Pablo Casado pregunta al presidente del Gobierno en la Sesión de Control del miércoles 23 de febrero.
Pablo Casado pregunta al presidente del Gobierno en la Sesión de Control del miércoles 23 de febrero. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! Tuve la misma sensación al ver a Julián Muñoz entrar en prisión. En las buenas épocas, el corrupto alcalde, ese rey del mambo tonadillera bajo el brazo, recorría las calles de Marbella con solemnidad de virgen de viernes santo y chulería de un Mourinho cualquiera. El tipo derrochaba, a cada paso que daba, a cada declaración ante la prensa, lo peor de la política española: indecencia orgullosa. Habían limpiado Marbella de pobres, presumía poco tiempo antes de entrar en prisión condenado por empobrecer el Ayuntamiento de Marbella un pobre hombre que, ya abandonado y derrotado, derrochaba por primera vez algo que era real y humano: lástima. No se debe lanzar confeti por la caída de quien en el último momento da muestras de debilidad humana, aunque esta nazca del amor hacia uno mismo. Asistimos boquiabiertos al funeral político de Pablo Casado. En pocos días, el que ha sido durante tres años y medio líder del PP, ha pasado de gritar consignas ultraderechistas atacando sin freno a todo ser viviente fuera de su espectro ideológico a preguntarse, solo y asediado en su despacho, por qué tengo que irme, si yo no he hecho nada. Casado se va porque una emboscada de hienas lo ha echado y, como ocurriera con Julián Muñoz, la parte humana tapa las ganas de celebrar la salida de quien tanto crispó, zancadilleó y pervirtió la política para alcanzar su objetivo. Apuñalado por todos los que hace una semana le aplaudían y coreaban presidente, presidente, Pablo Casado ha dado en el Congreso el que parece que será su último discurso. Un discurso en el que ha definido con la perfección inversa de un negativo fotográfico su trabajo como líder de la oposición: “Entiendo la política desde la defensa de los más nobles principios y valores, el respeto a los adversarios”. Desde fuera, atónitos ante la desbandada de fieles huyendo del barco al ver que se hunde, comprobamos una vez más la inmensa diferencia entre algunos ámbitos de la política y la vida real. En la vida real existen códigos que no generan beneficios, pero son inherentes al ser humano. La decencia o la fidelidad, por ejemplo. En la vida real, si un amigo cae le agarramos la mano sin hacer cálculo de qué pasará por agarrarla, aunque ese no sea el mejor plan posible y aunque nos genere más dolores de cabeza que otra cosa. Con el PP abierto en canal podemos observar con precisión de microscopio cómo funciona lo humano dentro de ese ecosistema bacteriano que es lo peor de la política. Cómo al amigo apuñalado no se le presta un solo hombro sobre el que apoyarse, sino que todo se llena de silbidos de disimulo alejándose del lugar del suceso, no vayan a relacionarme con el fiambre. Cómo el código es tan lejano e incomprensible para el ser humano de a pie que Teodoro, recién defenestrado, se va a la tele a piropear a quienes hace unas horas acaban de cortarle el pescuezo. Quienes han promovido el golpe contra su líder lo despiden hoy con un aplauso en el Congreso. No entendemos nada y es sano que no lo entendamos. Entender esto sería asumir que el mundo es un lugar en el que nada, excepto calcular cómo nos irá en la siguiente jugada, tiene validez. Quizá sea absurdo compadecerse de quien ha sufrido lo que ha sembrado: deslealtad. Pablo Casado obtuvo un máster aprovechando su posición de superioridad, despreció a quien le había derrotado en las urnas llamándolo de todo, maniobró en lo peor de la pandemia y más tarde en Bruselas contra su propio país, honró en misa a quien tanta sangre derramó y se subió a lomos del bulo semanal difundido por el gran poder propagandístico para conseguir su objetivo. Quizá, como ocurre en la vida real, ahora sus subordinados simplemente hayan repetido lo que han visto hacer en casa. Quizá sea tan sencillo como eso y la lástima al ver cómo ha sido despellejado y abandonado con una excusa que abochorna, sobre. Yo, por el momento, no puedo evitarlo. AUTOR > Gerardo Tecé Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto.
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