Los avisos de ayer y hoy me parecen....definitivos.
El mercado no negocia: exige a España reformas urgentes
Publicado el 27-04-2010 , por Miquel Roig
"Tranquilo, eso no pasará en Grecia. El Gobierno ha aprendido la lección de Dubai", comentaba un alto ejecutivo de la banca griega a un columnista estrella de un gran medio económico internacional en diciembre pasado. Pero Grecia no aprendió la lección del emirato, y apenas cuatro meses después, el país heleno ya tiene el ráting de bono basura de Standard & Poor's y se encuentra pidiendo por favor 45.000 millones de euros al Fondo Monetario Internacional y a la Unión Europea. Hace poco, ese mismo periodista visitó España y se entrevistó con altos ejecutivos de dos de las cuatro grandes entidades financieras de este país. ¿Adivinan lo que le respondieron cuando preguntó por la determinación del gobierno español de adoptar las reformas necesarias para evitar un rescate financiero internacional?.
Efectivamente, desde ambas entidades se despacharon con un "tranquilo, eso no pasará en España, el Gobierno ha aprendido de Grecia". Y a esas mismas lecciones se refería ayer Lucas Papademos, vicepresidente del Banco Central Europeo, cuando metía en el mismo saco de déficits desbocados a España, Grecia y Portugal. El ejecutivo saliente del BCE recomendó a los países con problemas que aprendieran del ejemplo griego y actuaran en consecuencia. Y eso mismo es lo que ayer pidieron los mercados. Pero no con palabras, sino con órdenes de venta y posiciones bajistas sobre todo lo que oliera a España.
El Ibex 35 se dejó un 4,19% y perdió los 10.500 puntos, en lo que fue la segunda mayor caída del año. Los seguros para protegerse de un impago de la deuda española superaron los 200 puntos y marcaron un máximo histórico. Y el diferencial de la deuda alemana a diez años con la española alcanzó los 113 puntos básicos (1,13 puntos porcentuales), lo que supone un récord desde marzo de 2009, a su vez máximos desde el nacimiento del euro en 1999.
Repitan conmigo: España no es Grecia... de momento
Efectivamente, España no es Grecia. Ni tan siquiera Portugal es Grecia, especialmente en lo que se refiere a niveles de deuda pública respecto al Producto Interior Bruto. Pero los mercados tienen miedo y cuando ese miedo se mezcla con su idiosincrática tozudez, la situación se puede complicar bastante para un Gobierno que tiene el sambenito de no emprender reformas necesarias y urgentes. Como explica en su blog Manuel Conthe, el ex presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y presidente del Consejo Editorial de Expansión y Actualidad Económica, "cualquier persona bien informada es consciente del riesgo de que España sea víctima de una oleada de desconfianza en los mercados financieros internacionales que se auto-alimente y nos termine sumiendo en una crisis financiera y económica mucho más grave de la que ya estamos viviendo".
No basta con culpar a las agencias de ráting de todos los males, como hizo ayer la vicepresidente María Teresa Fernández de la Vega, o a los conspiradores, como afirmó a principios de año el ministro de Fomento José Blanco. Tampoco funciona el optimismo perpetuo del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que tras haber errado en todas sus proyecciones sobre la evolución del paro, ayer aseguraba que la tasa de desempleo ya había tocado techo. Ni tan siquiera vale un Plan de Austeridad que exime a la Administración Central de ningún recorte de gasto serio y se basa en unas previsiones de crecimiento que nadie cree (del 1,8% en 2011 y 3% en 2012 frente al FMI, que no prevé incrementos del PIB del 2% hasta 2016). No sirven tampoco las presentaciones a grandes inversores en Londres, París, Nueva York o Hong Kong; o grandes titulares en el Financial Times prometiendo recortes impopulares.
El mensaje del mercado es diáfano: ¡Reformas ya!
Todo lo anterior suele ser estéril si el mercado no obtiene lo que está pidiendo a gritos. Y guste o no, muchas de las peticiones son harto impopulares: recorte creíble y significativo del gasto público, que pasa por una drástica reducción del gasto social y del coste de los empleados públicos; mejora de la competitividad y productividad, que supone una reducción salarial del sector público, y privado y una reforma laboral que abarate el despido; reforma del sistema de pensiones, que conlleva un retraso de la edad de jubilación y/o reducción de la prestación por desempleo; cambio de modelo productivo, desde una economía basada en el turismo y el ladrillo a otra fundamentada en el I+D+i [algo que leído así suena muy bien, pero que en estos momentos deja fuera del mercado laboral a millones de trabajadores]...
El mensaje de los mercados es diáfano: toca apretarse el cinturón. Y si esto no ocurre, no serán los bajistas los que salgan peor parados de ésta. Quien recibirá una dura cornada será España, que verá cómo se encarecen sus emisiones de deuda o, en el peor de los casos, se cierran las puertas de la financiación internacional. Entonces surgirá una duda: ¿Quién pagará el subsidio de paro, las pensiones, los servicios públicos o los intereses de esa deuda? Efectivamente, los contribuyentes españoles al son de subidas de impuestos.
La gran diferencia que existe ahora entre España y Grecia es que el gobierno heleno ya no puede elegir cómo adoptar las reformas: si quiere los 45.000 millones de euros que necesita para financiarse debe plegarse a las exigencias del Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea (léase Alemania). El Gobierno de España todavía tiene cierto margen de maniobra, pero cuanto más tarden las reformas, más pequeño será.
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