domingo, 19 de septiembre de 2010

El Gas, ese continuo culebrón.

CON LUPA, Jesús Cacho

El gas nuestro de cada día


Dicen quienes le conocieron que Pere Duran Farrell, uno de los empresarios más influyentes de la Transición, presidente que fue de Gas Natural -antes Catalana de Gas- entre 1961 y 1997, nada menos que 36 años, conocía el desierto argelino casi tanto como las Caldes de Montbui, el pueblo en el que había nacido en 1921. En octubre de 1962, Argelia consiguió su independencia de Francia, y ese mismo mes Durán aterrizaba en Argel dispuesto a convencer a los líderes revolucionarios de la necesidad de firmar un acuerdo a largo plazo para venderle gas a España. No fue tarea fácil. Cuando surgía un problema aparentemente irresoluble, se adentraba en el desierto y, al lado de los pozos, vivía en una jaima el tiempo que fuera necesario sin hablar de gas o petróleo con los gestores de Sonatrach -la empresa nacional responsable de buena parte del PIB argelino- hasta que éstos venían a su encuentro. Duran terminó ganándose el afecto y respeto de los orgullosos argelinos. Tanto se lo ganó que la parte argelina del gasoducto que, a través de Marruecos, atraviesa el estrecho de Gibraltar para entrar en España por Tarifa lleva el nombre de 'gasoducto Pere Duran'.

Desde entonces la convivencia entre Sonatrach y Gas Natural (GN) se ha deteriorado mucho. También lo han hecho las relaciones entre Argelia y España, en razón a la clara apuesta pro Marruecos efectuada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Asumiendo que energía y geoestrategia han ido siempre unidas de la mano en todo el mundo desarrollado, el aserto se convierte en una realidad lacerante en el caso de España. Con buena parte del petróleo y el gas que consumen los hogares españoles procedente del Magreb, Madrid vive prisionera de la rivalidad histórica que enfrenta a los gigantes que habitan el norte de África. Todos los años, cuando a la altura de septiembre las Naciones Unidas se disponen a darle una vuelta más a esa chuleta renegrida que es el problema del Sahara Occidental, el sultán de Rabat aprieta las tuercas en torno a Ceuta y Melilla, dispuesto a recordar a Madrid que no le conviene apoyar en Nueva York ninguna resolución que perjudique sus intereses. Y nuestro heroico Zapatero, un legionario, toma nota y se apresta de inmediato a complacer al sultán -lo hará de nuevo mañana lunes, con la entrevista que ambos tienen apalabrada en la ciudad de los rascacielos- incumpliendo la responsabilidad española para con el pueblo saharaui como potencia colonial que fue, y dejando con el culo al aire a los numerosos grupos -curiosamente de izquierdas- y ONGs que lo apoyan en el desierto.

Las tribulaciones de la Moncloa son seguidas muy de cerca por el vecino argelino. Toda cesión española para con Rabat es considerada en Argel como una traición. Las coces que suelta el gigante del Magreb casi siempre terminan rebotando en el culo de GN. Es casi un axioma. La situación fue justamente la contraria durante los Gobiernos de Aznar. El del bigotito, amigo personal de Abdelaziz Buteflika (en la imagen, junto a Zapatero), mantuvo una estrecha relación de amistad con Argelia, lo que provocó la ira de Marruecos y los episodios que son de recordar, empezando por el de Perejil. En el eterno juego del ping pong en que España se debate con sus ariscados vecinos del sur, estaba claro que las cosas solo podían ir a peor tras la llegada al poder de Zapatero. Al frente del ministerio de Minas y Energía argelino se encontraba Chakib Khelil -presidente de facto de Sonatrach-, el hombre que para GN, también para Repsol, es la representación viva de las angustias padecidas por la gasista española. Protegido y paisano de Buteflika, con perfecto dominio del castellano y doble nacionalidad USA y argelina, los avatares políticos le llevaron a vivir un tiempo en Ceuta y Melilla, donde al parecer sufrió alguna mala experiencia con nuestro país que nunca olvidó. El caso es que la dramática subida de los precios del crudo ocurrida a partir de 2005 permitió a Khelil “soñar con convertir Argelia en una especie de Rusia del Magreb, con capacidad para abrir o cerrar la espita del gas a conveniencia”.

