viernes, 27 de junio de 2014

Ateneos....

Ateneo Obrero de Gijón: el duradero éter de la emancipación

El esperado estudio de Sánchez Collantes y Jorge Muñiz sobre la centenaria entidad cultural reconstruye exhaustivamente los años de su refundación y alerta sobre los peligros para su supervivencia
Jueves26 de junio de 2014

"Lo que más me sorprendió de la investigación fue la prevalencia del espíritu del ateneo en la ciudad, su permanencia a lo largo de tantos años, como un éter que se materializaba de nuevo en 1981". Jorge Muñiz Sánchez, historiador de Contemporánea de la Universidad de Oviedo y co-autor del libro Volver a empezar. El resurgimiento del Ateneo Obrero desde 1981 a la actualidad, se permitía ayer una pequeña expansión poética al final del acto de presentación del volumen que firma junto al también contemporaneístaSergio Sánchez Collantes. Ambos comparecían en los añosos y de algún modo anacrónicos locales del Ateneo junto a Luis Pascual, su actual presidente, para presentar un volumen de larga y accidentada gestación a un puñado de socios y socias de la histórica entidad gijonesa fundada en 1881, erradicado por la fuerza de las armas tras la ocupación de Gijón por las tropas franquistas en 1937 y renacida exactamente un siglo después de su nacimiento.
La historia que relata Volver a empezar -lugar común que se justifica como referencia coetánea a la película que Garci rodaba en la villa más o menos en las fechas de la refundación- es sobre todo la de las condiciones y los efectos de ese resurgimiento; el relato de la reencarnación, 44 años después, del enorme acúmulo de energía que el Ateneo Obrero de Gijón había logrado canalizar en los 56 años de su primera etapa: energía democratizadora, vinculada muy destacadamente a los valores del republicanismo federalista, la izquierda obrera y, en general, el librepensamiento partidario de convertir la cultura, empezando por la alfabetización, en la mejor de las armas para la emancipación de los hombres y mujeres.
Por sí mismo, ese gesto de terquedad histórica, el regreso encabezado por personajes vinculados al Ateneo histórico como Daniel Palacio Joaquín Fernández Espina, era ya un triunfo, que mostraba que el franquismo, con toda su saña aniquiladora -la misma que hizo arder durante dos o tres días los volúmenes de la espléndida biblioteca ateneísta y persiguió hasta la cárcel o la muerte a muchos de sus socios y socias- no había conseguido disipar ni el recuerdo ni los valores que alimentaron la entidad desde su primera fundación, narrada en un estudio anterior, El Ateneo Obrero de Gijón (1881-1937),de Ángel Mato. "El libro es una demostración de que el Ateneo estuvo vivo y presente en la memoria colectiva y el imaginario de la ciudad en los tiempos de la clausura, como lo está hoy", afirmaba ayer Luis Pascual, para quien "el Ateneo ha sido un elemento fundamental en la vida de Gijón de las últimas décadas".

