Cinco cosas que la Unión Europea ha
hecho por nosotrosMariano Rajoy, presidente español, y José Durao Barroso, presidente de la CE. (Efe)
1. Sostener la Investigación y Desarrollo del Continente
La revista británica NewScientist fue contundente esta semana sobre Nigel Farage, el líder del euroescéptico UKIP británico. “Puede ser un desastre para los científicos y deberíamos mirar con alarma su discurso”, dijo. La prestigiosa publicación argumentaba que abandonar la UE significaría renunciar a la mayor fuente de financiación científica del continente, el Consejo Europeo de Investigación (ERC).
Los proyectos científicos pagados por la UE requieren al menos de la participación de tres Estados diferentes y Bruselas es su principal apoyo al financiar, por ejemplo, con 660 millones de euros en 2013 los premios 'Advanced Grant' para los investigadores de mayor prestigio. Los españoles Jordi Galí, Pablo Artal y Eduard Batlle estuvieron entre los galardonados. Centros punteros de tecnología como la European Space Agency han salido de los despachos comunitarios y actualmente la Comisión Barroso tiene un equipo de asesores científicos para orientar las nuevas políticas industriales.
Anne Glover. (Fusion for Energy)La escocesa Anne Glover es la máxima responsable de este grupo y habla directamente con Barroso sobre la estrategia de los próximos seis años, cuando se distribuirán 65.000 millones de euros en I+D. Para Glover será un giro total del sector porque “lo que ha hecho la Comisión es poner en contacto a las pequeñas y medianas empresas con el mundo científico. Por ejemplo, España en el Euro-CASE (el Consejo de Ciencias Aplicadas que orienta las investigaciones para su aplicación al mundo real) financiará la idea básica de la investigación. Y lo que resulte difícil para España, lo financiará la Comisión”, asegura.
Se trata de un caudal de dinero al que ya no tendrán acceso los suizos, tras votar a favor del cierre de sus fronteras a parte de los trabajadores comunitarios. Glover también pone otro ejemplo sobre otro de los beneficios de estar en la UE que no se cita mucho "pero es la envidia de los que están fuera”. Se refería al hecho de que la Comisión Europea paga grandes infraestructuras para la industria, la investigación o las empresas que no pueden cargarse a los presupuestos nacionales.
2. Las becas Erasmus o la fábrica de europeos
Creado hace 27 años, ya han pasado más de tres millones de estudiantes por este programa de intercambio universitario, según datos de la UE. Los jóvenes europeos lo ven como una de las mayores virtudes aportadas por el proyecto común nacido al principio de la Guerra Fría. Una movilidad transfronteriza que supondría enriquecimiento formativo para los estudiantes al mejorar su capacitación en idiomas, ponerles en contacto con otras culturas e impulsar el espíritu emprendedor dentro de la UE.
El programa Erasmus también sería un activo para el sistema educativo al favorecer la construcción de bases futuras, como el diseño de Másteres o Programas de Postgrado, según destaca para El Confidencial la Directora de Investigación e Innovación de la European University Association, Lidia Borrell-Damián. Las universidades crearían puentes de comunicación y formación que mejoran al modelo en su conjunto. Su experiencia también en el sector privado permite a Borrell-Damián afirmar que además “son muy importantes los vínculos personales que se forman, una gran inversión a largo plazo, para todos, para el mundo académico, para el mundo empresarial, para la UE en general”.
La comisaria de Educación presenta el programa Erasmus. (Efe)Este programa educativo acaba de ser ampliado como Erasmus+ para ofrecer la posibilidad de trabajar en el extranjero y dar una formación complementaria a modo de becas profesionales en el extranjero. Pese a la austeridad aplicada en toda la UE, Erasmus+ es una partida privilegiada que contará con un 40% más de fondos durante los próximos 7 años. En total, 15.000 millones de euros.
3. Una prosperidad... sufragada
Sobre infraestructuras, la investigadora en Asuntos Europeos del CEPS, Sonia Piedrafita, lo tiene claro. Los Estados mediterráneos se beneficiaron más que los del norte de los fondos estructurales que venían de Bruselas. Un hecho incontestable en el imaginario de miles de ciudadanos del sur europeo al ver la bandera azul con las estrellas amarillas en los carteles de las obras de un nuevo colegio, centro de salud o depuradora. Símbolo de que están parcialmente sufragadas por Bruselas.
El Fondo para el Desarrollo Regional (FEDER) fue creado en 1975 para corregir los desequilibrios regionales en una Comunidad Europea eminentemente agrícola y a la que se incorporarían vecinos del sur, inmersos en transiciones democráticas. Piedrafita cree que “fueron básicas las perspectivas de entrar en la UE para debilitar de manera muy intensa las voces reversionistas a favor de regímenes menos democráticos o más autoritarios”. El dinero aparejado a la integración europea y la internacionalización en sociedades modernas serían básicos para su desarrollo económico e institucional. A los que contribuye también desde 1957 el Fondo Social Europeo al fomentar el empleo con una partida del 10% en los presupuestos. Hoy destina más de 10.000 millones de euros al año contra el desempleo en jóvenes e inmigrantes, además de apoyar a pymes y pagar programas de formación.