Todo se hizo de pronto más difícil con una empresa que hasta entonces había cumplido a rajatabla los contratos firmados. En Barcelona sospechan que Khelil tenía sus propios planes no solo para Sonatrach, sino para la propia presidencia de Argelia, de modo que la presión a españoles e italianos se convirtió en moneda de cambio en el juego de los equilibrios políticos internos argelinos. “Khelil impuso una política muy agresiva, muy dura para los intereses españoles en Argelia, con una drástica subida de precios”. Como los españoles se negaran a aceptar la presión, el asunto terminó en el Tribunal de Arbitraje de París, que el pasado agosto dictó laudo en contra de GN, a quien obliga a pagar cerca de 1.500 millones de euros -diferencia entre las cantidades abonadas desde 2007 y la evolución de los precios del producto- más gastos y costas del proceso. Un par de días después del fallo y, a pedido de La Caixa, el ministro Sebastián cogía los bártulos y acudía a Argel dispuesto a pedir árnica. Volvió con las manos vacías, como era de prever. “Buenas palabras y deseo de mejorar relaciones”. GN anunció este jueves la impugnación del laudo por “defectos de forma” ante el Tribunal Federal de Ginebra, el competente para dirimir este tipo de diferencias. Pocas esperanzas de que la gasista logre algo más que perder tiempo y dinero.

La rigidez negociadora de Villaseca y sus consecuencias

La versión desde la otra orilla es bien distinta. Con los precios del petróleo en constante aumento -en noviembre de 2007 alcanzaron los 100 dólares barril y rozaron los 150 en julio de 2008- “era evidente que había que renegociar el contrato de suministro del gas que España recibe a través del gasoducto Magreb-Europa, porque así figura taxativamente establecido en el mismo, de modo que no se entiende la negativa de GN a negociar una revisión de los precios del gas, indexados a los del petróleo”, asegura una fuente de Sonatrach. “También dice ese contrato que, en caso de discrepancia, las diferencias se dirimirán en el Tribunal de Arbitraje de París”. Los españoles, pues, no tuvieron más remedio que acudir de hoz y coz a instancia tan poco propicia para sus intereses, teniendo en cuenta la estrecha relación franco-argelina. En la primavera de 2009, los argelinos aceptaron la mediación del vasco Emiliano López Achurra, 54, miembro del consejo de la propia GN, que a punto estuvo de culminar con éxito su misión. “En mayo de ese año, Chawki Rahal, vicepresidente y responsable de marketing de Sonatrach, que ha llevado en primera persona las negociaciones con GN, aceptó viajar a Barcelona para cenar con el presidente (Salvador Gabarró) y el CEO (Rafael Villaseca), pero éstos decidieron cancelar la cita a última hora. Tal vez juzgaron nuestra disposición a negociar como síntoma de debilidad y señal de que las cosas no nos iban bien en el Tribunal de París. Se equivocaron”. Los consumidores españoles podrían acabar pagando las consecuencias.

Estamos, sin duda, ante uno de los asuntos más sensibles a los que se enfrenta la feble diplomacia española, dúctil ahora hasta rozar el servilismo cuando de Rabat se trata
El ambiente, con todo, no era el más propicio para el acuerdo, y es que este no era el único contencioso existente entre las partes. En efecto, en noviembre de 2007 Sonatrach había decidido rescindir unilateralmente el contrato en manos de GN y Repsol para el desarrollo del megaproyecto gasista de Gassi Touil, alegando retrasos y aumentos de precio injustificados, decisión que provocó la alarma en el mundo energético al juzgarla síntoma claro de la furia nacionalizadora impulsada por Khelil. El litigio terminó esta vez en el Tribunal Arbitral de Ginebra, ante el que las españolas reclamaron indemnizaciones por valor de 2.400 millones de dólares, cifra que incluía el lucro cesante asociado al proyecto. En noviembre de 2009, el tribunal falló que la argelina no debía indemnizar a GN-Repsol por la rescisión del contrato. Nuevo jarro de agua helada, o la cabeza caliente y los pies fríos. En el entorno de la poderosa Caixa -accionista de referencia tanto de GN como de Repsol- critican con sordina la “rigidez” negociadora de un hombre tan brillante como Villaseca, factótum de GN, al tiempo que juzgan un error el enfrentamiento con quien más que una compañía es un Estado al que, además de razones geográficas, te une o ata el interés estratégico de ser tu primer proveedor de gas.