HUESOS PELADOS, HUESOS VIVOS

Esa afirmación queda documentada con los datos históricos en el libro de Muñiz Sánchez y Sánchez Collantes. El primero no oculta el disfrute que le ha producido poder trabajar con fuentes vivas, escuchando una historia a través de sus protagonistas, desmarcándose del prejuicio de muchos de sus colegas que, equiparando objetividad y distancia, "prefieren investigar huesos pelados para no levantar suspicacias".
En este caso la mayor parte de los "huesos" investigados durante el trabajo de campo siguen bien rodeados de carne en las personas de muchos de los trescientos y pocos socios con que cuenta actualmente el Ateneo; algunos de ellos han aportado directamente información mediante entrevistas (sus anteriores presidentes -José Bolado, Casimiro Rodríguez-; la ex alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso; Emilia Vázquez, Alberto Hevia de los Ríos, Chema Castiello...); otros, han apuntado sugerencias a la investigación, y bastantes de ellos quedan retratados en la galería de 'Semblanzas ateneístas' que cierra el libro.
Los autores han rastreado, además, algunas de las formas en las que aquella "energía disipada" del primer Ateneo se preservó, primero en el recuerdo y más tarde en diversas formas de militancia política y en lo que Muñiz y Sänchez Collantes llaman cultura heterodoxa de las últimas décadas del franquismo, con personalidades como José Luis García Rúa a la cabeza.
Así, el Ateneo resurgió animado por el mismo espíritu e idéntico propósito, pero en una sociedad muy distinta a aquella en la que había arraigado y operado el Ateneo histórico. Un capítulo entero del libro describe con trazos rápidos pero suficientes el semillero de asociacionismo político, cultural y social en el que volvería a prender el "Ateneo desahuciado" cuyo renacimiento anunciaron, a los cien años justos de la fundación, el citado Daniel Palacio, Pedro Hurlé Manso y Miguel Ángel González Muñiz.
El grueso del libro es un relato de lo que sucedió en los años siguientes narrado en boca de los propios socios, de la prensa de ese período y de los propios registros de la actividad del Ateneo Obrero, exhaustivamente censada por los autores. Una actividad que tuvo que readaptarse a un contexto sociopolítico y cultural muy diferente al del Ateneo histórico, en el que la prioridad ya no era la alfabetización, sino el enriquecimiento de la vida ciudadana y del propio ejercicio de la ciudadanía.
Aquí es donde, según Sergio Sánchez Collantes, subsisten de verdad las esencias del ateneísmo original: “El Ateneo que se refunda durante la Transición hereda parte de los valores, del espíritu y de las ideas del Ateneo histórico. Aunque no fuera una sociedad política, estaban muy arraigados los valores democráticos, en buena medida republicanos", comenta el historiador, para quien el nuevo Ateneo "hereda ese bagaje ideológico, pero actualizado, asociado a los valores que genéricamente llamamos de izquierdas, como pueden ser el feminismo, el ecologismo y el pacifismo". Charlas, cursos y jornadas, ciclos cinematográficos, exposiciones, viajes y una muy destacada actividad editorial están teñidas invariablemente de esos valores.

ALGO MELANCÓLICO

Y, con todo, hay algo de melancólico que se desliza en las páginas del libro y que se hace más visible según se acercan al presente: la sensación de que el ateneísmo no se recarga con sangre fresca (una queja que, punto por punto, repite el otro ateneo de la ciudad, el Jovellanos). Es verdad que, como recuerda Luis Pascual, la entidad intenta no descuidar los nuevos foros y que, por ejemplo, la página del Ateneo Obrero en Facebook supera los tres mil seguidores; pero los formatos tradicionales de participación y divulgación no seducen a los más jóvenes.
“Simplemente basta con ver la media de edad de la gente que integra las juntas o la de los socios del Ateneo  para identificar el problema", comenta Sergio Sánchez Collantes. De ahí que "el principal reto a cumplir es el relevo generacional, para que el día de mañana una nueva generación herede el proyecto y continúe con las acciones del Ateneo”.
Es verdad que eso no significa una liquidación de esos valores de fondo que tanto defiende y admira el historiador, y que encuentra preservados en el Ateneo Obrero de Gijón; pero sí puede suponer a un plazo no muy largo un peliagudo problema de supervivencia para la entidad como tal. Incluso con los nuevos locales que se esperan con ansiedad desde hace años -y en los que habrá hallar reacomodo para la venerable foto oval del primer presidente, Eladio Carreño con su mostacho y su sombrero de copa- el problema persistirá. Y, de no hallar fórmulas de conexión con este otro tiempo, al final el propio Ateneo puede quedar tan fuera de época como el mostacho y el sombrero de don Eladio, viendo cómo los nuevos usos y códigos sociales logran lo que no logró toda la inquina del franquismo.

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