido espacio público”, continúa Franco. “Es como si estuviéramos viviendo todas nuestras vidas en centros comerciales, como si nuestros ayuntamientos no hubieran hecho calles, parques, bibliotecas… No se trata de sustituir todos los centros comerciales por asociaciones vecinales, pero necesitamos un ecosistema que permita espacios más plurales, que no esté todo concentrado en manos de cuatro o cinco magnates que nos pueden salir muy mal, como Elon Musk o bastante mal, como Mark Zuckerberg. Esto es un problema para la opinión pública, para nuestra capacidad de tener debates, para la cultura o para la diversidad”, argumenta. “Mucha gente se está dando cuenta de que hay un problema fundamental con el modelo de redes sociales que hemos tenido hasta ahora”, coincide Roberto Michán, joven ingeniero de software de Algeciras activo en Mastodon. “Elon Musk es el síntoma, el problema es que pueda haber un Elon Musk. Eso no se puede solucionar quedándote en Twitter y quejándote muy fuerte, sino construyendo redes alternativas donde, por su diseño, es imposible que esto pase”. Mastodon puede ser una de ellas. Cualquiera con los conocimientos necesarios puede abrir un servidor o instancia, establecer las normas para su comunidad, y comunicarlo a su gusto con el resto de la red. De esta forma, el poder se encuentra distribuido entre los distintos servidores. Y si alguien no está de acuerdo con las normas del suyo, no tiene por qué abandonar la red, sino que puede irse a otro o, en última instancia, crear uno propio. “Nadie puede decirte lo que no puedes publicar”, afirma Michán, “... excepto la Justicia”, añade tras sus finas gafas de sol una tarde de viernes en Málaga. Actualmente hay cerca de 10.000 servidores, de tamaños variados, entre los que se reparten los ocho millones de usuarios. Pero Mastodon forma parte de una red mayor, conocida como fediverso, que incluye otros servicios como Pixelfed (basado en fotos, parecido a Instagram) o Peertube (basado en vídeos), que también son interoperables, o sea, se pueden comunicar entre sí. Lo hacen gracias al protocolo ActivityPub, creado en 2018 por un equipo del World Wide Web Consortium, la fundación que se encarga del mantenimiento de protocolos básicos para el funcionamiento de la web tal y como la conocemos, como el HTTP. “Hay que pensar en protocolos, no en plataformas”, dice Marta G. Franco. “Internet era así, estaba pensado así, según principios como los de descentralización, interoperabilidad o neutralidad de la red. Hasta que llegaron las cuatro o cinco grandes empresas, Microsoft, Facebook, Google, Amazon, Twitter… Y levantaron sus ‘jardines amurallados’”. El ejemplo que se suele poner para explicar esto es el correo electrónico. Vemos con naturalidad que alguien que utiliza Gmail, por ejemplo, pueda enviar un mensaje a alguien que tiene una cuenta con Yahoo. Y cualquiera con suficientes conocimientos de informática puede gestionar una cuenta de correo desde su propio servidor. ActivityPub aplica ese concepto, llamado interoperabilidad, a las redes sociales. Recientemente, el agregador de medios Flipboard ha incorporado este protocolo, que también se puede utilizar en blogs de Wordpress. “Las instancias de Mastodon son pequeñas comunidades que tienen soberanía, pueden autogestionarse”, explica Marta G. Franco. “Las decisiones pasan por la persona administradora, pero hay algunas instancias más democráticas, donde se hacen asambleas y votaciones. Esa posibilidad siempre la tienes, porque la estructura está pensada para que pueda ser así. Por otro lado”, puntualiza, “si quieres usar Mastodon dejándote de líos también lo puedes hacer, claro, tú entras en mastodon.social [el servidor más grande, con dos millones de cuentas registradas, gestionado por el creador de la red, Eugen Rochko] y punto”. Michán admite que las barreras de entrada en Mastodon son un poco más altas que las de las redes comerciales, pero desde su punto de vista, merece la pena hacer el esfuerzo “para entrar en unas comunidades más libres