domingo, 13 de febrero de 2022
Se vá un Maestro....
«Solo con caminar una hora al día se acabarían muchos problemas de corazón»
JOSÉ LUIS LAMBERT RODRÍGUEZ DIRECTOR DE LA UNIDAD DE INSUFICIENCIA CARDÍACA AVANZADA Y TRASPLANTES DE CORAZÓN DEL HUCA. ACABA DE JUBILARSE
«Desde aquel primer trasplante del 2 de febrero de 1998 hicimos otros 361. Siempre creí que Asturias debía tener este tipo de cirugía»
LAURA FONSECA
OVIEDO.
Domingo, 13 febrero 2022, 01:12
Dice que la sensación de haber visto latir un corazón donado en el primer paciente trasplantado en Asturias, en la madrugada del 2 de febrero de 1998 en el viejo HUCA, «es algo difícil de describir». Fue «una suerte de alivio y sensación maravillosa». José Luis Lambert Rodríguez (México, 1956), cardiólogo que impulsó los trasplantes cardíacos en Asturias, acaba de jubilarse. En esta entrevista hace repaso de momentos históricos de la sanidad asturiana.
-Tras más de cuatro décadas como cardiólogo en la sanidad pública, y de haberse convertido en el principal impulsor de los trasplantes cardíacos en Asturias, ¿qué sensación tiene con su jubilación? ¿Se va con el corazón en un puño?
-Todavía no me he hecho a la idea, parece que estuviera de fin de semana largo o de vacaciones (risas). Sinceramente, mi último día en el HUCA, que fue el pasado 4 de febrero, fue un día muy emotivo. Soy afortunado porque tuve una despedida muy agradable, me he sentido muy querido. Dejo muchos amigos y amigas.
-¿Cómo afronta esta etapa?
-Llevo tiempo dándole vueltas. En verdad pensaba jubilarme a los 65 años, pero con todo esto de la pandemia y las restricciones, decidí seguir un año más. Pero ahora ya toca disfrutar de la familia, de mi nieto Daniel, y pasar más tiempo con Ana, mi mujer, enfermera y gijonesa (risas) ya jubilada. Mis hijos ya tienen su carrera orientada, Carmen es doctora en biotecnología y está en la Finba, y Juan trabaja en Transinsa como técnico en ambulancias. Ahora toca hacer otras cosas.
-Decía el día de su jubilación que había que dar paso a las nuevas generaciones.
-Sí, cuando tienes la sensación de que los proyectos suponen más una carga que una ilusión, es momento de dejarlo.
-¿Por qué eligió ser médico? ¿Tradición familiar?
-No, que va, no tenemos médicos en la familia. La medicina fue algo que me gustó desde niño. A lo mejor fue por las circunstancias un poco complicadas de mi infancia.
-¿Qué circunstancias?
-Aunque me siento y soy asturiano, en realidad nací en México. Mi padre, natural de Urbiés, emigró a aquel país y allí conoció a mi madre. En el DF nacimos mi hermana y yo. Pero todo cambió cuando mi madre falleció en 1968, cuando yo tenía 11 años. Mi padre, que quedó solo y con dos hijos, vino a pasar las Navidades a Asturias, donde teníamos familia, y al final nos quedamos para siempre.
-Sus inicios en la sanidad no fueron como cardiólogo sino como médico generalista, lo que ahora sería médico de familia, ¿no?
-Sí, de aquella había muchísimo trabajo en sanidad, así que nada más terminar la carrera ya me contrataron para hacer sustituciones. Estuve en La Felguera, Laviana y en Tormaleo. Fue una gran experiencia porque de repente pasas de la teoría a la práctica, y te ves atendiendo a pacientes con cuadros complicados a los que no puedes mandar a urgencias como ahora porque el hospital estaba a seis horas en coche. De aquella, aún no existía el hospital de Cangas del Narcea, imagínese.
-¿Qué sanidad había cuando empezó y qué sanidad deja?
