lunes, 30 de marzo de 2015

Sarkozy está de vuelta...

El centroderecha arrasa a Hollande en las departamentales


Fernando Iturribarríamprimir
El mapa del poder provincial en Francia mutó ayer del rosa al azul. Las urnas consagraron el vuelco político a favor de una derecha apoteósica frente a una izquierda desunida y crepuscular. La victoria del centroderecha en la segunda vuelta de las elecciones departamentales fue aplastante. La alianza liderada por Nicolas Sarkozy arrasó al socialismo gobernante de François Hollande. El ultraderechista Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen se quedó a las puertas de lograr su objetivo de un gobierno provincial. La participación rondó el 50 % del censo.
Según las estimaciones de las diferentes empresas especializadas, la alianza de la UMP conservadora y la UDI centrista, que gobernaba 41 de los 102 departamentos del país, conquistó entre 64 y 74 asambleas provinciales. La izquierda, que poseía 60 provincias, perdió entre 26 y 30, un batacazo que supone su tercera derrota electoral consecutiva tras los descalabros de 2014 en las municipales y las regionales.
Símbolo elocuente del vuelco político, el departamento de Corrèze, dirigido por el presidente socialista François Hollande entre 2008 y 2012, se decantó del lado conservador. El centroderecha recuperó además Pirineos Atlánticos, que incluye el País Vasco francés, donde ha gobernado desde 1848 tras un paréntesis rosa de cuatro años. El Partido Socialista (PS) también perdió su feudo obrero del Norte, la provincia más poblada de Francia con 2,6 millones de habitantes.
La victoria conservadora en las primeras elecciones con Sarkozy al mando desde su regreso a la política activa refuerza su liderazgo frente a rivales potenciales en las primarias de 2016 como los ex primeros ministros Alain Juppé y François Fillon. El siguiente paso en su estrategia de reconquista del Elíseo en 2017 es el congreso del próximo 30 de mayo que refundará la UMP con nuevos nombre, estatutos y cuadros dirigentes.
El escrutinio coloca a Marine Le Pen como árbitro de la 'tercera vuelta', es decir, la elección el próximo jueves de los presidentes de las nuevas asambleas provinciales. Pero el FN no obtuvo la mayoría absoluta en Vaucluse, donde esperaba ganar, y se tuvo que conformar con tres cantones mientras la izquierda vencía en seis.
Remodelar el Gobierno
El nuevo desastre de la izquierda fomenta la presión sobre Hollande para que opere una remodelación del Gobierno. El jefe del Estado había dejado claro antes de la cita con las urnas que no piensa sacrificar la cabeza de Valls, reclamada por el sector crítico. El primer ministro advertía ayer mismo en el dominical 'Le Journal du Dimanche' que «el reajuste no es urgente». «El rumbo va a ser mantenido», insistía en dirección a las voces internas que reclaman un giro a la izquierda y la renuncia a los coqueteos liberales de apoyo sin contrapartidas sociales a la patronal. «Vamos a seguir actuando y reformando. En el plano económico no nos vamos a parar. El crecimiento regresa. Hay que dar señales de confianza», postulaba el jefe del Gabinete.
Las departamentales encienden las alarmas en el cuartel general hollandés de cara a conservar el Elíseo en las presidenciales de 2017. Mientras la oposición triunfa gracias a la alianza entre conservadores y centristas, la izquierda se desploma víctima de sus querellas, fracturas y disensiones. «La división es mortal», reconoce Valls quien cuestiona la experiencia municipal de Grenoble, con ayuntamiento gestionado por la izquierda radical y alternativa. «La idea de un Podemos a la francesa no ha funcionado», sentencia.
La táctica de Hollande para sentar las bases de la imprescindible unión de la izquierda en 2017 es abrir el Gobierno a los socialistas críticos y los ecologistas pragmáticos. De paso pretende fragmentar al máximo a la izquierda radical hasta reducirla a una presencia meramente testimonial e insignificante sin capacidad de rentabilizar el fin del bipartidismo, capitalizado por el FN. La explicación de que no surja un Syriza es que, como resume el politólogo Pierre Martin, «Grecia es un país pobre con ricos y Francia un país rico con pobres».

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