y sanas”. Informáticos, nazis y Meta Roberto Michán es usuario de Mastodon desde 2017. Cuando Elon Musk compró Twitter, aprovechó el aumento del interés en la red para crear su propia instancia, masto.es, dirigida a la comunidad hispanoparlante. En esos primeros meses se registraron la mayoría de sus 27.000 cuentas. Hoy permanecen activas unas 2.000. Gestiona el servidor junto a un pequeño equipo y cubre los costes cómodamente con donaciones de los usuarios. Para Michán el mayor reto no es ganar usuarios (esto sucede con cada turbulencia generada por Musk u otros en las redes centralizadas) sino retenerlos. Recuerda el caso de los jóvenes seguidores del streamer mexicano Quackity, que llegaron a Mastodon en masa en abril, hartos del ambiente tóxico de otras redes. Un caso de doxxing [revelación de datos personales] a su ídolo en X fue la gota que colmó el vaso. “Estuvieron por aquí durante un tiempo. Pero el streamer no vino”, lamenta Michán. “Es lo que ocurre con las comunidades de fans, que quieren estar donde está su ídolo”. La mayor parte de la comunidad de Mastodon está en Estados Unidos, Japón y Europa La mayor parte de la comunidad de Mastodon está en Estados Unidos, Japón y Europa. Al ser un proyecto nacido en el entorno del software libre, abundan los informáticos y las cuentas más seguidas son las de periodistas de tecnología estadounidenses, como Casey Newton o Taylor Lorenz. Roberto Michán explica que, si llega a Mastodon alguien con interés en la programación, es probable que se quede, porque encontrará una comunidad. El reto es atraer a más comunidades con otros intereses. En su opinión, solo así se garantizará la permanencia del usuario recién llegado. Con solo 300.000 usuarios activos antes de 2022, Mastodon era, hasta hace poco, una comunidad muy cerrada, y sus usuarios más veteranos no siempre han reaccionado bien al caos que conlleva la llegada masiva de nuevas voces. “La comunidad hispana, aunque pequeña, es muy acogedora”, dice Michán. Cualquier persona recién llegada a Mastodon se fijará en una serie de funciones y comportamientos que no son habituales en otras redes sociales, como el uso generalizado del content warning (un aviso de que la publicación trata sobre un tema delicado, con la posibilidad de no abrirla si no quieres exponerte a él) y del texto alternativo (una descripción de las imágenes para que las personas con discapacidad visual no se pierdan la información que contienen). Si no utiliza estas funciones, es probable que aparezca alguien para recriminárselo. “Desde el principio en la construcción de Mastodon y de ActivityPub han participado minorías. Han tenido mucho peso en las decisiones y eso ha permeado en la cultura de la red”, explica Michán. Cita el ejemplo de Christine Lemmer-Weber, una de las autoras del protocolo ActivityPub, que es una mujer trans. Añade que “las comunidades que se han visto perseguidas o incómodas en otras redes han ido migrando antes al fediverso y son las que han definido la cultura previa”. Sin embargo, esto no significa que la extrema derecha o los discursos de odio no tengan presencia en el fediverso. La tienen, como en todas partes, pero la arquitectura descentralizada permite lidiar con ellos de otra forma. “Si entran en servidores que están bien moderados, se les banea [expulsa]. Si montan su propio servidor, al final lo que acaba pasando es que el resto de la red lo rechaza”, resume Michán. Cita el caso más conocido, el de Gab, una red social de ultraderechistas estadounidenses, que adoptó el código de Mastodon y se incorporó al fediverso en 2019. “Este nodo admitía abiertamente discursos de odio y el resto del fediverso empezó a bloquearlos hasta que ellos mismos decidieron desfederarse”, es decir, desvincularse de la red y continuar como espacio independiente. Truth Social, la red impulsada por Donald Trump tras ser expulsado de Twitter, nunca formó parte de Mastodon ni del fediverso, pero también adoptó su código fuente como base. La licencia de software libre que emplea