domingo, 2 de octubre de 2011

Manualillos para una crísis ( 1 )

Recapitulen...

En la crisis actual, el peligro es ignorar la historia económica

Por DAVID WESSEL

Existe un escenario optimista para la economía de Estados Unidos: que Europa se organice. El ritmo de crecimiento mundial se acelera, estimulando la demanda de las exportaciones estadounidenses. Los políticos de EE.UU. se ponen de acuerdo sobre un compromiso creíble que le dé un impulso fiscal a la economía ahora y frene el déficit más tarde. El mercado de la vivienda se reactiva. Las empresas aliviadas empiezan a contratar, y los consumidores a gastar.

Pero hay al menos dos escenarios desagradables: uno es que Europa se convierta en el epicentro de un terremoto financiero de la escala de la crisis de 1929 o la de Lehman Brothers de 2008. El otro es que Europa termine por arreglárselas, pero que EE.UU. se estanque por otros cinco años, sumido en un crecimiento lento, alto desempleo y peleas políticas.

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CAPITAL
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Getty Images para Meet the Press

Liaquat Ahamed

Nadie escogería el segundo o tercer escenario de manera intencional, sin embargo, los gobernantes parecen más propensos a tropezar y caer en alguno de esos agujeros que encontrar un camino con final feliz.

¿Por qué? Liaquat Ahamed ha estado reflexionando sobre esta pregunta. Gestor de fondos convertido en historiador, Ahamed es el autor de Los señores de las finanzas, el libro sobre los errores cometidos por los banqueros centrales en la década de 1920. "¿Se debe a que la gente no sabe qué hacer (o a que hay desacuerdo sobre qué hacer)?", se pregunta o "¿Se debe a la política, en particular a la renuencia a pedir a algunos que paguen por los errores de otros?".

"En los años veinte, había mucha ignorancia", sostiene, y cita la desastrosa lealtad al patrón oro y el fracaso de la Reserva Federal de entender su papel como prestamista de última instancia. En la actual situación, Ahamed no puede decidir si es ignorancia o los insuperables obstáculos políticos los que impiden que los gobiernos hagan lo que hay que hacer.

En los años 20, dos crisis se alimentaron una a la otra: una bancaria en EE.UU. y una de deuda soberana en Europa. (¿Suena familiar?)

En nuestro tiempo, EE.UU. manejó su crisis mejor de lo que lo hizo en aquel entonces. (Sí, mucho mejor, a pesar de los errores y la crítica).

¿Y Europa? Los problemas van más allá de la inevitable cesación de pagos de la deuda griega. "Hablamos de una fractura de tobillo cuando estamos en presencia de la falla de un órgano vital", bromeó la semana pasada Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro de EE.UU.

La gran cuestión ahora es si una cesación de pagos de Grecia será desordenada (algo malo) u ordenada (lo más deseable) y si los políticos europeos pueden actuar lo suficientemente rápido como para erigir un muro alrededor de las economías más grandes, como España e Italia.

Si no lo hacen, los mercados demandarán a España e Italia tasas de interés tan altas que sus economías colapsarán, y lo mismo ocurrirá con los grandes bancos de Alemania y Francia que mantienen demasiada deuda soberana europea. El tsunami financiero resultante llegará muy pronto a las costas de la economía estadounidense.

Ahamed ve otra lección de los años veinte. Las pocas medidas en la dirección correctas fueron entonces demasiado pequeñas para la escala del desastre económico. Después de 1929, la Reserva Federal abrió un poco el grifo crediticio. Y (el entonces presidente) Herbert Hoover, impulsó un aumento del gasto en obras públicas y un recorte del impuesto a la renta, pero fueron muy pequeños.

"No creo que los keynesianos, o incluso los monetaristas, se hayan dado cuenta de que los números para hacer que sus políticas funcionen son tan grandes", sostiene Ahamed, en relación con nuestro tiempo. El estímulo de Obama parecía enorme, al igual que el alivio cuantitativo de la Reserva Federal —imprimir dinero para comprar bonos—, pero en retrospectiva tal vez no eran lo suficientemente grandes.

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