Amigos, cambios y decepciones
El acuerdo de investidura admite distintas lecturas y prioridades para las tres formaciones
El tripartito quiere impulsar su plan de gobierno tras un mes «perdido» por el debate de los sueldos
Las primeras horas de Wenceslao López al frente de la Alcaldía fueron de entusiasmo. Militantes socialistas que se habían alineado, tanto en el congreso local como en las primarias, por el nombre más próximo a la FSA y que, incluso, tras aquella reunión en La Gruta pedían su dimisión, celebraban su elección, su proverbial honestidad y su sensatez. Un mes después, una serie de desencuentros sobre el régimen de funcionamiento (y los dineros) de la Corporación y de rivalidades por el protagonismo en el cambio han sumido al equipo de gobierno en la zozobra.
«Ha sido un mes perdido», dice un socialista próximo al alcalde. «Él es así, creyó que había algo que negociar», explica acerca de las cuatro semanas en búsqueda de un pacto sobre dedicaciones y subvenciones a los grupos. El destacado militante insiste en que el de ahora «no es el Ayuntamiento de Luis Riera», en cuyos tiempos casi virginales de la política española eel actual alcalde fue concejal por primera vez. Así interpreta también que el regidor haya accedido a buscar nuevos locales para los grupos, tras la proposición de PP, IU y Ciudadanos que tacha de insalubres e inadecuados los actuales.
Y hay algo más que suspicacias. Las relaciones entre IU y Somos no existen. Algunas de las medidas tomadas han sido recibidas con extrañeza. La apertura de los comedores escolares fue contestada desde la candidatura de IU, más casi que desde la del PP. En el debate sobre los dineros, a estos últimos se les sumó Ciudadanos para tumbar la propuesta del alcalde. Ni siquiera dentro de IU el ambiente es fácil. El portavoz y cabeza de lista, Roberto Sánchez Ramos, se refugia en su concejalía, mantiene frecuentes encuentros con el alcalde, que esta semana le respaldó públicamente, y evita pisar mucho el grupo municipal. Ese es el terreno en el que manda Alejandro Suárez, coordinador de IU en Oviedo, el principal valedor de los acuerdos con el PP en este y en el anterior mandato.
Desde IU acusan a Somos de seguir en campaña, de estar pensando en las generales, más que en el Ayuntamiento. El resultado de la coalición en Oviedo y en Asturias fue una excepción, la formación ahora en manos de Alberto Garzón sufrió un varapalo colosal con la irrupción de Podemos y sus marcas blancas en toda España. «Es, hasta lógico, que estén a la defensiva», concede un portavoz del grupo de Ana Taboada, que niega que hagan otra cosa que poner en marcha el programa pactado.
El problema es ese. Hablar de programa, cuando en realidad lo que hay firmado por los tres grupos es un acuerdo de investidura pactado para hacer a Taboada alcaldesa. El documento, otra cosa es lo que se dijese durante las reuniones, es lo suficientemente impreciso como para que salten roces a la primera.
«Hablar de la gente o del sentido común y la decencia, está muy bien, pero no es gobernar», resume una voz de IU. Las cuentas de una ciudad como Oviedo son una complicadísima mezcla de promesas y problemas heredados, inversiones en curso, servicios que no pueden ser obviados y miles de decisiones para asignar escasos dineros a iniciativas basados en información incompleta. De los primeros, el spa de Ciudad Naranco o el Calatrava son los más inmediatos y «no se solucionan diciendo quién es el culpable y señalándolo a gritos». Sostiene que las exigencias de un organizador de movimientos sociales, alguien que se mueve en la sociedad civil, son muy distintas que los compromisos, acuerdos y decisiones que debe tomar un cargo público. «La Madreña era una forma muy efectiva de poner de relieve el tema de 'los palacios', pero ya no estamos de okupas, ahora hay que decidir si nos personamos en los pleitos y gestionar lo mejor posible el monstruo y sus consecuencias», coincide un socialista.
Y hacerlo manteniendo el equilibrio sobre un pacto de investidura que reza que el transporte público debe ser una política estratégica y un signo visible, una «bandera del cambio». El contrato con TUA -de la reunión esta semana salió el compromiso de crear una comisión- es irrescatable, sin embargo. Como el del agua. «Salvo la Policía y los Bomberos, todo está privatizado», dice Wenceslao López. La decisión que se tomó hasta ahora, denunciar el contrato de la recaudación de impuestos, marca una tendencia, pero tiene sus peros. La empresa concesionaria prestaba un buen servicio -las quejas bajaron, los porcentajes de recaudación subieron- aunque muy caro (8 millones de euros el año pasado) y hay resistencias. La plantilla, 42 trabajadores, teme por su futuro. El contrato de la Limpieza, en 2016, será otra prueba mayor.
La reunión de hoy
Hoy los tres socios mantendrán un encuentro para tratar estos y otros muchos asuntos. Será difícil construir una sola voz y evitar recelos. También, ajustar una estructura «mucho más horizontal», pero que choca por los lados, con concejalías pisándose los talones y servicios.
En la actualidad, la gestión ha demorado esos cambios menores hasta ahora, como otros que el alcalde tiene en mente entre los mandos funcionariales, como encontrar una nueva cabeza para la dirección jurídica. «Existe el riesgo de que se conviertan en tres gobiernos con dos alcaldes», opina un funcionario del área económica. Puede, pero el presupuesto, que está a la vuelta de la esquina, solo puede ser uno. ¿Qué prioridades encontrarán acomodo? López quiere impulsar un plan para El Cristo, que agoniza tras el traslado del HUCA; Somos piensa en el bulevar e IU no quiere perder algunas de las cosas que pactaron con el PP, como el museo de la cerámica de Faro o el polideportivo de Trubia. En cuestiones como estas, el pacto apenas entra en detalles. Deja mucho margen a debatir o establecer prioridades que no coincidan con las de los socios.
En parte, tiene que ver, censura un socialista, con la calidad de los programas: «El nuestro era mucho más completo y al negociar, simplificamos». Los de IU y Somos, elaborados de manera más asamblearia en reuniones con vecinos, son más inconcretos porque, si ya cuesta poner de acuerdo a dos, lo mejor que puede salir de la una reunión amplia es un compromiso vago. «Un autobús, sí, y ya nos pelearemos por los horarios o dónde va la marquesina», ejemplifica. Evitar que pase lo mismo en las reniones del tripartito, sorteará decepciones.
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