Una mujer eufórica en su regreso a Dahie, sur de Beirut, de donde fue desplazada hace dos meses por los bombardeos israelíes. El alto al fuego en el Líbano ha permitido la vuelta de miles de personas a sus hogares en todo el país. / M.M.
Una mujer eufórica en su regreso a Dahie, sur de Beirut, de donde fue desplazada hace dos meses por los bombardeos israelíes. El alto al fuego en el Líbano ha permitido la vuelta de miles de personas a sus hogares en todo el país. / M.M. En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí Con los ojos llorosos y la sonrisa de alivio que comparte todo Beirut, Ali* cuenta que con los primeros rayos del amanecer fue al cementerio para darle la bienvenida al alto al fuego: “Quise saludar a los mártires, rendir tributo a quienes lo dieron todo”. Mártires, en el Islam, son quienes mueren por una causa mayor: en el contexto del Líbano, asesinados por Israel. Más de un año de guerra ha dejado 3.800 mártires y un millón doscientos mil desplazados en un país en el que los bombardeos han borrado edificios y pueblos enteros. “Limpiaremos nuestras casas, retiraremos el polvo y volveremos a abrir nuestros comercios, eso es lo que vamos a hacer”, continua breve desde la ventanilla del coche, antes de acelerar para sumarse a la marcha de tráfico lento que recorre la periferia de Beirut a golpe de claxon, mostrando los dedos en forma de ‘v’ en señal de victoria. La victoria es volver a casa. La población libanesa regresa a sus hogares convertidos en ruinas después de que Israel aprobase, contra todo pronóstico, un acuerdo de alto al fuego que parará la guerra al menos dos meses. Nada se movía en Beirut al poco de conocerse la decisión del Gabinete de Seguridad hebreo el martes por la noche. Ni siquiera se escucharon los tradicionales tiros al aire de celebración. No había confirmación oficial y Hezbolá, a través del número dos de su Buró Político –que con casi toda la cúpula asesinada, dio una entrevista desde un coche– pidió precaución y no fiarse del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Al poco de terminar el anuncio de Joe Biden, un misil israelí atravesó el cielo de Beirut. Fue una noche de espanto, Israel se iría matando. Tras el alto al fuego residentes y milicianos de Hezbolá recorren las calles de Dahie, en el sur de Beirut y destrozadas por los bombardeos israelíes, con los dedos con la forma de la ‘v’ de victoria. / M.M. La mañana trajo, sin embargo, la euforia. Desde la madrugada, las carreteras se llenaron de coches de camino al sur, a la Beqaa (el este) y Dahie, la periferia sur de Beirut controlada por Hezbolá. Dos meses de asedio, varias órdenes de evacuación y la constante ofensiva aérea habían vaciado de civiles Dahie, hogar de más de 700.000 personas. Wael lleva la cuenta exacta del tiempo que hace que se marchó de su casa, “hace 63 días, desde el comienzo de la escalada en Dahie”. “Fue muy duro marcharse pero no lo es regresar. Nos hemos criado aquí y queremos morir aquí”, dice. Como él, miles de desplazados tenían listas las maletas desde la semana pasada, cuando se conocieron las primeras señales de que las negociaciones avanzaban bajo el mecenazgo de Estados Unidos. Sin embargo, las horas previas al cese de las hostilidades fueron insoportables: “El Ejército israelí quería revancha antes del alto al fuego, pero ¿qué ganan? Los edificios aquí están vacíos, no bombardean ya más que piedras y escombros”. Pasillos de cristales rotos hacen las veces de aceras, trozos de hormigón de edificios dañados se acumulan en montañas en las esquinas Como un museo de los horrores, no hay calle en Dahie que no muestre los estragos de la guerra. Pasillos de cristales rotos hacen las veces de aceras, trozos de hormigón de edificios dañados se acumulan en montañas en las esquinas. Desde el interior de bloques sin fachada, de vez en cuando, caen vigas o se desploman paredes enteras grises del polvo: hay quienes ya comienzan a remover los escombros en el interior de viviendas en ruinas en busca de lo poco útil que pueda quedar. En una calle desangelada con fachadas llenas de cables caídos, alguien abre la puerta de una tienda de dulces pintada de amarillo y rojo: imagen de la resiliencia de un pueblo acostumbrado a la guerra. Al otro lado de la carretera, solo queda intacto el cartel de una peluquería con