'El pescador' repescado
Gretel Piquer, estudiosa de la obra de Valle, escribe sobre el cuadro rescatado y rebibido en depósito por el museo que lleva el nombre del pintor gijonés
Miércoles18 de junio de 2014
El pasado domingo 15 de junio, tuvo lugar en su Fundación Museo la presentación al público del lienzo de Evaristo Valle El pescador. Realizado por el pintor hacia 1918, fue expuesto por primera vez en Madrid, en el salón de la antigua Casa José Lacoste de fotografía, en junio de 1919. En noviembre de 1921 volvió a exhibirse en el salón-bar del Club de Regatas de Gijón, en la calle Corrida. Esta nueva muestra tenía como fin el sorteo del cuadro, que se verificaría ocho meses después, en el verano de 1922. Fue esta suerte de rifa una de las múltiples iniciativas que el círculo de amigos de Valle, socios del Ateneo Obrero de Gijón, llevarían a cabo durante la década de 1920, en pro de la difusión de la obra del artista. Su vinculación con el Ateneo, afianzado ya como uno de los centros culturales más activos de la ciudad, permitiría a Evaristo trabar amistad con escritores como José Moreno Villa y Gerardo Diego.
Tras el sorteo, se perdió la pista de El pescador durante noventa y dos años, siendo conocido únicamente por las descripciones en la prensa de la época. Así, con motivo de su exposición en el Salón Lacoste, José Francés se preguntaba enLa Esfera el 12 de julio de 1919: “¿Cuán bárbaro y desolado no es (...) ese pescador de la blusa blanca sobre las rocas violeta y el mar densamente azul, sin otro testigo de su acecho solitario que el perro sórdido y lúgubre, de las lanas blanquisucias, sentado junto a él?”
REELABORACIÓN DE LA VANGUARDIA
El pescador ejemplifica la reelaboración personal de las corrientes de la vanguardia artística europea que Evaristo Valle realizó entre 1911 y 1919, como integrante del núcleo renovador de autores españoles que obviaron progresivamente los cauces tradicionales de formación académica. En el París de la primera década del siglo, Valle transitó entre el postimpresionismo, el modernismo, el simbolismo y el expresionismo, cuya influencia, sin obviar otras posteriores, permaneció en la obra de pintor hasta el final de su vida.
Además de en la factura cruda de la capa pictórica, gruesa y empastada, la intensidad expresiva se hace patente en El pescador en el colorido, de filiación postimpresionista, pero que revela asimismo la admiración de Valle por El Greco, a través de sus contactos con Ignacio Zuloaga en la capital francesa. El uso de tonos fríos -azules, violetas- y su marcado contraste con tonalidades complementarias remite al juego cromático que, de influencia romana, se hizo característico en la pintura del cretense desde sus primeros encargos en Toledo, en la década de 1570.
Junto a este compendio de constantes de su etapa formativa, El pescador revela también algunas de las características de la obra de Valle entre 1920 y 1930: su tendencia hacia el documentalismo y el carácter profundamente local de sus motivos y gentes humildes. Éstos concretaban sentimientos e inquietudes universales y se convertirían en la sublimación pictórica de la región asturiana, además de definir su pintura a ojos de la crítica internacional.
El pescador viene a completar, como muestra de un momento clave de su trayectoria, la abundante serie dedicada por Valle a los temas marineros, pese a ser el mar un medio que inquietaba a Evaristo. Como escribió en su Recuerdos de la vida del pintor: “Cuando veo a un enamorado del mar me siento un hombre incompleto (...). (...) ese mar que sólo me parece interesante desde un acantilado o cuando con caña se saca un pez, o en medio de la tempestad. Es movedizo, no resiste el pie. No tiene la quietud, la solidez, ni la serenidad de la tierra.”
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