No va más. Pedro Sánchez ha reavivado un viejo debate con su última propuesta, con las elecciones generales a la vuelta de la esquina. El político madrileño se ha comprometido a poner en marcha el bautizado como “ingreso mínimo vital” para combatir la pobreza si llega al Gobierno. Los efectos son inevitables: a más de uno se le viene a la cabeza la polémica propuesta de renta básica universal planteada por Podemos justo antes de los comicios europeas, pero… ¿es lo mismo? Lo que defiende Sánchez es una prestación no contributiva de la Seguridad Social, cuyo objetivo es “proporcionar unos ingresos mínimos para personas en situación de pobreza que refuerce y extienda las prestaciones por hijos a cargo para eliminar la pobreza infantil”.
El líder de los socialistas se ha desvinculado rápidamente de la idea de renta básica universal por considerarla “sugerente”, pero “inviable”. Si echamos la vista atrás y nos paramos a analizar el programa electoral de Podemos de las europeas del año pasado, el partido 'morado' defendía el derecho a una renta básica para todos y cada uno de los ciudadanos por el mero hecho de serlo” para que puedan vivir por encima del umbral de la pobreza. Su argumento: garantizar una vida digna. Más tarde matizó la propuesta, que pasó de renta básica universal a renta básica para personas sin ingresos o excluidas socialmente, y más tarde a la renta mínima de inserción. Ni rastro de la renta básica universal en su programa para las autonómicas.
Pero Podemos sí insistió en que sus medidas estarán “guiadas por las urgencias inaplazables de las personas” y prometió reforzar las Rentas Mínimas de Inserción (RMI) de las comunidades autónomas. ¿Cómo? Acercándolas al salario mínimo interprofesional (SMI), acelerando los trámites administrativos para evaluar las solicitudes, complementando su desarrollo para cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos y evitando que las rentas mínimas se pierdan si los receptores complementan este ingreso con otras remuneraciones –inferiores al SMI–. Pero lo cierto es que las rentas mínimas de inserción no son nada nuevo: son responsabilidad de las comunidades, su cuantía máxima es de 645,72 euros y su duración suele ser de entre seis y doce meses prorrogables en la mayoría de los casos.
Ahora el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno se compromete a invertir una cantidad importante de los presupuestos a la lucha contra la pobreza si es elegido en las urnas. En concreto, asegura que multiplicará por seis los recursos destinados a paliar esta lacra hasta alcanzar los 6.000 millones de euros al año. Pero ¿por qué se desmarca del concepto de renta básica universal? Este “ingreso incondicionado” generaría “bastante rechazo desde el punto de vista social”, por lo que sería más útil poner en marcha un ingreso mínimo asociado al estado de necesidad de cada persona, argumentó este lunes.
El paro y la desigualdad no auguran un futuro libre de pobreza en España, pues ya ni siquiera tener un trabajo remunerado garantiza estar por encima del umbral al que aluden los partidos políticos, ya más que sumergidos en campaña electoral. Por eso hay quienes defienden que una renta básica para todos reforzaría el poder de negociación de los trabajadores. De hecho, ya hay ciudades como la holandesa Utrech que se preparan para dar entre 900 y 1.300 euros al mes a sus habitantes a partir de 2016. Otros países como Suiza ya tienen preparado un referéndum al respecto.
Pero muchos de sus detractores están convencidos de que tal medida es incompatible con la libertad económica y con cualquier ética política, ya que obligaría a aumentar la presión fiscal de manera considerable. Eso sin mencionar la incapacidad del Estado para financiarla. No salen las cuentas. Otros van más allá y consideran que una renta básica universal fomentaría la ociosidad entre los ciudadanos y no los prepararía para encontrar trabajo
El líder de los socialistas se ha desvinculado rápidamente de la idea de renta básica universal por considerarla “sugerente”, pero “inviable”. Si echamos la vista atrás y nos paramos a analizar el programa electoral de Podemos de las europeas del año pasado, el partido 'morado' defendía el derecho a una renta básica para todos y cada uno de los ciudadanos por el mero hecho de serlo” para que puedan vivir por encima del umbral de la pobreza. Su argumento: garantizar una vida digna. Más tarde matizó la propuesta, que pasó de renta básica universal a renta básica para personas sin ingresos o excluidas socialmente, y más tarde a la renta mínima de inserción. Ni rastro de la renta básica universal en su programa para las autonómicas.
Pero Podemos sí insistió en que sus medidas estarán “guiadas por las urgencias inaplazables de las personas” y prometió reforzar las Rentas Mínimas de Inserción (RMI) de las comunidades autónomas. ¿Cómo? Acercándolas al salario mínimo interprofesional (SMI), acelerando los trámites administrativos para evaluar las solicitudes, complementando su desarrollo para cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos y evitando que las rentas mínimas se pierdan si los receptores complementan este ingreso con otras remuneraciones –inferiores al SMI–. Pero lo cierto es que las rentas mínimas de inserción no son nada nuevo: son responsabilidad de las comunidades, su cuantía máxima es de 645,72 euros y su duración suele ser de entre seis y doce meses prorrogables en la mayoría de los casos.
Ahora el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno se compromete a invertir una cantidad importante de los presupuestos a la lucha contra la pobreza si es elegido en las urnas. En concreto, asegura que multiplicará por seis los recursos destinados a paliar esta lacra hasta alcanzar los 6.000 millones de euros al año. Pero ¿por qué se desmarca del concepto de renta básica universal? Este “ingreso incondicionado” generaría “bastante rechazo desde el punto de vista social”, por lo que sería más útil poner en marcha un ingreso mínimo asociado al estado de necesidad de cada persona, argumentó este lunes.
¿De dónde salió la renta básica universal?
La propuesta inicial de Podemos sacó de sus casillas a muchos, pero no está patentada por el partido morado. Importantes intelectuales procedentes de la corriente liberal-económica como Friedrich Hayek, Milton Friedman o dirigentes conservadores como el expresidente republicano de Estados Unidos Richard Nixon ya la defendían. La renta universal propuesta en su día por Podemos debería superar el umbral de la pobreza, fijado en 645,33 euros, según Eurostat.El paro y la desigualdad no auguran un futuro libre de pobreza en España, pues ya ni siquiera tener un trabajo remunerado garantiza estar por encima del umbral al que aluden los partidos políticos, ya más que sumergidos en campaña electoral. Por eso hay quienes defienden que una renta básica para todos reforzaría el poder de negociación de los trabajadores. De hecho, ya hay ciudades como la holandesa Utrech que se preparan para dar entre 900 y 1.300 euros al mes a sus habitantes a partir de 2016. Otros países como Suiza ya tienen preparado un referéndum al respecto.
Pero muchos de sus detractores están convencidos de que tal medida es incompatible con la libertad económica y con cualquier ética política, ya que obligaría a aumentar la presión fiscal de manera considerable. Eso sin mencionar la incapacidad del Estado para financiarla. No salen las cuentas. Otros van más allá y consideran que una renta básica universal fomentaría la ociosidad entre los ciudadanos y no los prepararía para encontrar trabajo
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