viernes, 20 de noviembre de 2020
Largo me lo fíais....
Carlos López Otín: «El límite máximo de vida de un ser humano estará cerca de los 120 años»
El investigador Carlos López Otín presentó, de la mano del Aula de Cultura de EL COMERCIO, su libro 'El sueño del tiempo'
El investigador Carlos López Otín, antes de la presentación de su libro 'El sueño del tiempo', en los estudios de Canal 10. / JUAN CARLOS TUERO
ANA RANERA
Viernes, 20 noviembre 2020, 00:58
La inmensidad del universo y la incomprensión humana ante el paso del tiempo fueron ayer los ejes sobre los que pivotó la presentación en Asturias del ensayo 'El sueño del tiempo', del investigador Carlos López Otín (Sabiñánigo, 1958). El Aula de Cultura de EL COMERCIO, en colaboración con el Ateneo Jovellanos, acogió este acto, que viajó al infinito exterior, pero también al interior, en un recorrido guiado por las explicaciones del bioquímico de la Universidad de Oviedo.
Se remontó López Otín para abrir su exposición hasta el origen de todo, «hace 13.800 millones de años, cuando nacieron la luz y la materia y el tiempo acabó surgiendo». Pero no solo se refirió al tiempo cósmico, también al biológico, «ese que habita dentro de nosotros». Pues este libro pretende comprender estos conceptos e, incluso, explicar el modo de llegar a dominarlos. Un acercamiento a las claves de la longevidad y a las fórmulas para ralentizar el envejecimiento.
Se centró, sobre todo, en los modos humanos de relacionarnos con la velocidad del tiempo para intentar vivir más y mejor, y de cómo estos irán mejorando para prolongar, considerablemente, nuestra vida. «Ahora solo unos pocos pasan de los cien años. En el futuro muchos pasarán de los cien, pero, en mi opinión, el límite máximo de vida de un humano estará cerca de los 120 años», señaló. «Se puede viajar al centro del envejecimiento, pero no podemos ser inmortales ni podemos dominar el tiempo.
Aunque el envejecimiento no es ni universal ni inexorable ni irreversible», afirmaba: «Hay ciertos seres vivos que no envejecen, como algunas medusas». Por eso, él considera que hay que lo primero es «entender la lógica molecular que hay detrás del envejecimiento», para después «entrenar esa lógica molecular». Se planteaba si ese decaimiento por culpa del paso del tiempo vendría motivado por «un olvido, por nuestro diseño, o bien, por un accidente». Eso sí, la falta de eternidad no le parece una pega, pues, para él, no hay nada más sorprendente que la especia humana, sin importar que sea finita. «La vida es imperfecta y somos vulnerables, a pesar de que no hay nada más perfecto que la vida», consideraba.
Para López Otín, tener tantas formas de medir el tiempo hace que vivamos atenazados, porque creemos que se nos escapa y el estrés nos pasa factura. «El exceso de cronometrado ha desembocado en que tenemos muchos relojes, pero poco tiempo», opinaba. Y eso nos convierte en esclavos de los ritmos que marcan las agujas, que han ganado la batalla del poder a los relojes de la vida. «No somos viajeros del tiempo, somos náufragos. La sociedad actual ha cambiado la gestión del tiempo, vivimos en un mundo en el que la luz nunca se apaga», consideraba. «Siempre hay algún dispositivo encendido, como los móviles», añadía.
Ya que los viajes en el tiempo no son posibles, López Otín apuesta por extender nuestra estancia en el mundo a través de la adquisición de hábitos al alcance de cualquiera, destinados, ante todo, a proteger nuestra salud. Todos los animales sumamente longevos y todas las personas «tienen variantes en su genoma que permiten reparar mejor los daños y responder mejor al estrés celular», indicaba. Pero, a estos factores, se pueden sumar otros que están en nuestra mano, como un correcto cuidado del cuerpo. Los principales, seguir una dieta saludable y hacer ejercicio físico. «Una nutrición con productos frescos y naturales como los que tenemos en Asturias es lo más beneficioso», aseguraba. «Y media hora caminando al día es suficiente para activar los mecanismos mínimos que nos permiten envejecer mejor».
Eso sí, «más que buscar elixires, quizás sea más importante eliminar tóxicos, factores como la obesidad, la malnutrición, evitar el sedentarismo, el estrés emocional, así como mantener los ritmos circadianos y aprender a disfrutar de los ritmos de la vida», exponía. «Fumar es una brutalidad», remataba. Cree vital, asimismo, mantener viva la curiosidad por cosas que nos mantengan despiertos: «El arte, la literatura, el estudio, el deporte...», enumeraba.
Al fin y al cabo, por mucho que la especie humana pretendiera despojarse del tiempo, nunca podría hacerlo, aunque hay algunas tribus que intentan vivir ajenas a los calendarios. Aun así, es imposible deshacerse del todo de su huella. Pues, pese a que lo buscan, no pueden librarse de los relojes que se encuentran dentro de su propio cuerpo. «Hay grupos de rebeldes del tiempo que ignoran que la evolución biológica llenó de relojes cada tejido de nuestro cuerpo. Tenemos relojes dentro de las células y relojes epigenéticos que van dejando marcas tras la interacción de las células con el ambiente», explicaba.
Y todos esos relojes, nos guste o no, van dejando huella en nuestros cuerpos y, en su opinión, es mejor que sea así, porque «la mortalidad no sería, ni mucho menos, esplendorosa», zanjaba convencido López Otín.
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