jueves, 17 de octubre de 2013

Economistas frente a la Crísis...

El espíritu de 1945

Julio Rodríguez López es miembro de Economistas Frente a la Crisis
Las elecciones generales del Reino Unido  del 5 de  julio  de 1945  fueron en gran medida”una batalla de las emisiones por radio.   Durante la campaña Churchill dijo que  “la política socialista aborrece las ideas británicas de libertad“. ”Un Parlamento libre es odioso para un doctrinario socialista” (Roy Jenkins, “Winston Churchill”, volumen II, 2001, Grupo Correo Prensa Española).
La réplica de Atlee, el líder laborista, resultó devastadora para  Churchill:  “Cuando anoche escuché el discurso del primer ministro, en el que hacia una parodia de la política del Partido Laborista, me di cuenta enseguida de cuál era su objetivo. Temía que los que habían aceptado su liderazgo en la guerra estuvieran tentados, por gratitud, de seguirle. Le doy las gracias por haberles desilusionado”.
Los resultados electorales se conocieron el 26 de julio de 1945, y supusieron una  amplia victoria para  los laboristas, que se aseguraron una mayoría de 140 diputados. Tales resultados no dejaron de sorprender, pues Churchill había dirigido al pueblo británico desde 1940 y la guerra se había ganado  frente a Hitler.
Desde agosto de 1945 Atlee pasó a ser primer ministro y  designó ministro de Economía (canciller del Exchequer)  a Hugh Dalton, un antiguo alumno de Keynes. Dalton  confirmó rápidamente a Keynes  como asesor económico jefe del gobierno, aunque no hubiese plena confianza entre ambos. Por aquellos días Keynes encabezaba  la delegación británica que negociaba con Estados Unidos  la ayuda de postguerra. Dicha negociación era sumamente relevante para el futuro del Reino Unido.
El antecedente de lo que iba a ser la política social del  gobierno laborista fue el  “Informe Beveridge”, publicado al inicio de diciembre de 1942.  Los laboristas habían participado en el gobierno de coalición que, presidido por Churchill,  dirigió al Reino Unido durante la guerra. El ministro laborista de Trabajo, Ernest Bevin, había encargado a  William Beveridge, un respetado científico social, que elaborase un  plan para racionalizar el sistema de seguridad social británico.
En su “Informe”, Beveridge propuso  “un sistema de seguros sociales de pensiones, desempleo, y enfermedad (defendía un sistema nacional de salud) para todos los ciudadanos, administrado de forma centralizada y financiado por contribuciones  iguales de los empresarios, los trabajadores y el Estado que ….reemplazaría al edredón hecho de retales de los seguros voluntarios y obligatorios y la caridad que…constituía la organización de la seguridad social británica” (Robert Skydelsky, “John Maynard Keynes”, RBA Libros, S.A., 2003).
Se vendieron 650.000 ejemplares del Informe  Beveridge. Como se había cuestionado  la posibilidad de financiar las propuestas incluidas en el mismo una vez terminada la guerra,  Beveridge había recurrido  a Keynes para que aportase rigor a la financiación que el “Informe” incluía.
La dureza de las negociaciones británicas con Estados Unidos,  que se prolongaron hasta 1946 (no hubo donaciones al Reino Unido, sino créditos con interés a largo plazo, un gobierno socialista británico no inspiraba certezas a  los yankis), indicaba   que el margen del que disponía el nuevo gobierno no era demasiado amplio.
Con su film “El espíritu de 1945”, Ken Loach ha traído a los prosaicos días de 2013   un interesante resumen de las consecuencias de aquellas elecciones. En el film citado se subraya que los británicos no querían que, una vez terminada la guerra,  se volviese  a vivir bajo  unas condiciones tan penosas como las que provocó la primera guerra mundial. En los 21 años transcurridos entre 1918 y 1939 los británicos habían sufrido una dura postguerra, las consecuencias de la  desastrosa  decisión de Churchill de volver al patrón oro y la terrible depresión de los años treinta.
El gobierno laborista creó el Sistema Nacional de Salud británico, nacionalizó los ferrocarriles, construyó miles de viviendas públicas de alquiler a través de los ayuntamientos, nacionalizó las minas de carbón y regularizó las condiciones de trabajo portuarias. Como se dice en el film, el ministro de Salud y Vivienda  británico, Aneurin Bevan, se convirtió en uno de los hombres más odiados del Reino Unido.
La parte final del film recoge la llegada al poder de Margaret Thatcher en 1979. En  un  almibarado discurso de la ya primera ministra se la oye citar a Francisco de Asís (“traería armonía en el desorden”), como si fuese el papa Francisco quien  llegase al poder.  La Thatcher cerró  y privatizó  las minas que todavía subsistían, sin compensar la pérdida de empleos en las ciudades afectadas. También  privatizó los ferrocarriles, con las desastrosas consecuencias conocidas de tal decisión y  obligó a los ayuntamientos a vender  las viviendas  sociales de alquiler construidas en la postguerra, empleando como justificación el “derecho a poseer”. Esta última decisión provocó un fuerte aumento de los desahucios poco tiempo después.
El Servicio Nacional de Salud quedó bastante erosionado tras el paso de la Thatcher por el poder. Sin embargo, un alcalde conservador de Londres, Boris Johnson, lo hizo aparecer como un logro británico en el acto de inauguración de la Olimpiada de Londres  de 2012.
Lo sucedido en 1945 fue una experiencia de enorme interés, social y político.  Viendo el entorno de 2013,  se advierte que “en las ramas de antaño no hay pájaros hogaño”, como decía Don Quijote al regresar  a su aldea.

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