España, Portugal o Grecia fueron receptores netos de estos fondos y las negociaciones quinquenales del presupuesto europeo eran seguidas con atención por las opiniones públicas nacionales para ver si se perdía o ganaba dinero. Hoy, los vecinos del este comunitario son quienes más reciben. Polonia ingresó 56.000 millones de euros de los Fondos Estructurales en los últimos 6 años para su modernización. Así se han pagado sus 6.000 nuevos kilómetros de carreteras. El Comisario de Política Regional, Johannes Hahn, acaba de asegurar en Bruselas que “Polonia será el mayor beneficiado de los Fondos Sociales Europeos hasta 2020 con 13.000 millones de euros. Un factor decisivo para aumentar sus niveles de productividad laboral, innovación y tener menos desigualdades”.
(Gobierno de Canarias)Polonia sería el ejemplo perfecto de la buena aplicación de estos fondos. El único de los 28 socios comunitarios que no entró en recesión durante la crisis financiera y que mantiene un sentimiento europeista muy arraigado, según la última encuesta del Pew Research Centre. Un 72% de sus ciudadanos apoya la UE. Quizás por eso, el discurso contra Europa del partido monárquico Nueva Derecha solo obtendrá el 6% de los votos en las elecciones europeas. Para la investigadora del CEPS, la integración de los países pos-soviéticos “es la prueba fehaciente de lo que no hubiera pasado en sus procesos democráticos si no estuvieran. La UE les ha garantizado una estabilidad política más difícil de conseguir” por separado “y el ejemplo es Ucrania”. Hoy, Varsovia es un socio comunitario poderoso y Kiev busca en Bruselas amparo ante el yugo de Moscú.
4. Un Mercado Único que intentan copiar en todo el mundo
En los últimos 20 años, el proyecto europeo ha experimentado una serie de cambios trascendentales y ha pasado por su primera gran crisis existencial. El Mercado Único creado en 1992, que eliminó las barreras al libre movimiento de capitales, productos y personas, ha sido clave para impulsar el crecimiento económico en la época pre-crisis pero también para mejorar nuestra calidad de vida. Sin el Tratado de Schengen, como pide el expresidente francés Nicolás Sarkozy y cuyas palabras no ha rechazado de cara a las elecciones de este domingo su partido, la UMP, no podríamos viajar por Europa sin controles fronterizos y sólo con nuestros carnets de identidad. Imagine por un momento pasar los mismos controles en un vuelo Valencia-París que en uno a EEUU.
Esta unificación fronteriza es única y favorece la llegada de inversiones extranjeras a cualquier socio comunitario por la sencilla razón de que las empresas acceden a un mercado de casi 500 millones de personas. Un modelo que según la científica Glover ofrece a las pequeñas y medianas empresas “una competencia justa y según unas reglas comunes dentro de un campo de juego igual y competitivo” además de garantizar a los ciudadanos europeos “que pueden utilizar de forma segura y apropiada un nuevo producto”. Su éxito podría comprobarse en los intentos de imitación que surgen en Latinoamérica con Mercosur o en el sudeste de Asia con ASEAN y que no terminan de despegar por las trabas políticas.
5. Y sí, el euro
El euro, uno de los pilares de este Mercado Único, ha sido blanco habitual de las críticas durante la crisis económica porque obliga a sus miembros a cumplir con unos objetivos presupuestarios y directrices macro concretas. Y no permite la devaluación en las antiguas monedas nacionales, es decir, la rebaja voluntaria del valor de las divisas para tener unos menores costes y competir mejor con otros estados. Sonia Piedrafita tiene otra visión sobre el euro “porque antes de la crisis los países del sur europeo, los más pobres, han sido beneficiados por el rigor de la política monetaria a la que tenían que someterse, porque favoreció la inversión extranjera y redujo las incertidumbres sobre sus políticas económicas”.
Monedas de euro letonas. (Efe)Se trata de políticas que mantendrán los dos candidatos con posibilidades de salir elegidos futuros presidentes de la Comisión Europea, el conservador Jean Claude Juncker y el socialdemócrata Martin Schulz. Parafraseando al protagonista de la película L'auberge espagnole (retrato de la vida Erasmus), ¿cómo esperan los europeos que sea el continente en un lustro? O más bien deberíamos preguntarnos, ¿queremos estar dentro o fuera de la UE en cinco años? Algunos pueblos, como el húngaro, parecen apostar por un futuro al margen, en parte porque creen que Bruselas hace la vista gorda ante la deriva dictatorial de su presidente, Viktor Órban. Es una de las causas de por qué las propuestas euroescépticas, contra la población gitana y contra los judíos del partido Jobbik, tendrían el respaldo del 20% de los húngaros.
Ante discursos como éste o como el de los euroescépticos británicos, franceses y holandeses, la científica Borrell-Damián muestra sus preferencias y contrapone frente a los críticos de Bruselas un “sentimiento europeo que creo es de lo mejor que hay en el mundo”. Lo dice una doctora en químicas con residencia en Bruselas pero que ha pasado por universidades estadounidenses y canadienses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario