Qué pasaría si Kurt Cobain no hubiera muerto
Abc..Cultural.
En «Nada es verdad, todo está permitido», Servando Rocha recrea el encuentro entre William Burroughs y el líder de Nirvana, en cuya piel se mete en esta falsa entrevista
Kurt Cobain falleció el 5 de abril de 1994. Con un disparo ponía fin a una angustiada existencia, marcada por un talento que no supo conjugar con la fama. Pero ¿qué hubiera sucedido si el que fuera líder de Nirvana no hubiera apretado el gatillo? En esta entrevista tan ficticia como sugerente, Servando Rocha, autor de «Nada es verdad, todo está permitido» (Alpha Decay), acepta el reto de ponerse en la piel de un Kurt Cobain casi cincuentón que imaginamos vive retirado.
¿Llegó a plantearse el suicidio en algún momento?
Muchas veces, aunque lo viví desde distintas perspectivas. Veía el suicidio envuelto en una aureola de cierto glamour, pero después, cuando fui consciente de que las drogas me destruirían, se presentó bajo una forma grotesca y cruda. Recuerdo aquellos momentos envueltos en una nebulosa, pero sí, hubo un día en que estuve muy cerca de la muerte. La nota de suicidio que escribí el 3 de marzo de 1994 decía: «Como Hamlet, tengo que elegir entre la vida y la muerte. Estoy eligiendo la muerte». Fue en Roma, después de un desastroso concierto en Múnich, nuestro último concierto. Me sentía vacío, destruido, desbordado por lo que era mi vida.
¿Ha llegado a extrañar la fama?
Jamás, y es curioso. Ahora que he podido reinventarme como artista conceptual, tengo todo lo que siempre deseé. Hace unos años pude reconciliarme con la gente a la que más quiero, como mi hija, que ha creado su propia carrera. Para ella debió de ser duro ser la hija de alguien como yo, pero nadie elige esas cosas. La fama crea adicción: adicción al poder que la fama te da. Es la peor droga de todas.
¿Qué fue lo peor de esa fama?
Es sorprendente lo poco consciente que era de en qué me había convertido. Creían que era una especie de mesías, un heraldo de esa época, cuando lo que yo quería era tocar, divertirme, hacer mis discos. En poco tiempo, pasamos de ser una banda desconocida a la más grande de las últimas décadas. Eso es algo duro, sobre todo para alguien que nació en un lugar pequeño y cuyos amigos eran gente marginal. Me sentía desdibujado y cualquier cosa que dijera era analizada. No podía escapar de mi personaje.
¿Qué libros ha leído en estos años? Por cierto, ¿le gustaría haber escrito un libro?
Me gustan Faulkner y, por supuesto, Burroughs. Tras conocerlo, redescubrí toda su obra. También leo a gente como Nik Cohn, Greil Marcus, Simon Reynolds, todo ese material con el que me siento identificado, historiografías de la música, o de músicos. En alguna ocasión he pensado en escribir un libro, pero mis pensamientos son demasiado dispersos.
Y música, ¿qué ha escuchado?
Sigo escuchando punk, pero a mediados de los 90 me reencontré con el folk, la música tradicional, el blues. Gente como Skip James, Elmore James y, por supuesto, Leadbelly. Si tuviera que elegir una voz femenina, elegiría a Odetta, sin duda. Tras disolver Nirvana pasé varios años alejado de la música. Más tarde volví a interesarme por lo que estaba pasando. Compuse algunas cosas nuevas, y de ahí surgieron las canciones que publiqué en «Death screen only show me the past death», diez temas acústicos de los que estoy muy orgulloso.
¿Por qué decidió ser músico, que le llevó a fundar Nirvana?
Ya desde muy pequeño era un lector compulsivo de cómics, historietas y libros. Posiblemente fue al descubrir a bandas como Butthole Surfers,Minutemen o Black Flag, pero antes de eso me gustaba el heavy metal. Soñaba con tocar en directo. Mis aspiraciones eran terriblemente sencillas y se reducían a pasarlo bien.
¿Cuál es su mejor disco?
