Nuestro deporte a tope en medio de la tormenta.
La opinión del experto
¿Por qué no hay crisis en nuestro deporte?
Juan Carlos Cubeiro analiza las razones del éxito generalizado de los deportistas españoles y propone aplicarlas al mundo empresarial. La clave está en el talento y en su gestión.
Juan Carlos Cubeiro - 27/06/2009
He disfrutado el pasado fin de semana de unos días en Italia, en Florencia y en la comarca de Chianti, con directivos docentes de algunos de los mejores colegios de nuestro país, y me he dado cuenta de que cuando veías el Telegiornale la estructura de sus informativos era bien distinta de la nuestra. Los telediarios españoles se han convertido en un 50% de sucesos (terribles, con datos catastróficos, que anticipan el fin de nuestro mundo) y otro 50% de felicidad en forma de deporte.
Estamos en plena edad de oro del deporte español. Tenemos en La Roja a la selección número uno del mundo según la FIFA. El próximo 29 de junio cumplirá un año su hazaña en la Eurocopa y estamos preparados para que nos dé una gran alegría en la Copa Confederaciones de Sudáfrica, donde parte como favorita. Rafa Nadal nos ha acostumbrado a sus victorias en torneos domingo tras domingo. Pau Gasol es una de las grandes estrellas de los míticos Lakers, y otros compañeros suyos de selección triunfan en la NBA. Fernando Alonso pone toda la carne en el asador frente a los Brawn GP y todos deseamos que pronto lidere la escudería Ferrari en Fórmula Uno. Y así decenas de ciclistas, motoristas, regatistas, equipos de balonmano, de hockey o de fútbol-sala. Incluso en fútbol playa, hemos sido eurocampeones durante las últimas tres ediciones. Una maravilla, que merece el Mundial de Baloncesto de 2014 (ya conseguido), el de Fútbol de 2018 (muy probable) y los Juegos de 2016 (en ello estamos) o de 2020 (en su defecto).
¿Cómo es posible que en un país de más de cuatro millones de desempleados, con una caída del PIB del 3%, con pocas fichas deportivas, seamos la referencia absoluta en el mundo del deporte? Me atrevo a proponer siete claves que son norma en el deporte español y deberíamos incorporar a otros ámbitos:
Apetito por el talento. En el deporte español el talento está bien definido: profesionales que saben, quieren y pueden, que ponen en valor sus cualidades. Capacidad y compromiso. Esfuerzo, fortaleza mental, serenidad… En el mundo de la empresa en general se premian la inteligencia (que sólo es una parte del talento), la antigüedad, el peloteo, la experiencia mal entendida, la sumisión o la obediencia ciega, cuando no las trampas y la chulería. Falta clase creativa, faltan emprendedores capaces de que sus empresas sobrevivan (más del 95% de sus compañías perecen antes de los primeros cuatro años).
Enfoque de talento. En la alta competición, el dibujo, la pizarra, el diseño y la estrategia, son fundamentales. Por eso, el debate sobre si Raúl debería ir a la selección es un falso debate. No se trata de si es uno de los jugadores españoles con más talento (que sin duda lo es), sino de si encaja o no en el modelo actual de La Roja. Cuando no hay estrategia, sino improvisación, el talento no da lo mejor de sí mismo.
Sinergias con el talento. Un equipo no es cualquier grupo humano. Sólo es equipo el grupo que genera sinergias. Los equipos deportivos de éxito, desde el de natación sincronizada al Pep Team, tienen una visión compartida, confianza y compromiso entre ellos, diversidad, aprendizaje conjunto. La mayor parte de los llamados equipos en nuestras empresas no lo son en realidad. Son colectivos humanos que dilapidan buena parte de su energía.
Equilibrio de talento. Los mejores equipos equilibran su talento (no hay Pavones y Zidanes). El taylorismo, que ha vuelto con fuerza en esta crisis, propugna que haya galácticos y obreros. Unos piensan, otros obedecen. Así no se consiguen resultados extraordinarios.
Fidelización del talento. Las personas dan lo mejor de sí mismas cuando hay auténtico liderazgo a todos los niveles. Los líderes versátiles generan un clima de satisfacción, rendimiento y desarrollo. Los jefes tóxicos, por el contrario, que ahora en muchas empresas son legión, generan angustia, ruido y desconfianza. "Silencio, se tiembla", escribe el profesor Iñaki Piñuel en Liderazgo zero.
Desarrollo del talento. ¿Te imaginas a Nadal, Gasol o Casillas sin coach? Pues buena parte de nuestros directivos y empresarios se atreven a presumir de que no necesitan a nadie para crecer y desarrollarse (afortunadamente, hay ejecutivos y políticos que sí son conscientes de que no son perfectos y cuentan con oportunidades de mejora). En el deporte, sin mejora no hay competición, porque el marcador está presente. En otros ámbitos, como el empresarial, el conformismo de una información contable incompleta, que no capta los costes de oportunidades, admite la falta de coaching.
Mesura para el talento. Serenidad y optimismo. Los mejores entrenadores saben que han de templar la euforia y la disforia. Desgraciadamente, muchos directivos lo que hacen es subirse al carro y amplificarla. En el deporte, si no eres optimista (un estilo explicativo de la realidad que te enseña a aprender de los errores y repetir los éxitos en un contexto esperanzador) no tienes nada que hacer. En la empresa de hoy, los agoreros no sólo se mantienen, sino que parecen populares.
A medida que apliquemos los valores y el estilo de nuestros mejores deportistas (la parte amena y didáctica de nuestros telediarios), el "lado oscuro" de las organizaciones empresariales y sociales se irá reduciendo. Estoy convencido de ello.
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