“Ahora todo dependía de él. Solo de él, de su buen criterio; y que lo tenía estaba demostrado. Su trayectoria de demócrata se reconocía en todas partes, era intachable. Inarrugable, le había dicho ayer en plena calle una admiradora: ‘Usted es inarrugable, por esto me gusta’… Eran las ocho de la mañana. La ciudad, gris y cansina, despertaba despacio, pero él ya estaba camino de su despacho, dispuesto a envolver a todos con su carisma, su visión estratégica, su imprevisibilidad. Ser imprevisible lo fascinaba, y ahora que tantos estaban pendientes de sus más mínimos gestos, era un placer de dioses sorprenderlos a cada paso”.
La autora de la novela, Margarita Rivière, murió este domingo tras una larga enfermedad. Tenía 70 años. En una de esas carambolas del destino, su fallecimiento ha coincidido con la publicación de su libro maldito…
Clave K (Icària), novela que satiriza al pujolismo, no pudo publicarse en los años noventa. ¿Por qué? Por miedo. ¿A qué? Al pujolismo. Y eso que a) era una ficción, b) no se menciona el nombre de Jordi Pujol en ningún momento (aunque las similitudes son evidentes) y c) su autora era una periodista de prestigio: Margarita Rivière, jefa de la sección catalana de la agencia EFE, colaboradora de medios como La Vanguardia, El País y El Periódico de Cataluña y premiada autora de ensayos. Ni por esas.
Clave K fabulaba sobre una hipotética caída en desgracia del pujolismo. Y mira tú por donde: su recuperación ha coincidido con la caída del pujolismo en la vida real. “La autora nos planteó publicar la novela antes de que estallara el escándalo Pujol. Desde que se la rechazaron por primera vez, nunca renunció a publicarla, simplemente aparcó el tema para priorizar otros libros”, aclara Joan Carbonell, de la editorial Icària.
El libro se presentó hace cinco días en Barcelona. Rivière, ya enferma, no pudo asistir, pero participó vía videoconferencia. Unas breves palabras que han resultado ser las últimas. He aquí el testimonio final de una Rivière tan visiblemente consumida como visiblemente lúcida:
Lejos de ponerse en la desgarradora piel de una mártir de la libertad de expresión, Rivière tiró de fina ironía para calificar el suceso de “divertido”. La historia de la gestación del libro es “más divertida” que la trama de la novela, aseguró: “Ojo, creo que el libro es divertido, pero llevaba más de quince años sin poder publicarse por el miedo de las editoriales… a no se sabe qué: la novela no es otra cosa que un juego… que no dice nada bueno del país. Hoy es un día de celebración: que se publique el libro es un signo de normalización”.
Clave K comenzó siendo un ensayo sobre la política catalana. Mutó en novela cuando Rivière se percató de que no iba por buen camino: “Enseguida se dio cuenta de que el ensayo constreñía toda la información que tenía y que necesitaba un género que le permitiera más libertad”, explica la nota editorial incluida al arranque del libro.
'Las editoriales tuvieron miedo a no se sabe qué: la novela no es otra cosa que un juego'
“La novela siempre es un juego, una cosa divertida, que está muy lejos del periodismo. [Clave K]
es un thriller político que no hace otra cosa que repetir lo ya
conocido; pero, por algún motivo, la novela explicaba mejor la cultura
del país que el periodismo. El juego permite llegar donde no llega el
periodismo. Es la gracia de este texto, que sugiere muchas cosas y
permite que el lector haga toda clase de cábalas, ahora tan en boga”,
zanjó Rivère en la presentación.Retraso inoportuno
¿El veredicto? Clave K es un thriller satírico que ha envejecido bien. ¿Algo que achacarle? Sí, aunque la autora no tenga precisamente la culpa: su publicación llega tarde. Hubiera tenido mucha más pegada morbosa/política de haber aterrizado en las librerías cuando debía. Desde que Pujol cayó en desgracia, casi todos quieren participar en la barra libre de críticas al político, así que ya no es lo mismo.Que hable el Pujol de ficción para rematar: “Dejaba atrás muchas horas de trabajo para que aquella gente tan orgullosa como dura de mollera entendiera lo elemental: cualquier situación desfavorable puede convertirse en oportunidad si se acierta en la dosis de savoir faire. Al fin los había convencido de que había que jugar todas las cartas. ‘La derecha o la izquierda son algo coyuntural —les insistía—. Lo que importa son los sentimientos. Los sentimientos de país. El orgullo de ser como somos. Salir de la humillación secular, brillar con luz propia, ser reconocidos como pueblo, volcarse en los símbolos: todo esto es lo que motivará a la gente en la nueva etapa’, les había prometido. Hizo bien al confiar en su instinto. Y en su poder de convicción”.
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