-Puf, el cambio en estos años ha sido enorme. Cuando empecé, los hospitales eran sobre todo quirúrgicos, eran centros donde principalmente se operaba. La creación de servicios y especialidades no llegó hasta finales de los años setenta. Cuando empezó Arturo Cortina, que fue el primer jefe de Cardiología en el viejo hospital, solo tenía un fonendo y un aparato de electro. Ahora hacemos trasplantes y todo tipo de técnicas, tanto de diagnóstico como intervencionistas. En Cardiología del HUCA está la tecnología más puntera del país y de Europa. La evolución ha sido tremenda.
-Vayamos a los años en los que Asturias peleaba para poder empezar a hacer trasplantes de corazón. ¿Cómo fue ese periodo?
-Fueron unos años intensos. Primero me gustaría decir que el trasplante cardíaco como hoy se conoce no empezó con Christian Barnad en 1967, aunque fue él quien se llevó la fama. Esa primera operación fue un fracaso, hubo muchas complicaciones y el paciente sobrevivió apenas dos semanas. Eso hizo que la técnica del trasplante estuviera parada más de veinte años.
-¿Y quién la retomó?
-El grupo más potente fue la Universidad de Stanford y también otros muchos gracias a los avances y descubrimientos en el campo de la inmunología. El verdadero padre del trasplante cardíaco es Norman Shumway, que hizo el tercer trasplante del mundo, pero claro del tercero no se acuerda nadie. En España arrancamos en 1984, fue una carrera entre Madrid y Barcelona, que ganó San Pao, luego fue la Clínica de Navarra y finalmente Puerta de Hierro.
-Asturias no lo tuvo fácil, le costó muchísimo conseguirlo. De hecho, casi se queda sin trasplantes, ¿verdad?
-Sí, costó bastante, pero fuimos insistentes (risas). En 1990, estando en el viejo HUCA, empezamos a trabajar en el tema y muchos nos fuimos a formar a Estados Unidos. Solicitamos la autorización formal y justo cuando estábamos a punto de conseguirla llegó la gran crisis del 92 y todos los nuevos proyectos quedaron en suspenso; perdimos ese primer carro. Eso nos obligó a seguir enviando pacientes a trasplantarse fuera de Asturias, sobre todo a Coruña y Santander por motivos de cercanía de las familias. Era un gran trastorno para los enfermos y también para su seguimiento posterior. Siempre pensamos que lo mejor era hacer los trasplantes en Asturias.
-¿Y qué pasó?
-Todos los años solicitábamos la autorización, presentábamos el proyecto ante el Insalud y el Ministerio, y nos lo rechazaban. Y justo en 1997, año en que no lo pedimos porque estábamos cansados de las negativas, decidieron dárnoslo. Todavía recuerdo la llamada del entonces coordinador de trasplantes Chus Otero, contentísimo, diciendo que teníamos que ir a la ONT a presentar el proyecto. Era justo por San Mateo.
-¿Y empezaron?
-La acreditación lo obtuvimos el 1 de diciembre de 1997, pero el donante idóneo tardó en llegar dos meses. No fue hasta el 2 de febrero de 1998 cuando pudimos hacer el primer trasplante.
-¿Qué recuerda de ese día?
-Fue un sábado, y era de noche. Nos avisó Chus Otero y ahí nos juntamos todo el equipo: José María Valle, el cirujano y el resto de los profesionales que trabajamos para sacar adelante este tipo de cirugía, porque un trasplante es un gran trabajo de grupo: cirujanos, anestesistas, UVI, internistas, laboratorio, enfermería, auxiliares... El listado es muy largo. Recuerdo que Ernesto Gómez, que venía practicando desde hacía años trasplantes de riñón en el viejo HUCA, nos echó un cable enorme.
-¿Cómo fue el final de ese histórico trasplante? ¿Qué hicieron en el quirófano? ¿Hubo aplausos, abrazos?
-En realidad cuando ves que el corazón que trasplantaste vuelve a latir en esa otra persona te sientes aliviado. Son momentos de mucha tensión. Es algo increíble, una sensación maravillosa difícil de describir con palabras.