Mastodon permite hacerlo, pero obliga a compartir también el código nuevo en los mismos términos. “En un principio trataron de ocultarlo, pero los programadores no tardaron en darse cuenta de que aquello era Mastodon, y les obligaron a publicar el código, como exige la licencia”, cuenta Michán. La entrada de Meta en el fediverso supone un desafío La entrada de Meta en el fediverso supone otro desafío. La nueva red social de la empresa de Zuckerberg, Threads, da la opción a sus usuarios de usar el protocolo ActivityPub para comunicarse con Mastodon y el resto del fediverso, pero muchas instancias han decidido bloquearla ante las suspicacias que genera. Esta función de Threads todavía no está disponible en Europa, pero como administrador, Michán ya ha tenido que tomar partido. “Meta es una empresa que ha hecho cosas que cuesta olvidar”, admite. Sin embargo, ellos no van a bloquear a Threads en su servidor. “Si federamos con Threads, no les vamos a dar acceso a más información de la que ya pueden tener desde fuera”, argumenta. Hay quien teme que Meta esté utilizando la estrategia “adoptar, extender y extinguir” con ActivityPub. Se trata de un plan utilizado en el pasado por Microsoft y Google para hacerse con el control de tecnologías que en principio eran libres. “Primero adoptas un protocolo abierto, luego le añades funciones que solo están disponibles en tu versión del servicio, y cuando consigues atraer así a la mayoría de los usuarios, cortas la conexión con el resto y el protocolo se extingue”, explica Michán. De todas formas, él ve difícil que Threads absorba el fediverso, debido a que gran parte de la comunidad está formada por activistas que buscan alternativas a las grandes empresas tecnológicas. Bluesky: la alternativa que nació dentro de Twitter Mastodon no es la única red descentralizada que está creciendo. La alternativa es Bluesky, un proyecto impulsado por Jack Dorsey, antiguo CEO de Twitter, que nació dentro de la misma empresa, pero se independizó en 2021. Estéticamente, la interfaz de Bluesky es prácticamente idéntica a la de Twitter hace unos años. En lugar de adoptar el protocolo ActivityPub, que es el que permite a las redes del fediverso comunicarse entre sí, Bluesky ha desarrollado el suyo propio: ATProto. Hay quien defiende la superioridad de este protocolo, más complejo, que, entre otras cosas, separa el proveedor de identidad y el de contenido. Es decir, en Mastodon, por ejemplo, si decides abandonar un servidor, al menos una parte de los datos, como los mensajes antiguos, se quedará en él, mientras que en Bluesky sería posible trasladarlo todo al nuevo. Otra diferencia es el enfoque de la moderación de contenidos. Mientras en Mastodon esta responsabilidad queda en manos de los administradores del servidor, en Bluesky cada usuario puede elegir, con la ayuda de algunos algoritmos, qué contenidos desea que se le muestren. “En informática es fundamental comprender que no existe ningún sistema perfecto, todos tienen sus ventajas y sus desventajas”, dice Roberto Michán. Respecto a la diferencia entre el protocolo ActivityPub y el de Bluesky, ATProto, explica que el segundo está compuesto por más “piezas”, por lo que, “si al usuario no le importa confiar en terceros, es un sistema más flexible, con más opciones de personalización”. Por otro lado, esta mayor complejidad hace que “si lo que quieres es controlar todas las piezas, el sistema resultante sea mucho más caro que en ActivityPub, donde cualquier particular o comunidad puede montar un servidor de forma asequible y tener el control de toda su infraestructura”. Más allá de los elementos técnicos, Marta G. Franco apunta que “la creación y el desarrollo de ActivityPub ha sido más democrática. ATProto solo lo lleva una empresa, con inversión de capital de riesgo de Silicon Valley”. Por otro lado, se pueden albergar dudas razonables respecto a que Bluesky desarrolle su potencial de descentralización. “Por ahora, la mayoría de usuarios de Bluesky se concentran en un solo servidor, el