¿Existe relación entre el conflicto que enfrenta a GN con Sonatrach y el problema del Sahara Occidental? “Es verdad que nunca nos han trasladado presiones directas”, responden en la gasista, “pero si uno coteja fechas es fácil llegar a algunas reveladoras conclusiones. Argelia es un puño y en ese puño cabe todo…”. Lo cierto es que el problema de las empresas españolas con Sonatrach -de quien depende ahora el 35% del consumo español de gas, habiendo llegado a representar casi el 70%- comenzaron con la llegada de Zapatero a Moncloa y su apuesta por Marruecos. “Cuando hay problemas políticos, los argelinos le dan patadas a Zapatero en el culo de Gas Natural…”. De ahí la importancia de las concesiones que el de León esté dispuesto a otorgar mañana a Mohamed VI en Nueva York.

El Rey Juan Carlos, Mohamed VI y el servicio secreto argelino

El horizonte ha cambiado radicalmente para GN tras la defenestración en mayo pasado de toda la cúpula de Sonatrach -en la cárcel o bajo arresto domiciliario-, acusada de graves delitos de corrupción, un escándalo que terminó llevándose por delante también al poderoso e inamovible ministro Khelil. Con Buteflika en el limbo de los justos, el golpe fue protagonizado por los servicios secretos, que son quienes mandan de verdad en Argel. En Plaça del Gas 1 están convencidos de que tales cambios dibujan un horizonte propicio para alcanzar “un acuerdo sensato para todos”. Además, la crisis económica ha afectado seriamente en precios y volúmenes a la primera exportación argelina, circunstancia que rema también a favor de ese acuerdo. España, en fin, ha reducido su dependencia de Argel gracias a la construcción de plantas regasificadoras que permiten importar el producto de todo el mundo. Para que la felicidad fuera completa en Barcelona, sería preciso cerrar la herida que para GN representa el consorcio Medgaz, que permite a Sonatrach poner directamente su gas en España a través del nuevo gasoducto sumergido que une Beni Saf con Almería, y cuyo bombeo se acaba de iniciar estos días. El ministro Joan Clos otorgó a la argelina la posibilidad de comercializar directamente su gas en nuestro país. Sin embargo, GN no puede colocar producto en Francia, dada la negativa de Total y Gaz de France (20% y 12% del consorcio, respectivamente) a admitir a un nuevo competidor, lo que hace sospechar la intención de Sonatrach de vender el 100% del gas que transportará dicho gasoducto en España. ¿Interés argelino por colocar a GN fuera del mercado? ¿Rescoldo de las ideas “imperiales” que alentaba el ex ministro Khelil?

Estamos, sin duda, ante uno de los asuntos más sensibles a los que se enfrenta la feble diplomacia española, dúctil ahora hasta rozar el servilismo cuando de Rabat se trata. Las estrechas relaciones personales del Rey Juan Carlos I con Mohamed VI, cuyos vericuetos conocen bien los servicios secretos del Ejército argelino, tampoco ayudan a lograr una situación de equilibrio entre nuestros belicosos vecinos norteafricanos. España, por desgracia, parece condenada a sufrir alternativamente el acoso bien de Argelia bien de Marruecos, sino de ambos a la vez. Desde esta perspectiva, alguna lección práctica deberían extraer nuestros empresarios energéticos, con Antonio Brufau (Repsol) a la cabeza: en lugar de pisar tanta moqueta en Moncloa para pedir ayuda, tal vez les resultaría más rentable imitar a Pere Duran y acudir de vez en cuando al desierto para dormir bajo las estrellas.

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