Un genio del Blues...
Muere Bobby Bland, legendario cantante de blues
El artista fallece a los 83 años en Memphis
Estaba considerado como uno de los pioneros del sonido moderno del género
Cuesta imaginarlo pero, a mediados de los sesenta, Bobby Blue Bland competía con B. B. King por el cariño -y los dólares- del público negro. Artistas sureños ambos, habían dado un barniz urbano a su música, con arreglos de metales, que les permitía actuar regularmente en los guetos del Norte de Estados Unidos.
No hubo rencores: Bland y King se juntarían para grabar confortables discos live durante los años setenta. Pero ya sabemos que el público de B. B. se hizo interracial e internacional gracias a la fascinación por su elocuente guitarra eléctrica. Bobby, que seguía atentamente la carrera de King, tuvo punzantes guitarristas a su servicio -Clarence Hollimon, Wayne Bennett, Pat Hare- pero encarnaba un modelo menos vendible: el vocalista de peinados y trajes un poco anticuados, dominador de trucos teatrales, que se dirigía esencialmente al público femenino. Cuestión de sensibilidades: nunca entró en el mercado del rock, aunque los Grateful Dead incorporaron a su repertorio el arrollador Turn on your lovelight, que sonó en el festival de Woodstock... en una versión de 40 minutos.
Su biografía explica la destilación de su estilo. Robert Calvin Brooks había nacido en 1930, en un área rural de Tennessee;creció en Memphis cantando en las iglesias y estudiando los sermones del Reverendo C. L. Franklin, el padre de Aretha. Sin embargo, le atraían las luces de Beale Street, donde se estaban forjando nuevas músicas y públicos mixtos (hay fotos que le muestran en compañía de Elvis Presley). Tras pasar por otras compañías, firmó con el sello Duke, lo que le puso en las manos de Don Robey, un sinvergüenza de Houston que exigía firmar como coautor de los éxitos de sus artistas, usando el seudónimo de Ceadric Malone.
Pero Bobby Bland tuvo suerte en Tejas: Robey le conectó con Joe Scott, un productor, arreglador y compositor que había estudiado las fórmulas de Ray Charles o Sam Cooke. Scott supo amalgamar gospel, blues y el naciente soul en un robusto tapiz sonoro que permitía a Bobby el máximo de expresividad. Así surgieron sus temas esenciales: I pity the fool, Cry, cry, cry, Further on up the road , Call on me, Ain't nothing you can do. Sin olvidar Little boy blue, que le proporcionaría su apodo.
Bobby Blue Bland se veía a si mismo como un artista sofisticado, un crooner negro que solía reservar un hueco para piezas de exhibición como Fever, St. James Infirmary o Stormy monday blues. Sin embargo, su voz sonaba demasiado áspera para el lucrativo circuito de clubes nocturnos. Las piruetas financieras necesarias para pagar las nóminas de una banda extensa y el alcoholismo le llevaron a parar a finales de los sesenta.
Sin embargo, muchos creían en él. La discográfica californiana ABC compró el catálogo de Duke Records para hacerse con su contrato. Así, durante los años setenta, vivió una etapa de mayor visibilidad, con discos confeccionados por el productor Steve Barri, el arreglador Michael Omartian e instrumentistas de Los Ángeles.
Le fue bien hasta que se implantó la disco music; fracasó un intento de reciclarlo en rey romántico de las pistas de baile. En realidad, Bobby era un todo terreno e igualmente probó con canciones country o standards. Le salvó Malaco, modesto sello de Jackson (Mississippi) que había descubierto un nicho en el mercado: el público sureño de cierta edad, que necesitaba su soul y su góspel al viejo estilo. Entre 1985 y 2003, Bobby facturó una decena de discos respetables, que le mantuvieron bajo los focos.