de la compañía, por lo que no sería muy difícil para ellos cambiar de opinión y cerrar la red”, advierte Michán. “En la práctica, todavía no hay mucha descentralización. Bluesky son promesas, mientras que el fediverso es un ecosistema ya maduro”. Pese a su escepticismo, Marta G. Franco deja claro que para ella “entre estar en redes centralizadas y en Bluesky, es mejor Bluesky”. Además, ya hay quien se está dedicando a crear “puentes”, sistemas que permiten comunicar Bluesky con las redes que usan ActivityPub. En la actualidad, la CEO de Bluesky es Lantian “Jay” Graber, cuyo nombre significa “cielo azul” en mandarín (una casualidad, según ella). Dorsey se ha desvinculado del proyecto y está apostando por otro protocolo descentralizado, Nostr, popular en el mundillo de las criptomonedas. Legislación y geopolítica El impulso a la descentralización de las redes no viene solo de la sociedad civil y el deseo de más democracia no es su único motivo. En los últimos años, la Comisión Europea ha impulsado un paquete legislativo que busca reducir el poder de las grandes empresas de Internet, en su mayoría estadounidenses, para mejorar la “soberanía tecnológica” de la Unión Europea y “favorecer la competencia”. El impulso a la descentralización de las redes no viene solo de la sociedad civil y el deseo de más democracia no es su único motivo La reciente Directiva de Mercados Digitales señala a una serie de grandes empresas de Internet como guardianes o gatekeepers, cuya posición dominante en el mercado obliga a consumidores y empresas a utilizar sus servicios para ejercer su actividad comercial. Son cinco empresas estadounidenses (Alphabet, propietaria de Google; Amazon; Apple; Meta, matriz de Facebook, Instagram y Whatsapp y Microsoft), una china (ByteDance, dueña de TikTok) y una holandesa (Booking). Para romper esas posiciones monopolísticas, la directiva les obliga, entre otras cosas, a hacer sus servicios interoperables. Esto significa que dentro de poco deberá ser posible enviar un mensaje desde una cuenta de WhatsApp a una de otra aplicación, quizás Telegram, por ejemplo. Este tipo de cambios legislativos están entre las razones por las que Meta ha decidido incluir el protocolo ActivityPub en su nueva red Threads. “Las instituciones tienen la función de regular, que están empezando a hacerlo, aunque de manera tímida. Y de construir infraestructura pública, que es algo que han desatendido muchísimo, y deberíamos exigírselo. Antes las universidades tenían sus propios servidores para el correo, ahora utilizan los de Google”, lamenta Marta G. Franco. Roberto Michán explica que algunos desarrollos en los que está trabajando Mastodon, como el de un motor de búsqueda, tienen financiación de la Unión Europea: “Mastodon es de origen alemán, es quizás el caso más exitoso de red social europea. Supongo que tiene sentido apostar por él. Y resulta que es software libre, pues mejor”. La Comisión Europea tiene su propia instancia en Mastodon (ec.social-network.europa.eu), al igual que el Gobierno alemán (social.bund.de) y el de Países Bajos (social.overheid.nl). Por su parte, el presidente brasileño, Lula da Silva, y el Gobierno de Brasil han optado por Bluesky tras la prohibición de X dictada por el Supremo Tribunal de Justicia del país sudamericano, al igual que unos dos millones de brasileños. Poco después de la llegada de Lula, los partidos españoles Sumar y Podemos, y algunas de sus líderes como Yolanda Díaz e Ione Belarra, también han abierto cuentas en Bluesky. “Bluesky reúne tres características que nos convencen: mucha solidez técnica, una voluntad de integración de toda la información y de facilidad a los usuarios y, sobre todo, los experimentos relacionados con la moderación distribuida de contenidos” explica Elizabeth Duval, portavoz de Sumar. “Hay una mezcla buena entre la dimensión más política de la comunicación y la dimensión de usabilidad. Y no es menor para nosotras que haya sido la red elegida por el Gobierno brasileño después del bloqueo de