-Tras el primer trasplante de corazón, que se hizo hace 24 años a José Luis Fernández, un minero de Morcín, ¿cuántos más se practicaron?
-Hasta el día de mi jubilación se realizaron un total de 361. Los primeros años hacíamos más de 20 al año pero ahora hacemos menos, porque tenemos menos donaciones de corazón.
-¿Y no es también porque hay mejores tratamientos que evitan llegar al trasplante?
-Es verdad que los tratamientos han mejorado, pero si tuviéramos 5.000 donantes de corazón haríamos 5.000 trasplantes.
-¿Estos procedimientos son la cara bonita de la sanidad pública?
-Hacer trasplantes es un dato de calidad de un hospital y un proceso que obliga a cualquier centro sanitario a coordinarse muy bien en equipo. Te hace progresar y mejorar como hospital.
-¿Los trasplantados, son un poco como vuestros 'hijos'?
-Se establece una relación muy especial, sobre todo con los primeros, que te llaman para todo. Pero eso es normal porque lo que vives con ellos y junto a ellos es muy fuerte.
-¿Qué más hubo en estos cuarenta años en cardiología?
-De todo. Fue como pasar de la edad media a la edad contemporánea. Cuando empecé la hemodinámica estaba en sus inicios, no había angioplastias, que fue otra práctica en la que en Asturias fuimos pioneros. Tampoco se hacían ecografías coronarias, ni se ponían stent. La única técnica de imagen de la que disponíamos al principio era la radiografía de tórax. En materia de tratamientos farmacológicos teníamos solo dos medicamentos y ahora tenemos cuatro grupos de fármacos que disminuyen la mortalidad más de un 50%.
-Otra técnica novedosa fue el uso de corazones artificiales (externos) para pacientes pendientes de un trasplante. ¿Cuántos llevan puestos en el HUCA?
-La técnica del corazón mecánico es anterior al trasplante. Ahora disponemos de máquinas muy buenas. Desde que empezamos, han sido quince pacientes los que se vieron beneficiados, pero ojo, hay que aclarar que este tipo de abordaje tiene que estar muy bien indicado, porque no es válido para todos los enfermos.
-¿Por dónde van los tiros en la medicina cardiológica actual?
-Van por optimizar el tratamientos médico, individualizar las terapias y dejar las técnicas más invasivas como opción final cuando otras hayan fracasado.
-El uso de órganos de animales para trasplantes en humanos parece que vuelve a resurgir, ¿cómo ve esta opción?
-En xenotrasplantes se viene investigando desde hace décadas. De hecho, el primero que se hizo fue el de un babuino a un niño en Houston a principios de los años sesenta. En este tipo de técnicas, además de la complicación en sí misma, hubo otro gran handicap que fue la aparición del sida. Pero es una vía en la que es bueno seguir investigando.
-¿Qué tal tenemos el corazón los asturianos y las asturianas?
-Tenemos un handicap en Asturias y es que se come mucho y bien, y somos una población envejecida.
-¿Nos cuidamos lo suficiente?
-No, nos cuidamos poco. En la consulta muchos pacientes me decían 'quíteme alguna pastilla', y yo siempre le respondía: 'lo más fácil es tomar medicación, lo más complicado es cambiar de estilo de vida para siempre'.
-¿Qué hay que hacer para tener un corazón sano?
-Pues comer sano, lo que implica posiblemente llevar una dieta continua; hacer ejercicio, pero ojo, todos los días. Es como la canción de Sabina, 'si lo que quieres es vivir cien años', hay que olvidarse del cigarrillo, del alcohol, llevar vida sana y, por supuesto, darse una alegría de vez en cuando.
-¿Vale para algo hacer diez mil pasos al día, o eso es un mantra?
-Yo prefiero decirle a la gente que camine una hora al día, unos cuatro a cinco kilómetros, con eso se evitarían muchos problemas de corazón.
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