Las dolencias de la edad le relegaron a una silla de ruedas. Pero no se perdió la entrega del Grammy honorario o el ingreso en el Rock and Roll Hall of Fame e instituciones similares. También gozó ocasionalmente del patrocinio de Van Morrison para discos y directos; por su parte, Mick Hucknall -exvocalista de Simply Red- le dedicó un álbum entero, Tribute to Bobby. Falleció el domingo 23 de junio, en Memphis, con 83 años.
No hubo rencores: Bland y King se juntarían para grabar confortables discos live durante los años setenta. Pero ya sabemos que el público de B. B. se hizo interracial e internacional gracias a la fascinación por su elocuente guitarra eléctrica. Bobby, que seguía atentamente la carrera de King, tuvo punzantes guitarristas a su servicio -Clarence Hollimon, Wayne Bennett, Pat Hare- pero encarnaba un modelo menos vendible: el vocalista de peinados y trajes un poco anticuados, dominador de trucos teatrales, que se dirigía esencialmente al público femenino. Cuestión de sensibilidades: nunca entró en el mercado del rock, aunque los Grateful Dead incorporaron a su repertorio el arrollador Turn on your lovelight, que sonó en el festival de Woodstock... en una versión de 40 minutos.
Su biografía explica la destilación de su estilo. Robert Calvin Brooks había nacido en 1930, en un área rural de Tennessee;creció en Memphis cantando en las iglesias y estudiando los sermones del Reverendo C. L. Franklin, el padre de Aretha. Sin embargo, le atraían las luces de Beale Street, donde se estaban forjando nuevas músicas y públicos mixtos (hay fotos que le muestran en compañía de Elvis Presley). Tras pasar por otras compañías, firmó con el sello Duke, lo que le puso en las manos de Don Robey, un sinvergüenza de Houston que exigía firmar como coautor de los éxitos de sus artistas, usando el seudónimo de Ceadric Malone.
Pero Bobby Bland tuvo suerte en Tejas: Robey le conectó con Joe Scott, un productor, arreglador y compositor que había estudiado las fórmulas de Ray Charles o Sam Cooke. Scott supo amalgamar gospel, blues y el naciente soul en un robusto tapiz sonoro que permitía a Bobby el máximo de expresividad. Así surgieron sus temas esenciales: I pity the fool, Cry, cry, cry, Further on up the road , Call on me, Ain't nothing you can do. Sin olvidar Little boy blue, que le proporcionaría su apodo.
Bobby Blue Bland se veía a si mismo como un artista sofisticado, un crooner negro que solía reservar un hueco para piezas de exhibición como Fever, St. James Infirmary o Stormy monday blues. Sin embargo, su voz sonaba demasiado áspera para el lucrativo circuito de clubes nocturnos. Las piruetas financieras necesarias para pagar las nóminas de una banda extensa y el alcoholismo le llevaron a parar a finales de los sesenta.
Sin embargo, muchos creían en él. La discográfica californiana ABC compró el catálogo de Duke Records para hacerse con su contrato. Así, durante los años setenta, vivió una etapa de mayor visibilidad, con discos confeccionados por el productor Steve Barri, el arreglador Michael Omartian e instrumentistas de Los Ángeles.
Le fue bien hasta que se implantó la disco music; fracasó un intento de reciclarlo en rey romántico de las pistas de baile. En realidad, Bobby era un todo terreno e igualmente probó con canciones country o standards. Le salvó Malaco, modesto sello de Jackson (Mississippi) que había descubierto un nicho en el mercado: el público sureño de cierta edad, que necesitaba su soul y su góspel al viejo estilo. Entre 1985 y 2003, Bobby facturó una decena de discos respetables, que le mantuvieron bajo los focos.
Las dolencias de la edad le relegaron a una silla de ruedas. Pero no se perdió la entrega del Grammy honorario o el ingreso en el Rock and Roll Hall of Fame e instituciones similares. También gozó ocasionalmente del patrocinio de Van Morrison para discos y directos; por su parte, Mick Hucknall -exvocalista de Simply Red- le dedicó un álbum entero, Tribute to Bobby. Falleció el domingo 23 de junio, en Memphis, con 83 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario