domingo, 4 de enero de 2009

Un tío sensato desesperado.

Esto escribía Slhomo Ben Amí....

Con los hombros caídos hacia Gaza
by Shlomo Ben-Ami

Shlomo Ben-Ami

Con andanadas de cohetes Kassam lanzados diariamente a las ciudades israelíes desde la franja de Gaza gobernada por Hamas y mientras los políticos israelíes compiten para ver quién ofrece la respuesta más dura, la cuestión para Israel hoy se redujo a si invadir o no invadir. Pero ninguno de los dos lados está libre de contradicciones y ambos están atrapados en un acertijo aparentemente irresoluble.

Como gobierno, Hamas ha de ser juzgado por su capacidad para proporcionar seguridad y una gobernancia decente a la población de Gaza, pero como movimiento es incapaz de traicionar su compromiso inquebrantable de combatir al ocupante israelí hasta la muerte. Después de todo, Hamas no fue elegido para hacer las paces con Israel ni para mejorar las relaciones con Estados Unidos. Por más alentadoras que puedan ser algunas señales esporádicas de un giro hacia un realismo político, no está en la agenda inmediata de Hamas traicionar su propia razón de ser respaldando el proceso de paz de Annapolis liderado por Estados Unidos.

La ofensiva de Hamas no es un intento por llevar a Israel a una invasión costosa que pudiera sacudir a su régimen. Más bien, es una estrategia destinada a establecer un equilibrio de amenazas basado en la perpetuación de un conflicto de baja intensidad incluso si se acordara una nueva tregua.

Hoy, un Hamas cada vez más arrogante y extremadamente armado espera que se acuerde una tregua sólo a cambio de nuevas concesiones por parte de Israel y de Egipto. Estas incluyen la apertura de las fronteras de Gaza, incluso el cruce de Rafah controlado por los egipcios, la liberación de prisioneros de Hamas en Egipto, la suspensión de las operaciones israelíes contra activistas de Hamas en Cisjordania y el derecho a responder a cualquiera violación percibida del cese del fuego por parte de Israel.

Sin embargo, la política arriesgada de Hamas es un ejercicio peligroso, ya que un conflicto de baja intensidad fácilmente puede degenerar en un estallido general si sus cohetes causan una cantidad políticamente intolerable de bajas del lado israelí. De hecho, los altos líderes de Israel ya aprobaron los planes del ejército para una invasión de Gaza, aunque se haya dejado abierto el momento y la naturaleza del casus belli .

Hamas también está jugando con fuego en el frente egipcio, al haber interrumpido de manera arrogante el proceso de reconciliación liderado por Egipto con la OLP de Mahmoud Abbas, y al haber prometido hacer trastabillar la iniciativa egipcia y saudita de extender el mandato presidencial de Abbas hasta el 2010. Hamas dejó en claro su intención de nombrar como presidente al vocero parlamentario palestino –un miembro de Hamas que hoy está en una prisión israelí- una vez que la presidencia de Abbas culmine oficialmente el 9 de enero.

El radicalismo de Hamas no está desprovisto de una intención política –sepultar lo que quede de la solución de dos estados-. Los magros resultados del proceso de paz de Oslo son vistos por Hamas como una reivindicación de su visión constante de que los acuerdos de Oslo estaban condenados al fracaso, y de que Israel y Estados Unidos nunca tuvieron intención de respetar los mínimos requerimientos del nacionalismo palestino.

Sin embargo, mientras que Hamas nunca fue indiferente a los cálculos políticos cotidianos, tampoco está confinado a ellos. Al ser un movimiento fundamentalmente religioso para el cual el futuro le pertenece al Islam, Hamas se ve a sí mismo comprometido en una lucha armada a largo plazo para la liberación de toda Palestina.

Tampoco la política arriesgada del movimiento es enteramente irracional, ya que el legado del intento infructuoso por parte de Israel en 2006 de destruir a Hezbollah es que, por primera vez en la historia del país, el establishment militar defiende la atemperación y refrena activamente las medidas más duras que se proponen en las reuniones de gabinete. La negativa por parte de Israel de invadir Gaza surge de un análisis sobrio del significado de una maniobra de este tipo. De hecho, el ministro de Defensa, Ehud Barak, líder del Partido Laborista, podría estar dispuesto a pagar un alto precio político durante una temporada electoral al aceptar incluso una nueva tregua violada intermitentemente por Hamas.

La invasión de un pedazo de tierra tan pequeño y densamente poblado donde los civiles han sido sistemáticamente utilizados por Hamas como escudos humanos está destinada a exponer al ejército israelí a acusaciones de crímenes de guerra. Por más justificada que pudiera ser la acción de Israel, y por más crítica que pueda ser la comunidad internacional frente al régimen represivo de Hamas, no pasará mucho tiempo hasta que la amplia cobertura mediática de las bajas civiles ponga a Israel, y no a Hamas, en el banquillo de los acusados de la opinión pública mundial. Es más, una nueva ocupación de Gaza obligaría a Israel a volver a asumir la responsabilidad plena y exclusiva del millón y medio de palestinos que hoy están bajo control de Hamas.

Pero, incluso si Israel estuviera dispuesto a pagar el precio de la dura condena internacional, no resulta claro qué significa realmente el éxito en una guerra de esta naturaleza. ¿Derrocar al régimen de Hamas es una opción realista? El gobierno de Ismail Haniyeh podría colapsar, pero Hamas seguiría siendo una poderosa organización palestina autóctona alrededor de la cual, con certeza, se congregaría la población. Por otra parte, incluso bajo una nueva ocupación, con divisiones israelíes acorazadas desplegadas en toda la franja, se podrían seguir lanzando misiles Kassam –la máxima humillación para el ocupante.

Y, finalmente, después de que se hubiera asestado un golpe mortal a lo que quedara del proceso de paz, y con los cementerios de Israel y de la devastada Gaza otra vez llenos de nuevas bajas, Israel querría retirarse y negociar otro cese del juego con … el mismo Hamas.

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