X. Pensamos que es una apuesta buena por una red libre y federada pero a la vez fácil de usar y global”. “Cualquier apuesta por los protocolos abiertos y las redes libres nos parece bien; de hecho, creemos que el camino va a ser (ya está avanzando en esa dirección) lógicas de interoperabilidad entre Mastodon y Bluesky y que este debate va a ir perdiendo fuelle”, añade. “No creemos que haya ninguna necesidad de competir, sino que se irán integrando”. Por su parte, el responsable de comunicación de Podemos, Ibon Uría, explica que el partido morado se encuentra “explorando alternativas” a X, tras constatar que esta red “se está viendo afectada por la deriva provocada por millonarios sin escrúpulos que se compran redes para instrumentalizarlas”, aunque no renuncian a “seguir dando la batalla” también en la plataforma de Musk. No descartan abrir cuenta en Mastodon u otras en el futuro. Incluso en Silicon Valley hay quien puede encontrar razones para apostar por la descentralización. Elon Musk toma partido abiertamente por Trump y ejerce con despreocupación de activista ultraderechista, pero otros directivos de redes sociales comerciales no parecen sentirse cómodos asumiendo responsabilidades políticas en un entorno de incertidumbre. Tanto Jack Dorsey como Mark Zuckerberg han expresado su desagrado con la moderación de contenidos que las leyes exigen cada vez más claramente a las plataformas. En este sentido, la descentralización de las redes se puede ver como una oportunidad de quitarse de encima esa gran responsabilidad, o al menos una parte de ella. Los movimientos sociales, las calles y las redes Teniendo en cuenta todo esto, ¿cómo deben estar en internet los movimientos sociales? Marta G. Franco advierte de los riesgos de la nostalgia. “Hoy en día Internet es central en la vida”, dice. “Ya no tiene sentido diferenciar entre online y offline porque todo está mezclado. No podemos deshacer la cantidad de intereses empresariales, políticos y mediáticos que hay en el entorno digital, esa gran complejidad, para volver a algo que añoramos. Y no podemos olvidar todo lo que hemos aprendido estos años en cuanto a diversidad”. Franco recomienda “buscar herramientas que no estén mediadas por el algoritmo para comunicarte con la gente más cercana. Una web, una lista de correo, un grupo de Telegram, donde el mensaje llegue de forma directa. Si quieres llegar a más gente, vas a tener que recurrir a plataformas corporativas, pero TikTok e Instagram llegan a mucha más gente que Twitter”. “Es verdad que Mastodon, o el fediverso, es un espacio de nicho” admite Franco. “Pero creo que hemos desatendido nuestros nichos. Para hacer activismo está bien contar con la posibilidad de hacernos virales y llegar a millones de personas, pero lo que más hay que cuidar son los lazos más cercanos: una asamblea de barrio bien alimentada que construye relaciones de confianza y apoyo mutuo, un sindicato con unos cuantos miles de personas afiliadas o un medio de comunicación como CTXT con unos cuantos miles de suscriptores. Las redes comerciales nos traen la promesa de que puedes llegar a millones de personas, pero no es verdad, no lo estás haciendo, y ni siquiera lo necesitas o es viable. No hay que pensar tanto en la cantidad como en la calidad de las relaciones”. Esta idea recuerda a la que ha expresado Jeff Jarvis, veterano periodista estadounidense, profesor de la City University of New York y usuario activo de Mastodon, al reflexionar sobre el descontento del público progresista con los enfoques de los grandes periódicos de referencia como el New York Times: “El valor de estudiar la historia de los medios es que podemos aprender de opciones del pasado a las que quizás volvamos: publicaciones más pequeñas, a escala humana, que sirven a sus comunidades más que a esa masa imaginada. Esta visión de unos medios post-masa espanta profundamente a las grandes organizaciones con su modelo de negocio de vender contenido a todo el mundo”.
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