letras doradas. Con un gobierno inexistente y en bancarrota, y sin que ningún país amigo se haya pronunciado todavía, el Líbano no tiene capacidad para hacer frente al proceso de reconstrucción que tiene por delante. Pero en Dahie pocos esperan nada del Gobierno, tienen otro propio: Hezbolá. Dahie, bastión de Hezbolá: “Hemos regresado victoriosos” Dahie es donde Hezbolá y otros grupos aliados, muchos con ramas políticas y representación parlamentaria, tienen sus oficinas e infraestructura. Ese es el motivo por el que Israel, usando estrategias que pueden suponer crímenes de guerra, ha estado bombardeando de manera indiscriminada esta zona durante dos meses. De mayoría chíita y aislada del resto de la capital, una parte importante de la población de Dahie apoya al partido-milicia. Poniéndose de pie en una moto, Wael le hace una foto a una imagen de Hasán Nasrala, el líder asesinado de Hezbolá, en una de las calles principales. “Claro que en el fondo de nuestro corazón sentimos pena y tristeza, estamos acostumbrados a que quien nos hace feliz al anunciar la victoria sea el Sayeed Nasrala”, comenta en otra conversación Rana, desde el interior de su coche. Wael (nombre ficticio) fotografía la imagen de Hasán Nasrala, ex líder de Hezbolá, en una calle abarrotada de coches de familias regresando a sus hogares en Dahie y rodeado de destrucción. / M.M. Pósteres y banderas ondean en lo alto de las montañas de escombros de los edificios derrumbados. La euforia y el discurso de los seguidores de Hezbolá es de triunfo: “Hemos regresado victoriosos”. Al culto a quien lideró la milicia durante más de tres décadas, llevándola a la posición de dominación no solo de la política interna del Líbano, sino con una gran influencia en el exterior, se suman elementos de propaganda basada en ideas extremistas del sacrificio y el martirio en una interpretación radical de la religión: “Hemos perdido nuestras casas, pero tenemos el honor de verlo como un sacrificio, como una contribución a esta victoria”. Todavía hay muchos flecos por cerrar en un acuerdo frágil entre dos rivales que llevan enfrentándose y matándose por décadas. El documento es una actualización de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que terminó con la última guerra entre Hezbolá e Israel, en 2006. La milicia debe retirarse hacia el norte del río Litani, referencia geográfica que abarca en torno a los 30 kilómetros de distancia desde la frontera entre ambos territorios, generando un espacio de seguridad que no amenace a las comunidades del norte de Israel. A cambio, Israel debe retirarse de los pueblos invadidos en el sur del Líbano, aldeas con siglos de historia y memoria y que han quedado reducidas a escombros, bajo la justificación de operaciones contra Hezbolá. Hay muchas dudas como qué ocurrirá una vez pasados los 60 días: si el alto al fuego será permanente La novedad del acuerdo es la puesta en marcha de un comité supervisor formado por la Fuerza Interina de las Naciones Unidas, las Fuerzas Armadas libanesas, que ya están reforzando su presencia en la zona sur, Estados Unidos y Francia. Hay muchas dudas y juegos de palabras que dan lugar a error, como qué ocurrirá una vez pasados los 60 días: si el alto al fuego será permanente –como dijo el negociador de la Casa Blanca, Amos Hochstein– o si no implica el fin de la guerra –como declaró Netanyahu en su anuncio. Sea como fuere, las calles de Beirut y de todo el país han mostrado, en el primer día de alto al fuego, optimismo y voluntad de reconstrucción, en demostraciones de alegría mezcladas con sentimientos de pérdida y desprotección. “Quisiera que las fronteras fueran como la terraza que comparto con mi vecino: un espacio lleno de plantas”, casi recita Fouad, desplazado de Dahie, al ser preguntado por el alto al fuego. Él dice que no regresará a su casa y que seguirá pagando el alquiler de la vivienda a la que tuvo que desplazarse. Está cansado de reconstruir y crear memorias que después vuelan por los aires. Han sido ya muchas guerras en el Líbano, y prefiere no fiarse. * Los nombres de las personas entrevistadas en este artículo han sido modificados a petición de ellas mismas. Autora > Marta Maroto Ver más artículos @_martamaroto_ Suscríbete a CTXTOrgullosas de llegar tard
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