Creo que me quedaría con «In Utero», aunque no me gustó que la compañía presionase para que mis planes de promoción se llevasen a cabo. Les propuse que saliera en CD, pero también en vinilo, casete y ocho pistas. El plan incluía venderlo sólo en pequeñas tiendas. Tampoco se enviarían copias promocionales... Pero rechazaron la idea. Cuando me di cuenta, el disco ya estaba en la calle. Fue uno de esos momentos en los que comprendes que las cosas están fuera de control. Ni siquiera recordaba cuánto dinero había ganado ese año.
Me gustaría preguntarle por su relación con las drogas.
Fue mi particular paseo por el infierno de Dante. La gente pensaba que las veneraba, pero era una relación aniquiladora. Jugué con ellas, al menos al principio, pensando que sería algo pasajero y no del todo dañino, pero posiblemente en el verano de 1993 todo se descontroló. Entonces yo era muy ingenuo y estúpido. Pensaba que era una de esascosas que haces para aliviar el dolor. En poco tiempo se convirtió en algo terriblemente aburrido.
¿Habría existido el «grunge» si no hubiera existido Nirvana?
Nirvana fue el resultado de un montón de bandas que nos precedieron. De hecho, nunca me gustó el término grunge, ya que fue un invento de algunos periodistas por dar coherencia a una nueva explosión de bandas que poco tenían en común. Luego estaba la industria, que deseaba vender a la banda dentro de un fenómeno global.
No voy a preguntarle por Courtney Love... O sí, sí voy a hacerlo: ¿qué piensa de ella?
Durante años me costó hablar del tema, pero ahora todo ha pasado. No sé si recuerda la letra de «Heart-Shaped Box». Ya entonces estaba todo ahí. Tras el divorcio, ella quiso apropiarse del tema e incluso le dijo al juez que ella lo compuso. Solía meterme dentro de un armario para componer y, ahí dentro, me pasaba horas tocando y cantando. Ella aseguró que, cada cierto tiempo, me soplaba la letra. Cuando nos separamos sentí como si hubiese roto un maleficio. Consumía mis energías. Éramos como dos yonquis compartiendo una lata de cerveza.
¿Qué piensa de la actual escena cultural y musical?
No estoy muy al tanto. De vez en cuando veo o escucho algo que me interesa, que tiene realmente alma. El nuevo disco de Kim Gordon es muy bueno y está a la altura de los grandes discos de Sonic Youth. También me parece genial lo nuevo de Kathleen Hanna. Hay otra gente que me gusta, aunque sean músicos atípicos, como Julian Cope o King Dude.
¿Quiénes han sido las mayores influencias de su vida?
Han sido muchas personas las que me han servido de inspiración. Si tuviera que quedarme con tres, serían Burroughs, Dylan y Pollock, pero también citaría a dos movimientos fundamentales: el punk rock y la escena riot grrrl, con Bikini Kill a la cabeza.
¿Se considera el profeta de una determinada generación?
Nunca me sentí ni fui ningún profeta. Era algo que detestaba. Era suficiente esfuerzo mantenerse a flote y con la cabeza despierta. La gente nunca entendió que yo era un tipo bastante normal, pero que tuvo mucha suerte. Cuando era un chaval, soñaba con lo que sueñan todos aquellos que desfilan por el lado salvaje de la vida: rebelarse contra sus figuras de autoridad, criticar, molestar. Estaba y estoy contra los líderes. No sabría aconsejarle nada a nadie, salvo a un puñado de amigos.
Y Kurt Cobain conoció a su mayor héroe
I. M. RODRIGO
William Burroughs (1914-1997) era el mayor ídolo y una de las grandes influencias de Kurt Cobain (1967-1994). En octubre de 1993, apenas seis meses antes de su trágico fallecimiento, el líder de Nirvana visitó al escritor en su casa de Texas. El encuentro, del que se supo gracias a unas fotos que, como la de la izquierda, aparecieron entre las pertenencias de Cobain tras su muerte, es empleado por Servando Rocha (abajo) para trazar un lúcido retrato de lo que fue la cultura de los años 90 en el libro «Nada es verdad, todo está permitido»(Alpha Decay)
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